Homo Argentum (Argentina/2025). Dirección: Mariano Cohn, Gastón Duprat. Guion: Andrés Duprat, Mariano Cohn, Gastón Duprat, Horacio Convertini. Fotografía: Leonardo Rosende. Música: Federico Mercuri, Matías Mercuri. Edición: David Gallart. Elenco: Guillermo Francella, Eva de Dominici, Milo J, Migue Granados, Clara Kovacic, Vanesa González, Juan Luppi, Gastón Soffritti, Dalma Maradona, Guillermo Arengo. Duración: 98 minutos. Distribuidora: Star Distribution. Calificación: buena.
Ya desde la información previa, todavía en tiempos de posproducción, los responsables de Homo Argentum le prendían velas al proyecto para que “volviera a convocar público a las salas”. Más allá del seguramente honesto pero inexacto deseo, en aquel momento no estaban claros los recursos para lograrlo. Con la película estrenada, llegó la respuesta: se trataba de hacer un film a la medida de un determinado tipo de espectador, aquel que no necesariamente se ríe de sí mismo, sino que más bien señala con el dedo acusador a la “argentinidad”. Porque si el objetivo de Homo Argentum es diseccionar la esencia del “ser nacional”, sus conclusiones no son para nada benévolas, por no decir arbitrarias y parciales.
Por si el afiche o el bombardeo promocional no fue suficiente, vale aclarar que la última producción de Mariano Cohn y Gastón Duprat consta de 16 historias cortas, apretadas en una hora y media, y llevadas adelante por Guillermo Francella como único gran protagonista. Al imaginativo decir de sus hacedores: un homenaje a formatos como el de Los monstruos (Dino Risi, 1963), arquetipo del sarcasmo, virulencia e ironía crítica de la comedia italiana de la época.
La intención está, pero a diferencia de aquellas, Homo Argentum se queda a mitad de camino a la hora exponer su virulencia frente a la suma de estereotipos. Depende de cómo se las mire, cada una de las 16 historias puede tener una bajada de línea básica y sesgada (si se apuesta a la literalidad, tan de moda en estos días), o dar dos piruetas en al aire y convertirse en una sátira formidable de aquellos personajes cotidianos, que pueblan la Ciudad de Buenos Aires y alrededores. Porque sí, además es una película cien por ciento urbana. El “argentum” del film, si cruza la General Paz es para poner rumbo a Ezeiza. Incluso cuando la ficción coloca a un deleznable director de cine frente a una tribu originaria (previsible aunque logrado segmento), estos funcionan como mero decorado.
Es esa indefinición -que no es lo mismo que tibieza, vale la aclaración-, la que no le permite a Homo Argentum desplegar las alas. Si lo que se ha buscado es adentrarse en el elegante terreno de la sutileza, entonces lo que no funcionan son los personajes. Porque ninguno de los 16 protagonistas se destaca por la fineza o refinamiento de su conducta. Por el contrario, suelen mostrarse con decisiones básicas, elementales, y hasta primitivas. Y claro, por lo general, negativas.
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El guion se podría resumir en un catálogo de numerosos y repetidos pecados capitales, vestidos de diferentes segmentos de irregular interés. Que, por muchos que sean, siempre se quedan cortos frente a la cantidad de publicidades que aparecen ininterrumpidamente en cada historia, muchas veces sin justificación. El recurso es tan válido como anticlimático: al principio distrae, a la larga agota.
Independientemente de lo más o menos imaginativo de cada relato, el peso específico de Homo Argentum recae sobre Guillermo Francella y su ductilidad a la hora de calzarse una máscara y convertirse en personas totalmente distintas.
Lo anterior es todo un mérito en sí mismo porque, como ya se ha dicho más de una vez, la mayor limitación actoral de Francella es su inconfundible tono de voz. Hable como hable, entone como entone, diga lo que diga, es “la voz de Francella”. Si a eso le sumamos el abanico de yeites que han cimentado su faceta cómica, es muy difícil la abstracción cuando el intérprete intenta apartarse de su zona de confort. Y en una película que lo tiene multiplicado por 16, esto se aprecia especialmente.
Sin embargo, con el correr de los años, la experiencia y el trabajo, el actor ha logrado subsanar esta limitación con el lenguaje corporal, con la mirada, con los gestos. Más allá de la notable labor de maquillaje, en Homo Argentum Francella ha sabido adaptarse a cada uno de los personajes que le tocó interpretar. A veces más parecido a lo que uno espera, otras menos, y en unas cuantas casi nada. De esta manera logra una diversidad de registros con recursos genuinos y excelentes resultados. Su trabajo se convierte en el punto más alto de la propuesta.
Es probable que el sueño de sus responsables se cumpla, y Homo Argentum sea uno de los éxitos taquilleros de este 2025. En ese sentido, la búsqueda es clara y, aun con sus irregularidades, está lograda. Distinto es que realmente se pretenda tomar en serio esta ficción como una radiografía de los argentinos. Ahí sí se estaría pifiando fiero, al nivel de comprarse todos los números para ser retratado, merced a virtudes y miserias, en una hipotética continuación.