Gustavo Quinteros: “Necesitaba demostrar que también podía ser campeón en Argentina”

admin

“Algo me quedó grabado para siempre”, avisa Gustavo Quinteros. El recuerdo le había propuesto viajar a junio de 1994, al estadio Soldier Field de Chicago, al partido inaugural de la Copa del Mundo de los Estados Unidos. Él lo jugó, claro, enfundado en la camiseta verde de Bolivia, como zaguero central con un enorme número 5 en la espalda. Alemania estaba enfrente, el campeón del mundo con Matthäus, Klinsmann, Effenberg, Sammer, Brehme, Illgner, Karl-Heinz Riedle… “Hacíamos la entrada en calor sobre una alfombra afuera del vestuario, y Alemania hacia lo mismo a 10/15 metros. Y yo los miraba a los alemanes con brrrrroooooonca, mucha bronca porque nos habían ganado la final en Italia ‘90, qué bronca me daba tenerlos ahí… Con ese penal injusto, porque no fue, y ahí estaba Brehme, que lo había pateado… Entré motivadísimo a jugar contra ellos”, relata. Encendido, como si los tuviera nuevamente ahí delante.

Gustavo Quinteros fue distinguido como el jugador del partido, pero Bolivia perdió 1-0. Gol de Jürgen Klinsmann. “Fue muy parejo, nos convirtieron porque se patinó Trucco, nuestro arquero, sino la hubiese sacado. Bolivia entonces disfrutaba de una generación que tal vez no vuelva a tener nunca más”, evoca el santafesino, hoy con 60 años, que a sus 25 eligió defender a la selección del Altiplano acompañando a Melgar, Julio César Baldivieso, el capitán Carlos Borja, el ‘Diablo’ Etcheverry, Sandy, Rimba, Cristaldo, ‘Chocolatín’ Castillo… La época dorada de Bolivia. Un póster sepia y ajado.

Gustavo Quinteros, con la camiseta de Bolivia, no le da respiro a Jürgen Klinsmann, de Alemania, el 17 de junio de 1994, por el Mundial de los Estados Unidos

–¿Creés que todavía puede volver a un Mundial, 32 años más tarde y justo en los Estados Unidos?

–No es sencillo, claro, pero Bolivia aún tiene posibilidades de volver al Mundial porque ha demostrado, en muchos partidos de local que tiene un equipo que ataca bien, con jugadores rápidos y acostumbrados a jugar en la altura. Siempre hay algo de ventaja, pero es muy pequeña esa ventaja porque solo con la altura no se gana. Los partidos que Bolivia ganó, también fue porque los jugó bien. Hoy, que de 10 equipos solo tres quedan afuera, cualquier selección que encadene cuatro partidos de buen nivel se mete en la zona de clasificación, al menos, para el repechaje. Antes era más difícil, eran 5 y el sexto iba al repechaje. Y cuando yo jugaba, más difícil aun: eran dos zonas de cinco y nosotros nos clasificamos segundos de Brasil y dejamos afuera a Uruguay.

–Te cruzaste a la Argentina como jugador, contra Batistuta, y como DT, ante Messi. ¿Sensaciones?

–Es algo muy difícil, muy raro. Lo más difícil era cuando sonaba el Himno… Ese Himno de mi colegio, de mi infancia, de las fiestas patrias… y de golpe estás del otro lado. Pero también yo aprendí a querer a Bolivia porque me dio la posibilidad de jugar en la selección, cosa que no pude hacer en mi país porque no me daban las condiciones futbolísticas. Bolivia me permitió jugar tres Copas América, todos los partidos de las eliminatorias para el ‘94 y el Mundial de ese año.

Gustavo Quinteros, con el buzo de la federación de Bolivia; en ese país construyó gran parte de su carrera y dejó un gran recuerdo

–La Argentina solo perdió dos partidos en su historia por las eliminatorias en el Monumental: el fatídico 5-0 con Colombia y 2-0 con tu Ecuador, en 2015…

–Sí, sí. Y con Bolivia jugamos dos partidos, en la Copa América en 2011, en La Plata, y empatamos, algo histórico porque nunca se había conseguido, y después por las eliminatorias, el mismo año, otro empate, en el Monumental, otro resultado que no tenía antecedentes. Y con Ecuador ganamos en la cancha de River, sí… Es decir que como entrenador, en partidos oficiales, vengo invicto contra la Argentina, jaja.

