Durante toda su vida escapó de cadenas, camisas de fuerzas y ataúdes. Convirtió al peligro en un espectáculo y se volvió el mago más famoso del mundo. Sin embargo, el 31 de octubre de 1926, la noche de Halloween, no pudo escarpar a su destino y murió. Diez años más tarde, frente a 300 personas, su viuda preparó una última prueba: una sesión espiritista. Esa noche Harry Houdini no regresó del más allá, pero nació el mito.

Antes de convertirse en “el gran Houdini”, Harry se llamaba Erich Weisz. Nació el 24 de marzo de 1874 en Budapest, en tiempos del vasto Imperio austrohúngaro. En 1878, los Weisz dejaron Hungría para comenzar una nueva vida en los Estados Unidos. Se registraron con el apellido Weiss (una simplificación del original Weisz). Se instalaron primero en Appleton, Wisconsin, donde su padre trabajó como rabino y años más tarde, por dificultades económicas, se mudaron a Nueva York.
Desde chico, Weiss no podía quedarse quieto: practicaba acrobacias, estudiaba cartas y cuerdas. Su curiosidad lo hizo aprender magia y cuando leyó sobre la vida de Jean-Eugène Robert-Houdin, considerado el “padre la magia moderna”, decidió cambiar su nombre: Harry Houdini.
A comienzos de la década de 1890 dio sus primeros pasos como mago. Se presentaba en pequeños teatros junto a su hermano Theodore, que utilizaba el nombre Hardeen. Los primeros tiempos no fueron fáciles y el joven mago debía ganarse la vida como podía: vendía llaves y cerraduras, arreglaba equipajes, a la par que estudiaba el funcionamiento de esposas y candados. Fue la fascinación por escapar de todo, lo convirtió en pionero de un nuevo rubro: el arte del escape.

En aquellos tiempos conoció a Wilhelmina Beatrice Rahner, una bailarina alemana que formaba parte de un pequeño grupo musical “The Floral Sisters”. Se cruzaron durante una función en Coney Island en 1894 y el flechazo fue instantáneo. Apenas dos semanas después, el 22 de junio, se casaron. Desde entonces, Bess Houdini -como sería conocida luego- se convirtió en su compañera inseparable dentro y fuera del escenario. Durante años fue su asistente, su cómplice en los actos de magia y la guardiana de sus secretos. Aunque no tuvieron hijos, su relación fue profunda.
Con los años Houdini pasó de actuar en ferias locales a convertirse en una sensación internacional. Su gran salto a la fama llegó en 1899, cuando el empresario Martin Beck lo vio actuar en St. Paul y le ofreció una gira por el circuito de vaudeville (un show de variedades con números breves de magia, canto, comedia, acrobacias, danza o malabares, sin conexión entre sí, creados para entretener a todo público). Pronto los escenarios de Chicago, Londres, Berlín y París se rindieron ante el “Rey de las Esposas”.


En Alemania, escapó de las celdas más seguras de la policía y en Inglaterra se sumergió en el Támesis esposado y encadenado. Cada acto era un desafío físico pensado al milímetro: hacía crecer la tensión del público hasta que en el momento exacto se liberaba del nudo y el lugar explotaba en un aplauso.
Uno de los escapes más emblemáticos de Houdini fue “la Metamorfosis”, un número que inspiró infinidad de variantes. El mago era amarrado, metido en un saco y luego en un baúl, todo asegurado con cuerdas y candados. Su asistente se subía al baúl, levantaba una cortina y en el mismo instante en que la cortina caía, aparecía Houdini libre en el lugar de la asistente.

También realizó otras hazañas como volar, en 1910, su propio biplano en Australia. Pero la aviación fue solo un episodio en su carrera, su fuerte eran “los escapes”
El 8 de septiembre de 1915, en Kansas City, Houdini realizó una de sus números más famosos: el escape de la camisa de fuerza colgado a gran altura. Solía elegir edificios altos, generalmente sedes de diarios, para asegurar la cobertura de la prensa. Frente a una multitud, suspendido boca a bajo se retorcía lentamente hasta que lograba liberarse a la vista de todos.

