
Un manuscrito fechado en el año 894 y atribuido al presbítero Ibirol, del obispado de Barcelona, registra el caso más antiguo de dislexia documentado en Cataluña. Se trata de una carta de venta de una propiedad en Osona, hallada en el Archivo Episcopal de Vic, que revela una sucesión de errores de escritura difíciles de explicar por ignorancia o falta de formación.
Ibirol fue sacerdote que vivió en la protocatalunya altomedieval y cuya labor principal consistía en celebrar misas y administrar sacramentos, salvo la confirmación y la ordenación sacerdotal.
De acuerdo a National Geographic, el estudio establece que las anomalías ortográficas en el manuscrito de Ibirol no corresponden a lapsus comunes ni a vicios de la época, sino a los patrones característicos de la dislexia.

En palabras como “ahc” en lugar de “hac”, “escpitura” en lugar de “scriptura” o “ninea” y no “vinea”, se identifican alteraciones propias de este trastorno neurológico. Otros ejemplos incluyen “iptas” por “ipsas”, “placis” en vez de “pacis” o “dubplo” por “duplo”.
La dislexia afecta la adquisición y manejo de la lectura y escritura, y aunque el término apareció por primera vez en 1872, la evidencia de su existencia histórica ganó peso con estudios de manuscritos y biografías de figuras ilustres como Galileo o Einstein.
Los científicos basan sus conclusiones en una lectura sistemática del documento, empleando herramientas de paleografía y codicología. La producción escrita de Ibirol, pese a su posición formativa y acceso al conocimiento, muestra errores compatibles con síntomas reconocidos por la ciencia actual.
El caso del presbítero se convierte así en una referencia central para comprender la existencia y visibilidad histórica de la dislexia, mucho antes de su descripción y aceptación moderna.

Contexto, repercusiones y antecedentes en la historia de la dislexia
El análisis del caso de Ibirol se inscribe en una corriente reciente de investigaciones destinadas a rastrear los orígenes de los trastornos del aprendizaje en la historia escrita. En la Alta Edad Media, los religiosos eran los poseedores y transmisores principales del saber.
Por lo tanto, resultaba habitual que desempeñaran tareas de escribanía y literatura, redactando actos, cartas y documentos notariales. La presencia reiterada de errores no atribuibles al desconocimiento lingüístico plantea interrogantes sobre las capacidades cognitivas y la diversidad funcional entre letrados.

Los investigadores hallaron que otros religiosos medievales catalanes también evidenciaron rasgos compatibles con la dislexia. Entre ellos se destaca Landoer de Vic, canónigo del siglo X y discípulo de Adanagell, secretario del obispo Gotmar, cuya correspondencia presenta un repertorio de errores similar.
El caso de Ramon, canónigo de Santa Maria d’Organyà en el siglo XI, aporta nuevas evidencias a medida que el catalán comenzaba a usarse más sistemáticamente en la escritura.
Según National Geographic, los paleógrafos y filólogos advirtieron durante décadas la presencia de anotaciones o variantes difíciles de explicar en textos medievales de autores reconocidos. La posibilidad de que algunos escribanos sufriesen dislexia reconfigura la narrativa sobre la producción intelectual y la transmisión documental, integrando la diversidad funcional como un elemento estructural de la historia cultural.

El trastorno de la dislexia se define por la dificultad persistente en la lectura, la escritura y la ortografía, con origen neurológico. Actualmente, se reconoce como una de las dificultades específicas de aprendizaje más frecuentes y diagnosticadas en la infancia y la adolescencia.
En la Edad Media, sin embargo, no existía conceptualización ni tratamiento para estos casos, por lo que las personas afectadas desarrollaban estrategias propias para mantener sus tareas y funciones.
Perspectivas científicas y culturales: el valor del manuscrito de Ibirol
El descubrimiento del manuscrito de Ibirol no solo enriquece la historia de la protocatalunya, sino que amplía la comprensión sobre la manifestación histórica de la dislexia. El trabajo de Tània Alaix y Jesús Alturo aporta ejemplos sólidos para reconsiderar la heterogeneidad neurocognitiva de los agentes culturales pasados, demostrando que la diversidad funcional estuvo presente y visible desde los orígenes de la escritura.
El caso de Ibirol abre la puerta a futuras investigaciones sobre la presencia de la dislexia y otros trastornos similares en la producción documental europea y universal. La evolución del concepto, la sensibilidad social y los avances médicos cambiaron el modo de intervenir y apoyar a personas con dificultades de aprendizaje.

El manuscrito de Ibirol confirma que la dislexia formó parte de la vida intelectual desde tiempos remotos, integrando la diversidad funcional en la historia escrita y en la memoria colectiva de occidente.