Según el Censo Escolar 2024 del Ministerio de Educación, en el Perú contamos con 176,119 docentes, quienes brindan servicios educativos a 1.979.059 estudiantes, en la modalidad escolar. Considerando que los escenarios rurales son diversos en su geografía, recursos humanos y tecnológicos, infraestructura y servicios, composición étnica, lingüística y cultural, y en sus propias cosmovisiones y saberes frente al mundo en general; ser docente en una escuela rural es una labor compleja y desafiante. Los temas de agenda son urgentes, y, no pudiendo abordar todos, me detendré en tres: el desarrollo profesional, las condiciones laborales y la formación docente.
En cuanto al primero, es de conocimiento que, en los territorios rurales de alta dispersión como las zonas de frontera, brindar servicios educativos presenta un conjunto de condiciones precarias que tienden a afectar críticamente una educación relevante y culturalmente adecuada. Según información del Ministerio de Educación, 31,638 docentes ejercen sus labores en 5120 escuelas con limitadas adecuaciones a un enfoque intercultural y territorial; carencias en la implementación de los modelos y estrategias de atención educativa, escasos materiales y una deficiente infraestructura. Situaciones como esta, implican atender demandas formativas continuas, específicas y pertinentes en todos los territorios rurales del país, movilizando y combinando capacidades profesionales que propicien el desarrollo de experiencias educativas contextualizadas, vinculando los saberes y las experiencias de vida y de las culturas.
Para abordar el segundo tema, recuerdo el lamentable deceso de la maestra Mónica Vergara, quien, a inicios del año escolar, partió del distrito de Sayapullo hacia la Institución Educativa N.º 82945, localizada en el caserío de Melgas, en la región de la Libertad. Sus colegas contaron que la maestra debió caminar 40 km. para llegar a su centro de trabajo, sin embargo, las lluvias, el terreno agreste y la densa neblina complicaron su orientación, extraviándose en el camino. Al encontrarla aún con vida, intentaron llevarla a la posta de salud más cercana, a 5 horas de distancia, pero su delicado estado provocó su fallecimiento. Situaciones vulnerables como el diario desplazamiento hacia las escuelas rurales o el retorno a los hogares, ya sea por vías terrestres o fluviales, exigen dar respuestas inmediatas que puedan implementarse, considerando la diversificación y adecuación de los calendarios escolares y la organización colectiva de apoyos para los traslados seguros y efectivos.
Finalmente, en el tercer tema, recurro a la histórica pregunta de cómo revertir los bajos niveles de logros de aprendizaje de niños, niñas y jóvenes de las escuelas rurales, resultados que refuerzan las situaciones de inequidad y exclusión educativa; y enfatizo en la necesidad de una pertinente formación docente. Sabemos que, en su mayoría los maestros y maestras rurales, provienen de centros de educación superior con características para lo urbano (o la educación en general si se quiere), y que en sus años de servicio “aprenden” a ser docentes rurales desarrollando conocimientos, habilidades y experiencias que no les fueron brindadas desde su formación inicial. Ante ello, urge considerar en los procesos formativos, la inclusión curricular de los saberes ancestrales y locales, involucrando a los miembros de las comunidades desde su historia, memoria, luchas y conquistas. Complementariamente, se les tiene que brindar estrategias de soporte emocional que les permita ser altamente tolerantes a las adversidades, y poderosamente creativos para responder a los cambios y retos constantes del mundo rural.