Gustavo Costas felicitó a sus jugadores, agradeció a los hinchas y se clavó un puñal por no llegar a la final

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No alcanzó con el alma y el corazón. No alcanzo con toda la gente y el empuje en el Cilindro. No alcanzó con el optimismo para cumplir con la ilusión: Flamengo aguantó en Avellaneda lo que Racing no logró en el Maracaná, y aquella derrota por 1 a 0 en el partido de ida estrelló el sueño de la Academia. El orgullo por la entrega, el sacrificio, superando múltiples lesiones que diezmaron al equipo en momentos de definición, emocionó al director técnico Gustavo Costas. “No tengo muchas ganas de hablar y menos del partido. No tenía ganas de venir, pero si no tenía que pagar una multa”, apuntó en dos oportunidades, quien se enseñó derrumbado por no lograr el objetivo que movilizaba a los de adentro y también a los de afuera.

La misma intensidad que mostró en el estadio, Costas la replicó en los momentos de tranquilidad en una concentración. En el campo de juego descargó la ansiedad ensayando gestos para ordenar al equipo, caminando de una punta a la otra del corralito, aunque en más de una vez traspasó los límites y hasta se metió en la cancha. Reclamó hasta el último acto por los pocos minutos que adicionó el árbitro chileno Piero Mazza, porque observó cómo se le escurría el plan, el sueño. Por esa razón, en la intimidad del grupo, no quería que los jugadores se desenfocaran de la meta: en un desayuno, después de la cena o en las horas muertas indagó siempre a los futbolistas: ¿en qué estás pensando? La respuesta era una sola, no podía ser otra: “En la Copa, Gustavo”.

La fe de Gustavo Costas, que besa el rosario; el entrenador tendrá que motivar al grupo para ir por nuevos retos después de quedar eliminado de la Copa Libertadores

El intercambio tenía dos polos: la motivación y la presión para que no se produjera un ablande, y lo logró, aunque el marcador de la serie con Flamengo le dio la espalda. Racing se marchó de la Copa Libertadores, la gran obsesión, y Costas cayó con sus argumentos: sin un juego vistoso, pero con el empuje hasta convertir a Agustín Rossi en la figura del desquite en Avellaneda.

“Los chicos dejaron todo. Como siempre dije, voy con ellos a la guerra. Agradecer lo que dejaron como equipo y a la gente, por el gran apoyo que nos dio. Estuvimos a un paso, defraudé a mi gente”, descargó, casi a punto de quebrarse en llanto.

Flamengo terminó con la serie positiva que arrastraba Racing, bajo el mando de Gustavo Costas, ante rivales brasileros

Y retomó: “A mis futbolistas les agradezco siempre habernos representado, y esto lo digo como hincha. Son chicos que no jugaron muchas copas o ninguna, la mayoría: agradecerles de por vida, porque jugaron desgarrados, con la rodilla casi fisurada, con fiebre… Dejaron todo: jugando bien, jugando mal, ganando, perdiendo. El hincha pienso que se sintió representado de la mejor manera. Logramos dos copas, pero con esta no pudimos. Lamentamos aquel gol (en Río) sobre la hora. En el segundo tiempo pensamos que lo podíamos lograr, pero es fútbol: no la pudimos meter”.

El director técnico es un emblema de la Academia. Fue mascota, ídolo, también resultó campeón y la Libertadores fue lo que lo ocupó, movilizó y hasta le consumió sus fuerzas en el Cilindro, ante una multitud que acompañó con la fe intacta y se marchó derrumbada, pero aplaudiendo al equipo tras el empate y un resultado global de 0-1 en las semifinales. Costas sufrió como un hincha, porque siente y se apasiona con los colores, esos que son suyos desde que nació y los que hace que el corazón galope con mayor fuerza. Disfrutó la gloria siendo el niño que entraba con el histórico equipo de José Pizzuti, el único que levantó la Libertadores y también la Intercontinental. No logró replicar como entrenador: era su ilusión el partido en Lima.

Gustavo Costas durante los fuego de artificio que lanzaron los hinchas de Racing antes del comienzo del partido: el director técnico agradeció a los simpatizantes y pidió

Los años pasaron, Costitas creció y las responsabilidades cambiaron. También los momentos. Debutó en 1981 y desde fuera de la cancha sufrió la peor decepción que soportó Racing: el descenso en 1983. Tuvo su desquite con el ascenso, dos años más tarde. Y siguió la aventura hasta convertirse en el jugador con más partidos en la era profesional, con 337 juegos. Sobrellevó con hidalguía el tránsito por la primera B y en 1988 festejó la conquista de la Supercopa, frente a Cruzeiro. Una señal de lo que sería la relación frente a los clubes brasileños: el mismo equipo de Belo Horizonte fue el rival ante el que ganó la Copa Sudamericana 2024, en Asunción, mientras la Recopa Sudamericana la obtuvo frente a Botafogo.

Flamengo rompió la cadena y por séptima vez un equipo brasileño jugará el partido decisivo. Este jueves, en el Allianz Parque, de San Pablo, Palmeiras intentará la epopeya y revertir un 0-3 ante Liga Deportiva Universitaria de Quito.

Motivarse después del golpe para lo que resta del torneo Clausura y buscar desquite es el nuevo desafío. “Qué te voy a decir de cómo seguimos: llegar a casa y pasar esto. Nos duele muchísimo, estábamos ilusionados como todos. Lo de la gente fue extraordinario, lo que hizo durante todos estos días. Parecía que íbamos a lograrlo, pero no pudimos. A partir de mañana, hay que empezar otra etapa. Hace años que Racing no estuvo tan unido como lo estuvo en esta semana. Hay que seguir por este camino”, el estímulo con el que Costas intentará energizarse y levantar a un plantel que se brindó, buscó, pero se quedó sin el gran sueño.

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