“El compromiso con la profesión es poder compartir el drama humano para que se visibilice”, dice este periodista que ya lleva 32 años contando la realidad. Incendios, terremotos, inundaciones, guerras… Guillermo Panizza ha pasado por todas las coberturas que uno pueda imaginar y, aunque durante estos años se fue implicando en otras áreas, estar en la calle es lo que más le gusta. “El rol de cronista lo llevo en la sangre”, confiesa quien en la actualidad reparte sus días entre el noticiero de Telefe y su programa de radio en la CNN.
A nivel profesional, la cobertura de la guerra de Ucrania fue la que más lo marcó. A nivel personal, el episodio de salud que vivió en pleno vuelo a Cancún y que obligó a los pilotos a aterrizar de emergencia para salvar su vida. “Yo pensé que me iba. Me dolía mucho el pecho”, asegura, entre lágrimas, este sobreviviente que, desde aquel 23 de julio, hizo un giro radical en su estilo de vida. “Bajé de peso, hago actividad física, me cuido mucho más, disfruto mucho más. Aprendí a ser más equilibrado entre el laburo y la familia. A no privarme de las cosas, a no posponer”, cuenta agradecido por esta nueva oportunidad.
-¿Es verdad que querías ser periodista deportivo?
-Es verdad. En realidad, siempre quise ser futbolista pero nunca me dio ni el entrenamiento, ni el sacrificio, ni el talento. Me fui a probar a un montón de clubes pero no tuve suerte. Había quedado en uno que era un centro de reclutamiento de jóvenes promesas, jugaba de 8 y mi sueño era jugar en Ferro, pero no llegué. De algún modo quería seguir familiarizado con el fútbol y lo primero que pensé es en estudiar periodismo deportivo. Después estuvo el consejo de mi padre que me dijo: “Che, pero ¿por qué no estudiás algo más general en lugar de pensar solamente en el periodismo deportivo?” Y bueno, fue una buena decisión. Tuve la suerte de cubrir dos Copas América y dos Mundiales, así que siempre está el deseo de estar vinculado al fútbol.
-¿Cómo fue ese saludo con Messi?
-Fue inolvidable. Costó un montón porque había que llegar a Messi a través de su mamá, pero fue un regalo de la vida esos 15 minutos con él. Charlar, escucharlo, verlo tan sencillo, tan simple. Regalarle eso también a mis hijas que tuvieron la oportunidad de estar con él, a mi esposa. Fue algo hermoso y inolvidable.
-¿Cuántos años llevás ya en el periodismo?
-Llevo 32 años. Empecé el 5 de octubre de 1993 en Red de noticias, que era la señal de noticias de Telefe. Fue un semillero donde aprendí desde lo más básico hasta ser productor y cómo funcionaba el laburo de cronista en la calle. De hecho, a mí se me da una oportunidad porque había que salir a cubrir un incendio y ese día el cronista faltó y yo me ofrecí a ir; y me enamoré del rol del periodista en la calle. Me acuerdo que salió muy mal la nota. Tuve que salir por teléfono desde un incendio en Villa Ballester y estaba re nervioso, me re trababa. Después me convocaron para hacer lo mismo en Telefe Noticias y ahí ya no hubo manera de salir de la calle. Hoy por suerte hago otras cosas también en el noticiero pero el rol de cronista lo llevo en la sangre.
-¿Tu papá te llegó a ver?
-Sí, lo que no vio es la guerra en Ucrania porque falleció antes. Mi papá era alguien que me seguía mucho, me apoyaba mucho, me guiaba mucho; y lo extraño todos los días. El siempre me decía: “Cuidate, no te metas en lugares peligrosos. Cronista que huye sirve para otra guerra” porque yo me exponía siempre a todas las peores notas. Cuando me propusieron viajar a Ucrania, pensaba en él y en qué estaría pensando. Después uno imagina que estaría orgulloso porque el trabajo salió muy bien aunque seguro estaría sufriendo mucho el día a día, si comía o no. Antes de eso sufría por los terremotos, por las inundaciones. Era muy cercano y muy presente en mi vida, estoy muy agradecido por todo lo que me dio.
-Contame sobre ese llamado para ir a la guerra de Ucrania, donde el productor te dice: “Tenés 15 minutos para decidir”…
-Y era toda una decisión. Creo que es la aventura periodística y la experiencia más importante de mi vida, de la carrera de cualquier persona. Uno, como cronista y periodista, está todo el tiempo pensando en cuál puede ser la nota de su vida hasta que llega y por más que uno se prepare y visibilice que puede ser una guerra hasta que no llega el llamado, no te dás una idea de lo que es. Me acuerdo que me llamó el productor y me dijo: “Está el vuelo reservado, falta poner el nombre”. Yo estaba en casa y era una decisión familiar. Tengo dos hijas y una esposa que me ha apoyado a lo largo de toda la carrera pero había que tomar esa decisión. Igual con mis hijas hice algo medio extraño porque no les avisé. Se enteraron cuando ya estaba en camino.
