
El director mexicano Guillermo del Toro decidió que haría la película de Frankenstein desde que estaba en la pubertad; sin embargo, ahora agradece no haber realizado la producción más joven, pues habría sido muy autobiográfico.
La intención de Guillermo del Toro surgió cuando era niño “Agarré mi bicicleta y me fui a un supermercado de Guadalajara que se llamaba Maxi, y compré el libro. A los once años, un chavito de Guadalajara, de provincia, leyó el libro y yo ya estaba haciendo sus brochos y dije ‘Yo voy a hacer esta película’“, recordó durante la premiere de Frankenstein.
Las ideas del cineasta eran claras desde el principio, pues desde entonces tuvo en claro qué tipo de película deseaba hacer.
La satisfacción que le dejó realizar la película protagonizada por Oscar Isaac, Jacob Elordi y Mía Goth lo hace sentir incluso embriagado o en un sueño.
“Dije ‘yo voy a hacer este libro, va a ser cine fantástico, indígena’, el que haya hecho una película hubiera sido muy grande. Lo que ha pasado no sé ni cómo describirlo. A veces sí, ya sé que suena cliché, pero pienso que estoy borracho y voy a despertar”, dijo.
De igual manera, mencionó que Frankenstein se convirtió en un proyecto especial, sobre todo por las emociones que puede transmitir.

“Esta película particularmente, eh, es muy personal. La película se volvió un acto biográfico en cierta forma, no tanto lo que he aprendido, sino lo que puedo quizá comunicar con elocuencia a los 61. Me alegra mucho no haberla hecho más joven porque hubiera sido acerca de mi papá y yo. Y los papás pueden tener el corazón más limpio, pero son una sombra muy grande que cuesta trabajo entender como seres humanos y uno pasa a veces las mismas ausencias a los hijos. Y es una película que reconcilia mucho a todas mis vivencias, mi biografía, la biografía de Mary Shelley, el libro”.
La adaptación modifica aspectos fundamentales del relato original. En la novela, los padres de Víctor Frankenstein representan un modelo de afecto y estabilidad, lo que acentúa el contraste con el posterior abandono de su creación.
La película introduce un padre ausente y una madre víctima de un matrimonio por conveniencia, interpretada por la misma actriz que encarna a Elizabeth (Mia Goth). Esta decisión elimina la sutileza del texto de Shelley y reduce la complejidad del personaje de Víctor a una consecuencia directa de su entorno familiar disfuncional, diluyendo la tensión entre idealismo y negligencia que caracteriza al protagonista literario.