Otro de los lugares en los que Gustavo Quinteros se sintió a gusto para desarrollar su carrera:

–Saliste campeón en Bolivia, en Ecuador y en Chile. ¿Argentina era una cuenta pendiente?

–Sí, lo necesitaba. Primero, para demostrármelo a mí mismo. Yo estuve 17/18 años dirigiendo afuera y siempre quise volver, para demostrarme a mí que podía, insisto, y a mi familia, a mis hijos, a los que les gusta el fútbol más que a mí. Necesitaba demostrar que también podía ser campeón en Argentina. Y lo logré en la liga, porque para mí el torneo más importante en todos los países es la liga profesional. Ganar la liga fue tocar el cielo con las manos… por eso, todo lo que venga de acá en adelante va a ser regalo. Por supuesto que quiero seguir ganando, pero ya nada será más importante que haber ganado la liga argentina.

–Vaya si lo necesitabas por el tono de tu confesión…

–Sí, sí, sí, lo soñaba, lo deseaba, y se me dio en el primer año. Y fue un proceso difícil, porque a mi generalmente me llaman equipos en problemas… Estoy acostumbrado: siempre que voy a un lugar, agarro a un equipo destruido. A Colo Colo lo agarré peleando el descenso, y jugamos para no descender. Cuando llegué a Bolívar, llevaba seis años sin ganar nada. Tijuana era un club que venía de salir 15to… y así. El único club que me lo dejaron armado fue Universidad Católica y, llegué, y volvimos a salir campeones. Gremio había terminado 14° en 2024 y estuvo cerca del descenso. Vélez se había salvado del descenso y empezamos desde abajo… Después de un mes y medio de campeonato pudimos empezar a encontrar el equipo: porque a veces necesitás uno, o dos, o tres meses, pero se dio y fue algo maravilloso e inolvidable con Vélez.

–Si el título con Vélez lo viviste como una reivindicación, ¿creés que los clubes ya no te verán como a un bombero?

–Ojalá, porque confió mucho en nuestra metodología de trabajo. Después, tenés que tener las características de los jugadores lo más parecidas posibles para darle sentido a tu idea de juego; por ejemplo, a mí me gusta jugar con extremos y para eso tenés que tener las características para buscar los duelos uno contra uno. Tengo muchísimas ganas de seguir ganando, es algo maravilloso cuando te toca dar la vuelta olímpica y ves el orgullo de los que te quieren. A mí me interesa dirigir equipos grandes, o selecciones, que sean protagonistas y tengan la intención de pelear campeonatos. En este tiempo mantuve dos reuniones con equipos de México, y con un equipo argentino y con otro extranjero también, pero mi idea siempre fue esperar y descansar, porque llevaba 18 años trabajando casi sin interrupciones. Yo sé que va a llegar la posibilidad, lo que vendrá seguramente va a ser bueno.

Un momento sublime para Gustavo Quinteros: el título local con Vélez, en diciembre de 2024

–¿Y con Boca qué paso? ¿Te sentiste valorado… algo manoseado?

–Boca es muy grande, muy grande. El objetivo de cualquier entrenador es dirigir Boca, River o los grandes de cualquier país. Y haber aparecido, por la prensa, entre las opciones de Boca, por supuesto que fue interesante, siempre es positivo aparecer como opción de un equipo tan grande. Quiere decir que hemos hecho las cosas bien, que entienden que estamos a la altura de un equipo importante. La verdad es que nunca hubo un contacto directo conmigo, solo los comentarios que todos saben. Yo no cambié mi vida y seguí con lo que tenía organizado: esperar dos o tres meses para analizar las opciones que podían salir, mientras hacía un viaje familiar por Europa que teníamos previsto. Yo seguí con mi planificación, la verdad, no tengo más nada para decir.

–Lograste ser campeón del fútbol argentino como DT… y ya lo habías sido como futbolista.

–Ahhh, claro, mi querido San Lorenzo en 1995. En esa campaña hasta hice un gol… jaja, a River en un 3-1. Ese San Lorenzo jugaba muy bien. De centrales estaban Ruggeri, Arévalo, ‘Cacho’ Borrelli, Almandoz, también estaba Ariel Graña… había un montón de jugadores y un solo lugar, porque Ruggeri jugaba siempre. Teníamos un equipazo; escuchá: Monserrat, Galetto, Netto y Silas era nuestro mediocampo… terrible. Y el ‘Bambino’ [Veira], un gran entrenador y motivador. El último partido, el del título contra Central en Rosario, justo me lo perdí porque teníamos eliminatorias y tuve que viajar con Bolivia. Fue inolvidable ese título… Yo quiero mucho a San Lorenzo… Mi mamá es hincha de San Lorenzo, y haber salido campeón con el equipo de mi mamá fue fantástico.