-Estuviste 20 días allá… ¿Cómo fue la experiencia?
-Fue algo fuerte e inolvidable. Era agradecer todos los días el poder estar trabajando porque surgía una complicación tras otra. Nosotros empezamos desde Budapest y a través de la frontera con Hungría cruzamos a Ucrania así que era llegar y no saber qué te podía pasar. Además, no conocíamos el idioma, no conocíamos el código de la guerra, el miedo de la gente que no te responde, que está en su metro cuadrado salvando lo suyo o escapando. Y vos tenés que adaptarte rápidamente a todo eso. Entonces con todo el equipo hicimos un bloque y empezamos a recorrer ciudades, superando todos los obstáculos.
-¿Tuviste miedo?
-Había miedo por el tema de los controles. También, la falta de energía eléctrica era un tema porque se cortaba la luz y no podíamos trabajar. O sea, entrás en una dinámica de querer que salga todo bien, de que la mochila satelital funcione y esté cargada para poder salir al aire, de que no te bloqueen cuando salís a la calle porque te pedían todo el tiempo la identificación, el miedo de que caiga una bomba. Había una resistencia civil fuerte, un compromiso grande de todos los ciudadanos de enfrentar al enemigo que estaba por llegar. Entonces los veías preparándose, practicando tiro, camuflándose, preparando bombas molotov. Vimos chicos de ocho años preparando bombas molotov. Todo eso era registrarlo para compartirlo con la gente. Nuestra misión era vivir nosotros en carne propia el drama de la guerra para poder transmitirla a la audiencia.
-¿Podías comunicarte con tu familia para decirles que estabas bien?
-Sí, aunque se guiaban mucho por lo que veían en las redes. Cuando uno puede documentar que está en ese lugar, compartir una historia, subirla a X o a Instagram es una forma de llevar tranquilidad. Obviamente que, cuando se podía, llamaba. “Che, estamos bien. Hoy comimos frutos secos…” porque comíamos lo que había cuando se podía. No había mucha posibilidad de parar a comprar. Nosotros nos habíamos aprovisionado desde Budapest con mochilas enteras de sándwiches, atún, alimentos no perecederos; cosas que podíamos cargar y consumir cuando podíamos porque estar trabajando para cuatro noticieros te demanda mucho.
-¿Lo volverías a hacer?
-Sí, lo volvería a hacer. Creo que ya mi familia está curada de espanto (risas). Ya asumen cómo soy y cómo vivo esto de las noticias desde hace mucho tiempo. Se muere el Papa, uno quiere estar. Se designa al nuevo Papa, uno quiere estar. Bahía Blanca, inundaciones, voy. Somos todo terreno. El compromiso con la profesión es poder compartir el drama humano para que se visibilice.
-En julio, se va a cumplir un año de aquel vuelo que te cambió la vida para siempre…
-Me hacés emocionar porque es algo que me acompaña todos los días. Fue un susto muy grande. Yo siempre digo que es una pesadilla que tuve. Por suerte, no terminó siendo una anécdota muy terrible, sobre todo, por el sufrimiento de mis dos hijas que la pasaron realmente muy mal. Toda la expectativa que uno tiene, la alegría de tomarse vacaciones después de mucho tiempo de trabajo, y ver que ellas sufrieron mucho, que mi esposa Gise sufrió mucho.
-Recordemos cómo fue…
-Eran unas vacaciones familiares, un viaje a Cancún. En mitad del vuelo, dolor en el pecho, falta de aire, síncope convulsivo. Empecé a gritar, hacía un sonido extraño y Luciano, una persona que estaba al lado mío, la despierta Giselle que estaba durmiendo. Luciano termina siendo amigo de Rodolfo Barili, por lo tanto él se entera rápido de lo que me estaba pasando. Cuestión que empiezo a convulsionar y me fui a negro.
-¿Vos te venías sintiendo bien?
–Estaba muy cansado. Tenía estrés, malos hábitos, poca vida saludable, poco cuidado, cero ejercicio físico, la locura de estar haciendo 40 millones de laburos al mismo tiempo. Por suerte, había dos médicos en el avión que me vienen a asistir. Hubo un minuto que yo no sé qué pasó, que no tengo recuerdo de eso. Lo primero que me acuerdo fue mucha gente hablando, que me hacía preguntas. Yo tenía dolor en el pecho, oxigenación muy baja y ahí empieza toda la intercomunicación entre los médicos y el piloto y le dicen que había que bajar. El piloto pide instrucciones a la torre de control, pide pista y baja. Aerolíneas se portó de manera impecable y la gente también; entendieron todo perfectamente.
