Desde su detección en el sistema solar en julio, el cometa 3I/ATLAS no deja de captar la atención de la comunidad científica. Aunque la NASA aseguró que este objeto interestelar no representa ninguna amenaza para la Tierra —a pesar de que pasará relativamente cerca en diciembre—, su origen desconocido, su comportamiento inusual y su composición química, hasta ahora inédita, mantienen a los astrónomos en alerta. Recientemente, los expertos anunciaron un avance significativo gracias a una detección inesperada que podría cambiar nuestra comprensión de los cometas interestelares.
Un telescopio espacial de la NASA realizó un hallazgo sorprendente en el cometa 3I/ATLAS, que dejó a un equipo de astrónomos muy entusiasmado. Este avance cobra aún más relevancia por la ubicación exacta del cometa en el momento de la detección. Además, el descubrimiento tiene importantes implicancias para nuestra comprensión de cómo se forman los planetas en toda la galaxia.

Un equipo de astrónomos y astrónomas de la Universidad de Auburn, en Alabama (Estados Unidos), logró apuntar el Observatorio Neil Gehrels Swift de la NASA hacia el cometa 3I/ATLAS, y un estudio recientemente publicado con esos datos reveló la detección de gas hidroxilo (OH), una huella química del agua. Este hallazgo representa un paso importante para conocer mejor la composición de los cometas interestelares.
El telescopio espacial pudo captar un tenue brillo ultravioleta que los observatorios terrestres no lograron observar, ya que fue capaz de detectar una luz que nunca alcanza la superficie de la Tierra. Gracias a esto, el equipo pudo estudiar al cometa semanas después de su descubrimiento, antes de que se volviera demasiado tenue o demasiado cercano al Sol para ser analizado.

La relevancia de este descubrimiento radica en que permite estudiar un cometa interestelar con los mismos criterios que se usan para los cometas del Sistema Solar. Al analizar cómo el calor del Sol libera gases congelados a medida que el cometa se acerca al interior del Sistema Solar, los expertos pueden comparar su actividad y composición, lo que abre la puerta a investigar la química de sistemas planetarios más allá de nuestro Sol.
Una señal sorprendente
El equipo responsable de la detección está particularmente interesado en la zona donde se está produciendo la actividad del agua. Justamente, Swift detectó OH cuando 3I/ATLAS se encontraba casi tres veces más lejos del Sol que la Tierra, una distancia en la que el hielo de agua en la superficie de un cometa normalmente no se transformaría en gas.

De hecho, el equipo midió una pérdida de agua de aproximadamente 40 kilos por segundo, cuando la mayoría de los cometas del Sistema Solar suelen estar relativamente inactivos a esa distancia. Esta fuerte señal ultravioleta sugiere que algo diferente está ocurriendo: una posible explicación es que la luz solar esté calentando pequeños granos de hielo liberados desde el núcleo del cometa, permitiendo que se evaporen y alimenten la nube de gas que lo rodea.
La importancia de este hallazgo
“Cuando detectamos agua —o incluso su débil eco ultravioleta, OH— en un cometa interestelar, estamos leyendo una nota enviada desde otro sistema planetario”, señaló Dennis Bodewits, profesor de física en Auburn, y agregó: “Nos indica que los ingredientes para la química de la vida no son exclusivos de nuestro propio sistema”.
“Cada cometa interestelar hasta ahora ha sido una sorpresa”, agregó Zexi Xing, investigadora postdoctoral y autora principal del estudio, y sumó: “‘Oumuamua estaba seco, Borisov era rico en monóxido de carbono, y ahora ATLAS está liberando agua a una distancia inesperada. Cada uno está reescribiendo lo que pensábamos que sabíamos sobre cómo se forman los planetas y los cometas alrededor de las estrellas”.
Cabe destacar que el cometa 3I/ATLAS desapareció de la vista, pero volverá a ser observable después de mediados de noviembre de 2025, ofreciendo otra oportunidad para seguir de cerca cómo evoluciona su actividad a medida que se acerca al Sol.