“Ya nada será más importante que haber ganado la liga argentina”, reflexiona Quinteros

Gustavo Quinteros es de la localidad de Cafferata, Santa Fe, provincia generosa en futbolistas que años más tardes elegirían la carrera de entrenadores. Detrás de Bielsa, Martino, Cúper, Sampaoli, Pochettino o Scaloni están Rosario, Chabas, Casilda, Firmat, Las Parejas, Murphy, Pujato… “Está lleno, lleno, ¿viste? Hay un montón… Y Darío Franco, y Leo Madelón, y el Kily González y tantos más. Es una región que siempre reunió a muchos jugadores de la zona, de Córdoba, de Entre Ríos y de Buenos Aires también… y parece qué, con los años, a muchos nos ha gustado seguir como entrenadores, esta profesión bastante complicada. No, bastante no… ¡muy complicada! Pero a la vez es emocionante”.

–¿Hoy acertar en la gestión del grupo es más importante que cualquier táctica?

–No lo dudes: el entrenador tiene que solucionar todos los días un montón de cosas que, a veces salen a la luz y muchas otras no. Y que no son futbolísticas. En la gestión de los vestuarios me ha ido muy bien, he terminado en todos los clubes con excelente relación en Ecuador, en Bolivia, en Chile, con los argentinos también… Gestionar un grupo es clave. Convencer. ¿Cómo? Con la verdad, siempre, por cruda e incómoda que sea. Puede haber momentos incómodos, claro, pero a la larga es siempre lo mejor.

 

De alguna manera, Quinteros fue un futbolista tardío. Acepta que se demoró en tomar el camino de los botines… “Vivía en la pensión de Newell’s e iba a la Universidad. Hice un año de la carrera de Farmacia y Bioquímica, hasta que en un momento tuve que tomar una decisión: si me iba a dedicar al fútbol, debía ser al 100%. Quizás, si me hubiese dedicado a full desde el inicio, quiero decir desde más chico, tal vez hubiera hecho una carrera mejor. Cuando me di cuenta de que tenía que dedicarme todo el día, como debe ser, ya era un poco grande, andaba por los 19/20 años. Igualmente, creo que no podría haber llegado más lejos porque mis condiciones no eran tan buenas. Pero de todas maneras quedé contento porque jugué hasta donde pude, no me arrepiento de nada”, relata.

–Y te dirigió Bielsa en Newell’s…

–Sí, sí. El empezó como preparador físico de la 4ta división de Newell’s y lo recuerdo bien… Yo estaba en la pensión y él tenía un Citroën ranita y ahí llevaba de todo, desde las pelotas hasta palos de escoba para usarlos como conitos y yo lo ayudaba… Yo y otros chicos de la pensión; Marcelo nos llevaba y nos traía porque le dábamos una mano para cargar todo. Estuvo un tiempito corto como profe y enseguida comenzó a dirigir una de las cuartas especiales del club, y ya era alguien muy distinto, adelantado y muy muy apasionado. Ya se veía que era diferente y cualquiera podía imaginarse que iba a llegar lejos.

–¿De quiénes fuiste tomando conceptos?

–Arrigo Sacchi fue el primer entrenador que me atrapó. Fue un adelantado, un grande, y su idea coincidía con fabulosos jugadores para llevar adelante una propuesta tan atractiva. Eso fue en mis inicios. Después me han gustado muchos entrenadores que formaron equipos inolvidables: Pastoriza con el Independiente de Giusti, Marangoni y Bochini; todos los años de Guardiola en Barcelona; algunos momentos del ‘Loco’ Bielsa; haber visto a Boca ganar con Carlos Bianchi jugando de una manera totalmente distinta a todos… Y más acá, el River de Gallardo de los primeros años; Klopp me gustó cómo hizo de Liverpool un equipo ganador… y otros que seguramente se me escapan.

–¿Viste la lista de técnicos argentinos más ganadores de la historia? La lidera Ramón Díaz, con 17; luego Helenio Herrera, con 16, más atrás Gallardo y Bianchi con 15… y vos, con 13.

