Hizo su top 3 de países para vivir, ya tachó Suecia y Países Bajos y cuenta por qué no funcionaron: “Muy snob”

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A los 17 años, Agustín Sterner recibió una buena noticia: había heredado el pasaporte sueco por parte de su abuelo materno. Sin embargo, en un comienzo, el joven apenas si vio al país lejano con cierta intriga, pero sin ninguna intención.

Los años pasaron y el suelo escandinavo comenzó a tomar una forma más concreta en enero de 2020, cuando las noticias del Covid llegaban como un eco lejano. Oriundo de Rosario, para Agustín, Argentina se había tornado insostenible. Vivía en CABA desde el 2014, y si bien había intentado hacerse de una buena vida, sentía que allí era imposible avanzar.

Y así, cierto día llegó junto a un amigo a una agencia de viajes sobre la Avenida Corrientes, sacó dinero en efectivo y compró un pasaje directo a Madrid, dispuesto a probar suerte en España. La fecha de partida: junio de 2020. `¿Estás seguro?´ le preguntó su acompañante: `Si lo pensás mucho, las cosas no las vas a hacer´, citó él. Acto seguido, se dirigió a la embajada sueca a renovar su pasaporte, que vencía en mayo de aquel mismo año.

“Siempre me confié porque tenía muchas cosas a favor. Ese pasaporte era una, y la experiencia de llegar del interior a Buenos Aires era otra, aunque este paso hacia adelante era mucho más desafiante, era cuántico en comparación”.

Agustín primero pensó en España, un país que al poco tiempo quedó descartado y dio paso a tres candidatos firmes.

Suecia por España: “La robustez de su sistema de bienestar”

El rumor de que un virus asomaba creció hasta estallar. Un mes había vuelos, al siguiente se cancelaban. El estrés y la incertidumbre crecían en una realidad extraña para Agustín, quien finalmente tuvo que aceptar que el sueño de volar en junio de 2020 era un imposible.

Con una paciencia por momentos difícil de encontrar, Agustín, que por entonces había llegado a los 30, decidió posponer sus planes hasta febrero de 2022. El cambio de fecha trajo aparejada una decisión aún más radical: eliminar España de la variable y volver a empezar en Suecia.

“Pasé unos días de vacaciones en Madrid y seguí rumbo a Estocolmo”, revela Agustín. “¿Las razones? Pocos ahorros (menos de 600 euros, jugadísimo), edad no tan joven, en ese momento ya tenía 32 años; iba a emigrar solo, había poca actividad económica en España producto de la pandemia. Era difícil entrar en un trabajo. Encontré que ir derecho a Suecia era la opción menos jugada, porque al ser ciudadano tengo algunos beneficios cubiertos en caso de necesitar ayuda, gracias a la robustez de su sistema de bienestar”.

Una nueva oportunidad de lujo y la pregunta acerca de la calidad de vida: “Era perder los dedos en menos de cinco minutos”

El enamoramiento con Suecia duró menos que un suspiro. En apenas tres semanas pasó de vivir en un caluroso departamento en Congreso, a manejar una van de reparto para una compañía de delivery de paquetes en un bosque sueco al sur de Estocolmo, solo, entre árboles y bosques nevados.

En apenas tres semanas pasó de vivir en caluroso departamento en Congreso, a manejar una van de reparto para una compañía de delivery de paquetes en un bosque sueco al sur de Estocolmo, solo, entre árboles y bosques nevados.

`Mirá dónde estoy, lo logré´, se dijo en un momento. Aparte, desde su llegada había conseguido la oportunidad de hacer un voluntariado en un hostel, que le brindaba a cambio alojamiento en el subsuelo de un barrio turístico de la ciudad.

“La luna de miel del `qué bien la hice´ duró poco. Hay escaso trabajo para los que están en entry level. Y el inglés no ayuda en trabajos no calificados, sumado a una falta de oferta laboral en esos sectores. La tasa de desempleo de Suecia era la cuarta más alta de la eurozona aquel año”, asegura Agustín. “Dejé el trabajo de reparto en la van porque casi tuve un accidente y no quería seguir asumiendo el riesgo. Vivir en un hostel se tornó algo inquietante en el día a día y tener un espacio personal, algo realmente necesario”.

Agustín le dio una nueva oportunidad a Suecia con un trabajo en un hotel en la alta montaña.

A pesar del creciente desencanto con Suecia, Agustín decidió darle una nueva oportunidad de la mano de un trabajo de housekeeping en un hotel resort de alta montaña, un rincón muy tradicional de esquí del norte de Suecia, en Sälen, casi límite con Noruega. El argentino tenía alojamiento, comida y varios lujos propios del resort, pero las temperaturas alcanzaban los 25 grados bajo cero durante la noche, lo que comenzó a afectar su percepción de calidad de vida.

“Salir sin guantes era perder los dedos en menos de cinco minutos”, cuenta Agustín. “La puerta había que desmontarla porque se congelaban las uniones y te quedabas, o encerrado dentro de los edificios del personal donde vivíamos, o peor, te quedabas afuera en el frío y tenías que volver al hotel caminando unos 300 metros, que a menos 25 es eterno”.

“La puerta había que desmontarla porque se congelaban las uniones y te quedabas o encerrado dentro de los edificios del personal donde vivíamos, o peor, te quedabas afuera en el frío...

