Harta (Straw, Estados Unidos/2025). Dirección: Tyler Perry. Guion: Tyler Perry. Fotografía: Justyn Moro. Edición: Nick Coker. Música: Dara Taylor. Elenco: Taraji P. Henson, Sherri Shepherd y Teyana Taylor. Disponible en: Netflix. Duración: 108 minutos. Nuestra opinión: regular.
Cuando allá por los años noventa, el Michael Douglas de Un día de furia estallaba en medio de un embotellamiento, el público podía comprender ese rapto de ira, que como un efecto bola de nieve iba in crescendo de forma descontrolada. Y algo de eso hay en Harta, la nueva producción de Netflix que gira alrededor de una mujer que, atravesada por una realidad insoportable, se deja arrastrar por la desesperación hacia un camino sin retorno.
En la cama de un precario departamento, Janiyah (Taraji P. Henson) descansa junto a su niña. En ese instante, la solidez de la actriz alcanza para anticipar que se trata de una mujer desbordada por su cotidianeidad, por una hija muy débil de salud, por una infinidad de deudas, amenazas de desalojos y un trabajo esclavizante. Y a partir de ese momento, el director Tyler Perry se detiene justamente en eso, en el devenir sofocante de esa protagonista, que vive al límite del colapso emocional en medio de una sociedad hostil en la que casi nadie parece dispuesto a tenderle una mano.
Las facturas vencidas se acumulan, los problemas no tienen solución, pero Janiyah espera con ansiedad que el reloj llegue a las doce del mediodía, momento en el que recibirá su sueldo y podrá enfrentar gastos básicos como la comida, el agua o la luz. Pero el pago no llega, y la situación pronto conduce a la mujer a la desesperación.
Un robo fallido y una serie de situaciones malinterpretadas culminan con Janiyah tomando como rehenes a un reducido grupo de personas, adentro de una pequeña sucursal bancaria. Ella no quería robar ni mucho menos cometer un delito, sin embargo, la película señala una y otra vez que Janiyah no es la villana, sino que el problema está en el entorno y en una sociedad poblada por anónimos que nunca dejaron de agredir a la protagonista. Y frente a ese escenario, y a la desesperación por obtener un pago que por derecho le pertenece, la mujer explota no en un ataque de ira, sino en uno de desesperación. Pero a medida que la trama avanza, Harta comienza a ser reiterativa, mientras que los intentos por esbozar un mapa más rico, se pierden en una sucesión grosera de golpes bajos.
Uno de los primeros aspectos que hacen de Harta un retrato al borde de la caricatura, tienen que ver con construir un entorno esencialmente agresivo. Nadie empatiza con nadie, nadie está para ayudar a nadie, y salir a la calle es enfrentarse a una jungla en la que cualquiera es capaz de devorarte solo por placer. Janiyah es una madre soltera que arrastra con una lucha diaria que la sobrepasa, mientras que el mundo parece decidido a verla sufrir. Bueno, en realidad es el director Tyler Perry el que quiere hacerla sufrir, en su intento de justificar el comportamiento posterior de su personaje y, de paso, llevar al espectador a una empatía inmediata. Aunque en realidad, ninguno de esos caminos funciona. Golpear tanto a Janiyah parece más un ejercicio sádico que una construcción de personaje, y retratar un mundo caracterizado por las agresiones incesantes y gratuitas termina resultando de un maniqueo casi infantil.
Sin embargo, entre tantas torpezas hay algunos hallazgos, frente a los cuales el director no sabe (o no puede, o no termina de interesarle) profundizar. El acceso a la salud y a la educación pública, la angustia de las minorías oprimidas y los sectores marginados que intentan ayudarse en medio de un Estado que parece ausente, son aristas que aparecen en el film pero que quedan a mitad de camino. En ese sentido, a Harta le faltó la valentía de ser una reflexión política punzante, para conformarse con ser la fábula de una mujer convertida en un símbolo desdibujado de esos enumerados fallos institucionales.
En la actual era Trump hay sectores golpeados, agredidos de manera simbólica y concreta, y voces que gritan ser víctimas de injusticias. Puede que vincular a Harta con las protestas en Los Ángeles sea subirle mucho el precio a este fallido film, pero es indudable que hay una constelación que conecta a ambos cuerpos, una sensibilidad de época que está trágicamente presente y que atraviesa a numerosas minorías de distintos países, que hicieron de este largometraje uno de los más vistos dentro del catálogo de Netflix. Y, sin lugar a dudas, eso no tiene que ver con la pobre calidad de este film, sino más bien con una lamentablemente falta de empatía que nos angustia y nos interpela.