–… Me lo hicieron saber mis hijos, que están todo el tiempo en la computadora. Yo no tengo nada, ni redes ni nada, no miro ni leo nada. Un día me mandan unas fotos y me dicen: “¡Mirá papi dónde estás!”. “Uhhh, increíble, con todos esos monstruos”, les respondí. Ramón Díaz es un ganador, yo lo conozco, él tuvo la suerte de dirigir muchos años a un grande como River, que siempre te da más posibilidades de ganar títulos, y Gallardo lo mismo, pero a la vez, ganar en equipos grandes es de entrenadores grandes, técnicos que pueden timonear esos grandes barcos. Lo mismo con Carlos Bianchi. Cuando me nombran alrededor de estos próceres, que uno siempre admiró, me llena de satisfacción.

Quinteros jugó y dirigió, en definitiva, vivió, en varios lugares del mundo. En el eje andino, desde San Juan hasta Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra, La Paz, Guayaquil, Quito y Santiago de Chile. También trabajó en Tijuana, en Riad y en Dubai, poco en Buenos Aires, y brevemente en Porto Alegre. ¿Un gitano? “Es muy difícil… Tenés que tener una esposa como la mía [Grace García, de Perú], para que te banque, para que sea tu mano derecha, tu amiga, tu mujer, la madre de tus hijos… Me perdí muchas cosas, claro, muchos momentos con mis padres, que siguen en Cafferata, como mi hermana y mis sobrinos… Me perdí muchas cosas, incluso de mis hijos… Sí estuve en sus nacimientos, pero me perdí cumpleaños, fiestas de egresados, tampoco estuve en la muerte de mis abuelos con los que compartí toda mi infancia… El fútbol me sacó mucho, pero también me entregó momentos únicos, que no puedo explicarlos con palabras, como haber salido campeón en la Argentina con Vélez. Es de las más grandes… sino lo más grande que me sucedió: ganar en mi país”.

–¿Cómo se transita el viaje relámpago de, en apenas cuatro meses, coronarse en la Argentina y ser despedido en Brasil?

–Gremio había hecho un mal torneo en 2024, no se reforzó lo suficiente y tiene un plantel para media tabla. No les ha ido mejor desde que me fui, incluso quedaron afuera de la Copa Brasil que era su principal objetivo. Pero, ahora, sí se les abrirá una ventana para reforzarse, que lamentablemente no lo hicieron conmigo cuando yo les pedí algunos jugadores como los colombianos Romaña y Villa, que nunca llegaron. Me dijeron que los refuerzos me los iban a dar a mitad de año, pero no respetaron el proceso. Yo saqué casi el 55% de los puntos, no fue una mala campaña, pero ellos tomaron decisiones equivocadas.

–¿Al torneo argentino cómo lo definirías?

–Mirá, la liga brasileña es la más competitiva que conozco a nivel individual, todo el tiempo ves a jugadores que te los imaginás triunfando en Europa. Pero en la liga argentina está el fútbol más complicado para dirigir, porque hoy te enfrentás con un rival que sale jugando por abajo, que pega la vuelta, que te hace superioridad para salir, y a la fecha siguiente te probás contra un equipo que te juega todo directo y a segundas pelotas, pero no a cualquier lado, sino intencionalmente, producto de una planificación. Y tenés que saber contrarrestar ideas totalmente opuestas: pasás de un equipo que te presiona alto, a otro que te espera en la mitad de la cancha. Tenés que resolver escenarios muy diferentes todo el tiempo, y eso hace de la liga argentina la más difícil. Por eso digo que ganar la liga en Argentina fue diplomarme como entrenador. No tengo la menor duda de eso. Y algo más: todos los equipos argentinos corren, meten, marcan, aprietan al 100% los 90 minutos. Todos son muy agresivos y cualquiera puede ganar en cualquier cancha.

Gremio fue un paso en falso en la carrera de Quinteros, aunque el entrenador considera que sacó una buena cosecha de puntos y que influyeron los inconvenientes institucionales para su alejamiento

–Scaloni elogió a tu Vélez el año pasado. ¿Qué opinás de su selección?

