Guillermo del Toro: “Frankenstein es una mezcla de pasión, historia y autobiografía”

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La introducción que Mary W. Shelley escribió en octubre de 1831 para la publicación de una de las primeras ediciones de su novela más famosa incluye una frase que dos siglos después tranquilamente podría ser repetida de manera textual por un artista cuyo máximo anhelo de toda la vida es contar en imágenes esa misma historia. Acaba de cumplirlo.

“Lo que me ha aterrado a mí, aterrará a los demás; solo necesito describir el espectro que ha visitado mi almohada a medianoche”. Shelley escribe que encontró en medio “de los tremendos terrores del sueño que me despertó” la historia de Frankenstein, del hombre que quiso convertirse en un moderno Prometeo y de la “horrenda criatura” creada por él a partir de un fuego que terminaría destruyéndolo.

Guillermo del Toro sueña desde que era un chico con Frankenstein. Vio por primera vez a los siete años la película de 1931, dirigida por James Whale y protagonizada por Boris Karloff, que marcó el origen del vínculo eterno entre el cine de terror y uno de sus personajes icónicos. Y leyó por primera vez la novela de Shelley a los 11.

“El momento en que Karloff cruza el umbral, de espaldas, y luego se gira, fue como ver a San Pablo en el camino a Damasco. Allí me dije: ese soy yo. Fue una transferencia de almas inmediata y absoluta. Y creo que eso nunca se ha ido”, confesó Del Toro poco antes de presentar por primera vez en Venecia el fruto de un sueño de varias décadas, el máximo de su triunfal carrera como director.

Oscar Isaac como Victor Frankenstein en una escena de la nueva película de Guillermo del Toro

Su versión de Frankenstein, producida por Netflix (que aportó los 120 millones de dólares necesarios para cumplir todo lo que pidió el realizador mexicano) llegará este jueves 23 a unos pocos cines de la Argentina y estará disponible para todo el mundo en esa plataforma de streaming a partir del 7 de noviembre.

“¿Quién es Frankenstein para mí? Una mezcla de pasión, historia y autobiografía. Y el replanteamiento final de algo que he estado persiguiendo por 30 años a nivel profesional y cerca de 50 años a nivel personal”, dijo Del Toro en el comienzo de una breve conversación vía Zoom con LA NACION desde Los Ángeles. Contó que al ver por primera vez a Karloff como el monstruo “ese niño de siete años encontró en él a un Mesías, a un avatar de cómo me sentía yo en ese momento”.

Del Toro y el actor australiano Jacob Elordi, que personifica al monstruo, en la presentación de Frankenstein en el último Festival de Cine de Venecia

De esa percepción infantil sobre la vida, modelada mucho más por la religión que por los sueños, Del Toro habló mucho en Venecia, donde el Frankenstein con su firma tuvo su estreno mundial dentro de la competencia oficial por el León de Oro a fines de agosto último.

La película no se llevó ningún premio, pero la primera proyección de gala se cerró con una ovación de entre 13 y 15 minutos. En la sala, junto al director mexicano, estaban los principales protagonistas: Oscar Isaac (que personifica al doctor Víctor Frankenstein), Jacob Elordi (el monstruo), Mia Goth (Elizabeth) y Christoph Waltz (el mecenas Harlander).

Fuera de lugar

Pocos días después de Venecia, en el breve encuentro virtual con LA NACION, Del Toro volvió a esos temas. Y recordó que a los siete años, cuando tomó contacto por primera vez con la historia del monstruo en el cine, ya se percibía a sí mismo como una persona fuera de lugar dentro del universo. “No entendía el mundo de los adultos, no entendía la imaginería católica, represiva y tan mexicana en la que estaba sumergido. Y no podía articular ese dolor con el dogma católico, la confusión de la infancia y, mucho tiempo después, con los lamentos de la edad madura”.

Del Toro recibe en septiembre pasado un reconocimiento en el Festival de Cine de Toronto. Detrás, tres de los protagonistas de Frankenstein: Oscar Isaac, Christoph Waltz y Mia Goth

-¿Al final pudo hacerlo?