-Baja el avión en Bolivia y te internan…
–Me hacen estudios y me salió una arritmia severa que me produjo una falta de irrigación y una insuficiencia renal como consecuencia de eso. Me quedé internado una semana.
-¿Tu mujer y tus hijas se quedaron con vos?
-Sí, las chicas son muy emocionales y estaban pálidas, vomitaban, no querían comer así que solamente vinieron al hospital cuando los estudios dieron bien y me bajaron a la habitación. Ellas la pasaron muy mal (llora). Yo me fui recuperando pero me mataba que ellas vivieran todo eso… Se expusieron a una situación horrible y es el día de hoy que le doy gracias a las tres leonas por cómo me acompañaron. Hubo una enorme cantidad de gente que me ayudó, desde los médicos hasta el canal, mis compañeros de laburo y mis amigos que las sostuvieron mucho a ellas porque estábamos en un país que no conocíamos. Esa madrugada del 23 de julio no me la olvido nunca más.
-¿Cuánto tiempo te tomaste para volver al laburo?
-Un mes mínimo. Fue emocionante como el canal y mis compañeros me apoyaron. Fue un regreso muy emotivo porque prepararon un informe hablado por mis hijas y por mi mujer. Creo que eso habla de la cosecha, de cómo uno ha sido a lo largo del tiempo y está bueno que la gente responda así porque evidentemente a uno lo quieren y es algo que no me voy a olvidar nunca.
-¿Qué aprendiste en todo este año?
–Que hay que cuidarse mucho y vivir tranquilo. Aprendí a ser más equilibrado entre el laburo y la familia. A no privarme de las cosas, no posponer. Durante años, postergué vacaciones, cumpleaños, comuniones, bautismos, eventos familiares, fiestas… Las dejé pasar y hoy quiero estar. Es lindo desafiarse personalmente y decir que no a algunas cosas y decir que sí a otras. Esto es finito, dura poco, se termina en algún momento y cuando estás cerca de algo límite o problemático decís: “Che, quiero vivir de otra manera”.
-¿El miedo lo tuviste por vos porque sentiste que te ibas o por tu familia que te estaba acompañando?
-Por las dos cosas. Yo pensé que me iba (llora). Me dolía mucho el pecho y yo le decía a Eric y a Sergio que me quería quedar (se quiebra). Y me quedé. Y sigo laburando y estoy contento con haber cambiado muchas cosas de mi vida, cosas que hacía mal. Ahora bajé de peso, hago actividad física, me cuido mucho más, disfruto mucho más. Trato de no enojarme, de no indignarme, de ser más tolerante, de ser menos exigente con las amistades. Trato de dedicarle tiempo de valor a mis hijas, de crecer profesionalmente pero todo en su justa proporción. Me parece que ese es el gran desafío que tengo a nivel personal.
-¿Qué dicen tus hijas de este cambio?
-Yo trato de bajar mucho la realidad, de compartir el drama humano. Son muchos años de estar cubriendo inundaciones, terremotos, crisis políticas, la guerra y de entender que ese drama humano (que uno cuenta dándole voz a los que no la tienen) es una enseñanza de vida. Eso me permite decirle a las chicas: “Che, valoremos el estudio. Valoremos las enseñanzas, valoremos la vida, los afectos. Juntémonos con la familia, celebremos la vida porque esto es imprevisible e impredecible”. Bajo mucho ese discurso. Por supuesto que ahora tengo muchos más recitales con ellas, mucha más cancha, mucho más de disfrutar las cosas que nos gustan.
-La nombramos muchas veces a tu mujer… ¿Hace cuántos años están juntos?
-¡Toda la vida! Gise es la hermana de un gran amigo del colegio; la conocí de muy chiquito. Tuvimos una historia de adolescentes que, por cuestiones de la vida, terminó a fin de la secundaria, principios de la universidad. Nos separamos, ella tomó un camino y yo otro. Ella se fue a vivir afuera, tuvo otro matrimonio y, por azar de la vida, nos volvimos a encontrar a través de una amiga en común.
-¿Vos no te habías casado?
-No, se ve que el amor estaba latente. Nos volvimos a encontrar, nos sorprendimos mucho uno al otro, y fue un flash. Era un desafío saber cómo seguir la relación pero fue de a poco. Ella seguía viviendo en el exterior, en Miami, entonces al principio yo iba y venía. Hasta que decidimos que el amor que teníamos merecía una nueva oportunidad y estamos juntos desde 2003. Nos casamos el 2 de mayo de 2003 y desde ese momento estamos juntos y muy felices con nuestras hijas. Triunfó el amor.