El sábado pasado encontraron el cadáver degollado de Virginia Franco, una psiquiatra de 67 años. El hallazgo tuvo lugar en su domicilio, ubicado en Cantilo entre 15A y 17, City Bell, a pocos kilómetros de la ciudad de La Plata. En diálogo con LN+, Héctor, uno de los mejores amigos de la mujer, aseguró que “ella jamás le hubiese abierto la puerta a un desconocido”.
“Estoy muy consternado. Veo muchas irregularidades en todo lo que pasó”, declaró Héctor. Según el hombre, Franco “era una mujer muy temeraria de su seguridad. Cuando ella me pedía recomendaciones, desde un plomero a un gasista, cuando iban a su casa, les pedía hasta el DNI”.
Si bien Héctor reconoció haberle sugerido unos meses atrás la instalación de cámaras de seguridad, confesó su desconcierto al enterarse que la psiquiatra las había desinstalado. “Me enteré por una amiga que las había vendido, y me pareció muy raro”, sostuvo.

Sobre el manejo con sus otras amistades y el factor seguridad, Héctor profundizó la semblanza de la mujer asesinada: “Cuando se juntaba con sus amigas, antes de que vayan a su casa, ella siempre prefería verse en un bar. Ni siquiera a ellas les abría la puerta de su casa”.
Un buen pasar, sin herederos
En la reconstrucción del perfil de Franco, Héctor hizo hincapié en el buen pasar económico de su amiga. Además de contar con dos autos de alta gama, plazos fijos en dólares y en pesos y un departamento en Mar del Plata el hombre resaltó un elemento que asumió el peso de una hipótesis.
“A ella le quisieron comprar su casa de City Bell. Un lugar grande, con parque, cómodo y bien ubicado. Pero ella no quiso vender: no se quería ir de ahí”, expuso Héctor quien además aclaró que Franco no tenía hijos ni herederos.

Consultado sobre la posibilidad de un affaire amoroso, Héctor fue taxativo: “Eso me parece directamente inverosímil. Ella era viuda, de un esposo al que amó muchísimo, y no me parece cierta esa posibilidad”.
En su relato a LN+, Héctor compartió su cosmovisión del asunto: “Para mí esto no tuvo un móvil económico. Fue un ataque de locura de alguien. Eso sí, lo que tengo muy claro es que hay algo vinculado con el tema de la psiquiatría».
Tras ser inquirido en este último punto, Héctor puso sobre la mesa el nombre de Pablo Adrián Bozza, el único demorado por el crimen. Bozza contaba con la contraseña de la computadora personal de Franco y además, en palabras de Héctor, “le manejaba los plazos fijos a mi amiga”.
Por otro lado, la esposa de Bozza, era paciente psiquiátrica de la mujer degollada.