–Fue muy amable… Es un tipo muy inteligente, que sabe que el fútbol moderno requiere jugadores muy dinámicos, de alta intensidad, de mucho recorrido. Él tuvo a Messi, el mejor de todos, y a Di María, otro de los mejores, y otros como ellos no van a volver a aparecer de un día para el otro, entonces Scaloni entendió que metiendo volantes con dinámica e intensidad, más una defensa muy sólida, podía construir un equipo igualmente ambicioso. Scaloni es vivo y sabe que sus volantes nunca van a dejar de correr, de jugar y de meter, y no van a parar nunca porque es su estilo, está en su naturaleza. Argentina tiene uno de los mejores mediocampos del mundo.

–¿Te fuiste de Vélez porque intuías que el equipo iba a dejar de ser protagonista?

–Mi intención siempre fue quedarme en la Argentina. No te olvides que trabajé 17/18 años afuera, entonces una vez que volví, quería quedarme. Tuve dos reuniones, el 22 y el 23 de diciembre, esperando tratar de llegar a un acuerdo sobre el perfil deportivo porque de cara a la Libertadores 2025, si no incorporábamos muchos jugadores para también pelear la liga local, se iba a hacer muy difícil. Yo veía que pasaban los días y el proyecto deportivo estaba en veremos… Quizás si se vendía a Valentín Gómez se iban a poder hacer cosas, sino no… Y no llegamos a un acuerdo en la parte deportiva, porque la parte económica nunca me interesó demasiado. Yo quería seguir en Argentina, en Vélez. Pero no se pudo. Yo quería seguir buscando objetivos deportivos, y no se llegó a un acuerdo. Por entonces salió una opción de Santos, pero no prosperó porque yo seguí esperando a Vélez, y después salió lo de Gremio.

–¿Entendiste el enojo de algunos hinchas de Vélez por no dirigir al equipo en la final del Torneo de Campeones?

–Mi hija trabaja en el exterior, en Suecia. Unos cuatro o cinco meses antes le avisé al presidente de Vélez sobre su casamiento, porque no había otra fecha en el registro civil dado que ella solo tenía esa disponibilidad de días para casarse. Le avisé que el 21 de diciembre tenía que estar en el casamiento porque de lo contrario me iba a arrepentir toda mi vida y no iba a poder vivir con haberle fallado por dejarla sola en el ingreso al altar. Increíblemente, tiempo después, coincidió la fecha con la final. Pero todo lo que sucedió en ese partido hubiese ocurrido igual si yo hubiera estado en el banco, no hubiese cambiado nada mi presencia.

Todos sabían lo que tenían que hacer, incluso, para los cambios estábamos constantemente en contacto… Todo lo que pasó, hubiese pasado igual conmigo al borde de la cancha. Yo no hubiese evitado nada. Y cuando lo hablé con los jugadores, lo entendieron porque conocían la situación de mi hija. Sucedió. En la vida todo no es perfecto, el fútbol te quita muchas cosas y te da otras que son maravillosas. Yo me perdí ese juego, pero estuve en un lugar donde debía estar porque de lo contrario no me lo iba a perdonar nunca. Ni yo ni mi familia. No estoy arrepentido de lo que sucedió, y la responsabilidad de ese partido, como de todos los demás, fue exclusivamente mía.

–Mencionaste que estuviste en contacto para los cambios… ¿Durante el casamiento miraste la final contra Estudiantes?

–Claro, claro, exactamente… Durante la cena miraba el partido y mandaba mensajes comentando lo que veía… No jugamos bien, no pudimos ganarla, pero habíamos jugado muy bien la otra final con Estudiantes, en mayo, y también la perdimos, por penales. ¿Viste cuando algo no es para vos…? Bueno, no era para nosotros ni esas finales ni la final contra Central Córdoba. Pero yo estoy feliz de que nos haya tocado ganar la liga, que vuelvo a decirlo, para mí era lo más importante. Con ganar la liga toqué el cielo con las manos, y lo demás, lamentablemente, no era para nosotros. No se dio.

Deja un comentario

Next Post

La escritora Inma Pelegrín gana el premio Lumen de novela con ‘Fosca’

La poetisa y escritora Inma Pelegrín ha resultado ganadora de la tercera edición del Premio Lumen de Novela por su obra Fosca, que ha anunciado su fallo este mismo martes. Una novela que no llega a librería hasta el próximo 25 de septiembre, “una antinovela de aprendizaje, toma el molde […]
La escritora Inma Pelegrín gana el premio Lumen de novela con ‘Fosca’

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!