En 1918, decidido a expandir su fama incursionó en la pantalla grande con la serie The Master Mystery y la película The Grim Game (1919). Frente a la cámara, el mago se movía con naturalidad y lejos de sentirse intimidado parecía que disfrutaba de ser observado. Tal era su soltura que los productores de Universal lo tentaron para participar de una adaptación de Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne, para interpretar al Capitán Nemo, pero Houdini, que en ese entonces tenía 41 años, hizo exigencias salariales desorbitadas por lo que decidieron contratar a otro actor. Además, actuó en Houdini y el Milagro, que se rodó en las Bahamas, pero nunca llegó a las salas.
Obtuvo el respaldo de la prensa neoyorquina: el New York Herald sostuvo que “Houdini ha dado un paso al frente como estrella de cine”, y el New York Mail remató: “Hay más emoción en un rollo de The Grim Game que en cinco rollos de celuloide que haya visto en mi vida”.
El espiritismo
Houdini era muy amigo del médico y escritor Arthur Conan Doyle (conocido por haber creado al detective Sherlock Holmes). Doyle se había convertido en un creyente ferviente del espiritismo y la comunicación con los muertos luego de la muerte de su hijo en la Primera Guerra Mundial.
Aunque Houdini era escéptico, Doyle lo convenció de asistir a algunas sesiones, pero no cambió sus ideas y terminó con la amistad. La ruptura ocurrió durante una sesión de Atlantic City, en 1922: durante ese encuentro, la esposa de Doyle dijo canalizar a la madre del mago escribiendo un mensaje “dictado” por ella en inglés, pero la madre de Houdini no hablaba el idioma. Houdini consideró que era un fraude. Desde entonces se convirtió en un crítico implacable del espiritismo dedicado a desenmascarar a los médiums. Para Houdini sólo eran un grupo de farsantes a los que definió como “traficantes de la inmortalidad”. El más conocido fue el caso “Margery” Crandon, una famosa medium de Boston. Houdini descubrió que el supuesto “espíritu” que hacía sonar una campanilla provenía de un mecanismo oculto manipulado por la propia Margery con su pie.

En su cruzada, un día, acordó con su esposa un código o mensaje secreto, que solo ellos dos conocerían -“Rosabelle, believe”- para probar la autenticidad de cualquier mensaje póstumo: si no aparecía la clave, no era él.
La muerte
Una día en Detroit, Houdini ardía de fiebre y sentía un dolor feroz en el abdomen. Igual salió a escena. Luego, fue al hospital pero no pudieron hacer mucho. Descubrieron que su apéndice había reventado y provocado una grave infección. El 31 de octubre de 1926, noche de Halloween, Houdini murió. La causa oficial: peritonitis provocada por una apendicitis perforada. Tenía 52 años. Miles de admiradores acudieron a su funeral para rendirle homenaje por última vez.

Luego se supo que, días antes de su función en Detroit, Houdini se había presentado en Montreal. Allí, un joven estudiante se le acercó:
-“¿Es cierto, señor Houdini, que puede resistir los golpes más duros en el abdomen?”, le preguntó el joven.
Antes de que pudiera responder, el joven empezó a pegarle puñetazos rápidos, secos, como martillazos en el abdomen. El mago apretó la mandíbula, aguantó en silencio y dejó que el dolor pasara como si fuera parte del acto. Aunque no lo era. Luego, viajó a Detroit y volvió a subir al escenario como si nada hubiera pasado.
Durante años, este incidente alimentó la versión de que los golpes precipitaron su final. Sin embargo, la medicina moderna considera muy improbable que un golpe cause apendicitis. Pero en ese tiempo, esta teoría sumado a que su muerte había ocurrido la noche de Halloween alimentó el misterio.
Además, desde el día de su muerte y durante 10 años, todas las noches de Halloween, su viuda Bess organizó un espectáculo esperando contactar a su difunto esposo: encendía un vela esperando su mensaje del más allá. Estaba convencida de que Houdini lo diría. Pero Houdini nunca se materializó.

El último fue el 31 de octubre de 1936 en la azotea del Hollywood Knickerbocker Hotel, con Edward Saint como maestro de ceremonias y cobertura nacional: como no hubo señal Bess cerró el rito con su célebre frase: “Ahora creo firmemente que la comunicación con los espíritus, en cualquier forma, es imposible. Diez años son suficientes para esperar a cualquier hombre”.
En 2006, William Kalush y Larry Sloman, autores de The Secret Life of Houdini, plantearon que pudo haber un complot de espiritistas para matarlo y que el veneno sería una vía plausible.
Con sustento en aquella hipótesis, en 2007, un sobrino-nieto de Houdini pidió exhumar el cuerpo para hacer análisis toxicológicos. La idea requería permisos legales y el acuerdo de la familia. Pero varios parientes se opusieron por lo que la exhumación nunca practicó.
El cuerpo de Harry Houdini descansa en el cementerio Machpelah, en Queens, Nueva York.