Volver a empezar en Países Bajos, un país hiper industrial: “El tema es bancarse vivir en esos alojamientos y la carga física de esos trabajos”

Tras el trabajo de temporada llegó el vacío laboral y en los siguientes ocho meses, Agustín se sostuvo ante todo gracias a la ayuda social. Finalmente, luego de varios cuadros comparativos, el argentino decidió dejar Suecia atrás para volver a empezar en Países Bajos, que había ganado la pulseada contra otro candidato: Irlanda. Los criterios que había tomado eran: que sea Unión Europea, que se pueda hablar inglés, que manejen poca burocracia y haya mucho trabajo.

Tras dos años en Suecia, llegó al suelo holandés en abril de 2024 con un sabor amargo en la boca. La tierra escandinava no había cumplido realmente con ningún requisito: “Es un país más para ir con planes de formar familia y/o ir ya con una familia establecida. No se adapta a un inmigrante soltero, hombre, de más de 30 años, debe ser de los peores países de occidente para migrar en mis condiciones, a pesar de contar con pasaporte sueco”, reflexiona.

Agustín recorrió varios países, pero eligió tres como candidatos para quedarse a vivir. Los criterios que había tomado eran: que sea Unión Europea, que se pueda hablar inglés, que manejen poca burocracia, y haya mucho trabajo.

En Países Bajos, Agustín halló un suelo muy industrializado, con parques industriales del tamaño de ciudades y puertos, como el de Rotterdam, con un movimiento apabullante, al ritmo de la logística. Allí, con salarios entre 14 euros y 19 euros la hora, el argentino acudió a las agencias que le ofrecían alojamiento con un descuento en la paga: “El tema es bancarse vivir en esos alojamientos y la carga física de esos trabajos”.

“En Holanda encontré una sociedad mucho menos tradicionalista que la sueca, pero la falta de cortesía de los holandeses es una constante. No me pareció una cultura interesante ni un idioma agradable al oído, no es ameno de aprender ni de oír. La comida, un desastre, no hay ni sector carnes ni sector pescados en los supermercados y las rotiserías cierran temprano y todas están trabajadas por migrantes de otros países que manejan casi exclusivamente pastelería o bollería. No tienen una cultura vibrante ni música ni puesta en escena”, opina Agustín.

Países Bajos, el nuevo destino para vivir.

“Ámsterdam es una ciudad que fascina en la originalidad de sus canales y perderte allí es increíble. Pero la ciudad en sí es de nómadas digitales ricos, estudiantes de hijos millonarios y holandeses de familia tradicional, lo que la vuelve un ambiente muy snob, donde yo no encajo”.

“Por otro lado, Ámsterdam es la única capital europea de las que conozco donde sentí ese ambiente hardcore de drogas, prostitución y mezclado con snobismo que me dio un resultado tóxico”.

El tercer país de la lista y una isla maravillosa: volver a empezar en Irlanda

En Países Bajos, Agustín no se sintió seguro, fue así que, después de un año, se percibió incapaz de escapar de la inestabilidad de las agencias de empleo y los trabajos de logística. Una vez más, supo que era tiempo de cambiar de rumbo. Irlanda seguía en su radar y, tras un poco de búsqueda, consiguió empleo como recepcionista de un hotel en una isla maravillosa, llamada Inishbofin Island, en la que desembarcó hace unas pocas semanas, en junio de 2025.

“Acá es como una autoterapia; un lugar para depurar todo el estrés vivido últimamente y para pensar y planear mejor mi hoja de ruta en esta aventura por Europa”, relata Agustín.

“Acá es como una autoterapia; un lugar para depurar todo el estrés vivido últimamente y para pensar y planear mejor mi hoja de ruta en esta aventura por Europa”

“Es un país que promete pero donde afloran enormes desafíos, como la escasez de vivienda, siendo el país más caro para alquilar de Europa después de Suiza. Una habitación compartida sale 800 euros y una individual 1200 euros. Ya un departamento o un `studio´ como le dicen acá cuando es para uno solo o un flat, ya es para gente muy robusta con sus finanzas y con muchos años viviendo acá”.

Argentina lejana y “la esperanza de que el barco no se hunda”

Hace poco más de cinco años, Agustín creyó que volvería a empezar en España. El pasaje era para junio del 2020 y nunca pudo ser utilizado. Una pandemia mundial cambió sus planes y, a partir de entonces, nada fluyó según lo esperado, y gracias a ello, llegó uno de los grandes aprendizajes de vida: lo único permanente es el cambio, tan solo hay que estar dispuesto a saltar cuando la realidad aprieta.

Desde el comienzo, para Agustín nada salió tal como lo había planificado.

Argentina, mientras tanto, permanece lejos, cargada de sentimientos incómodos, como frustración e incomprensión: “Una etapa pasada de mi vida donde lo intenté todo y nada funcionó en una sociedad que nunca entendí lo que quiere de su vida y de su país”, dice pensativo. “La falta de futuro es el mal de cada día y la salida en Ezeiza, algo que tristemente reivindico”.

“Mi experiencia en mi tierra y lejos me enseñó que si uno no está bien con la vida que lleva o el lugar donde vive no le es funcional a sus expectativas, o `el no estoy teniendo suerte´ aqueja, uno tiene que tomar acciones concretas para `cambiar su suerte´. Tomarse el barco sin conocer puerto de destino ni si hay que atravesar tormenta en mar abierto, puede ser para muchos una mejor opción que quedarse en el puerto conocido, donde lo está por tragar la marea y el destino es morir ahogado”.

Tras la búsqueda de un lugar que se pueda llamar hogar.

“Después de tres años y medio fuera de Argentina estoy en Irlanda, mi tercer país, tercer barco, y tengo la esperanza de que esta vez el barco no se hunda”, concluye.

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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a [email protected] . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.

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