-Hay un montón de reflexiones mezcladas allí. Tanto de parte de un niño herido como de un adulto lleno de dolores existenciales. Allí aparecen dos libros que representan dos caras de la misma historia, Pinocho y Frankenstein. Y he logrado llevar las dos al cine para hablar no de hijos imperfectos, sino de padres pródigos que vuelven al redil.

-La versión animada de Pinocho que usted dirigió, y que también hizo para Netflix, es su obra inmediatamente anterior a esta. ¿Usted está diciendo que sin haber terminado antes Pinocho hubiera sido imposible llevar a cabo el proyecto de Frankenstein en este momento de su carrera y de su vida?

-Fue el orden correcto. Creo que tomé la decisión perfecta cuando decidí que fuera Pinocho primero y luego Frankenstein. No conté la historia de Pinocho a la usanza común y corriente, sino a un Pinocho embebido en una posición política existencial frente a la obediencia muy contraria en varios aspectos a la del texto original de Collodi. Y ahora, esta película tiene un mensaje muy humanístico y esperanzado, pero al final también lleno de dolor. No es el final existencial que proviene del romanticismo de Mary Shelley. En consecuencia, la variación de Pinocho me permitió que la variación de Frankenstein se sintiera como algo más natural o hermanada con la anterior.

Boris Karloff como el Frankenstein original del cine, en la película de 1931 que marcó a Guillermo Del Toro a lo largo de toda su vida

-Usted quedó marcado por aquella visión infantil del Frankenstein de Boris Karloff. Desde aquella película de 1931 hubo infinidad de versiones sobre esta misma historia en el cine. Una estadística concreta habla de al menos 400 largometrajes, sin contar los cortos y las series para la televisión. Además de la obra canónica de Whale, ¿hubo alguna otra que sido determinante para su mirada sobre el personaje?

-Además de la película de Whale me marcaron mucho la edición de la novela con ilustraciones de Bernie Wrightson y la película para televisión en dos partes que escribió Christopher Isherwood, el autor de Cabaret, y protagonizó Michael Sarrazin en 1973. Fue muy poco fiel a la novela, pero al mismo tiempo muy fiel al espíritu de la novela.

La visión que tiene Del Toro de Frankenstein queda a la vista en esta imagen de la película, en cuyo centro aparece Oscar Isaac

-No es casual que se estrenara con el título de Frankenstein: la verdadera historia.

-Ese mismo año apareció en el cine una de las mejores versiones del monstruo, la de Udo Kier en la película de Paul Morrissey. Un tipo fabuloso. Hubo otros muy buenos a lo largo de la historia. El Víctor Frankenstein de Peter Cushing en las películas de la Hammer es un sociópata maravilloso. Lo que nosotros intentamos ahora fue reinventar la manera en que se ve a la criatura. Quiero que se la vea como una creación nueva, en lugar de alguien emparchado y surgido de un accidente. Este Frankenstein es un alma nueva, con una infancia que también es nueva y se destruye a través de la crueldad.

Guillermo del Toro prepara una escena en el rodaje de Frankenstein junto a Oscar Isaac

-Su película respeta el título original de la novela de Shelley: Frankenstein o el moderno Prometeo. Y por lo tanto sugiere otra mirada sobre el mito clásico del titán que les roba el fuego a los dioses para dárselo a los humanos, apenas dos años después de que Christopher Nolan también lo planteara en Oppenheimer, película que terminó ganando el Oscar. ¿Tanta actualidad tiene este relato como para que aparezca en dos películas tan recientes y ambiciosas?

-Lo más importante del libro de Shelley, en mi opinión, es que los motivos de Prometeo y de Victor Frankenstein son altruistas. Prometeo tiene la idea de traer el fuego como un regalo a la humanidad y Victor cree que con esa acción está derrotando a la muerte. Oppenheimer es una película maravillosa, pero la idea de crear la bomba atómica funciona como abstracción científica hasta que se vuelve una atrocidad bélica. La tragedia de Victor es que se da cuenta que a través de su vida termina sirviendo a la muerte.

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