En aquellos años en los que el rock era un sol naciente, las canciones no tenían dueño, aunque en la trastienda del mundo discográfico todos supieran a quiénes les pertenecían. Lejos de haberse convertido en un género de cantautores (recién con la llegada de los Beatles los grupos y solistas hacían sus propias canciones), durante la década del cincuenta había compositores que se esmeraban para escribir y registrar “rocanroles” e intérpretes que estaban atentos a echar mano a aquellas piezas que podrían hacerlos famosos. Nada del otro mundo, ya sucedía en el jazz con sus standards y, por nuestras pampas, con el tango. ¿Acaso había algún director de orquesta típica que no quisiera tener grabada su propia versión de clásicos como “El choclo” o “La Cumparsita”? En el gran país del norte hubo canciones, como el blues “Hound Dog”, que se convirtieron en clásicos, que pasaron por varias manos y voces hasta que el rey Elvis Presley le dejó impregnada su marca de agua rocanrolera.
“Hound Dog” es un blues escrito por Jerry Leiber y Mike Stoller. La primera grabación la hizo Willie Mae “Big Mama” Thornton el 13 de agosto de 1952 y fue publicada por Peacock Records a finales de febrero del año siguiente. La versión convirtió a Thornton en one hit wonder. Se vendieron más de 500.000 copias del single y el tema pasó 14 semanas en los charts estadounidenses de R&B. La mitad de ese tiempo fue en el puesto número uno. Desde entonces, hay registradas más de 250 versiones. Hasta aquí, todo bien.
El nacimiento de “Hound Dog” fue una composición exprés. Big Mama ya había publicado a través de Peacock Records un par de simples que no tuvieron éxito. Fue por esto que el sello le pidió al músico Johnny Otis que tratara de encontrar lo que la cantante necesitaba. Fue así que armó una reunió en su casa con Thornton y la dupla Leiber y Stoller. La idea era que los compositores crearan un tema a su medida. Y lo consiguieron.
Casi cuatro décadas después del aquel éxito, durante una entrevista con la revista Rolling Stone, Stoller aseguró: “Era una maravillosa cantante de blues, con un estilo quejumbroso excepcional. Pero fue tanto su apariencia como su estilo blusero los detalles que influyeron en la composición de “Hound Dog” y en la idea de que queríamos que la gruñera”. Su socio, Leiber completó: “Cuando vimos a Big Mama me dejó boquiabierto. Parecía la chica más grande y más ruda que jamás hayas visto”. Así surgieron las primeras palabras de “Hound Dog”. “El verso inicial_ ‘No eres más que un perro de caza’, era un eufemismo –explicó Leiber- La canción, un lamento de blues sureño, es la historia de una mujer que echa a un gigoló de su casa y de su vida”.
You ain’t nothin’ but a hound dog. Quit snoopin’ ‘round my door. You can wag your tail. But I ain’t gonna feed you no more (“No eres más que un perro de caza. Deja de husmear en mi puerta. Puedes mover la cola. Pero no te daré más de comer”).
Al día siguiente, apenas 12 minutos le demandaron a Lieber escribir la letra mientras viajaba en el Plymouth 1937 de Stoller. Iban a la casa de Otis. Cuando entraron, Stoller fue directo al piano y creó la música, sobre un patrón de doce compases, muy típico del blues. “No es una obra complicada. Pero la rima era difícil”, aclaró Leiber.
Durante los primeros ensayos de la grabación, Big Mama cantó el tema como una balada hasta que los autores lograron mostrarle qué era lo que habían imaginado para ella. Otis, como tenía contrato con otro sello disquero apareció en los créditos con seudónimo: “Kansas City Bill & Orchestra”. De ese modo, cuando los planetas quedaron alineados, el tema se grabó y se publicó, con el resultado de esas 500.000 copias vendidas. Pero lo mejor (y lo peor) todavía estaba por llegar.
Con el toque del astro
En la medianía de la década del cincuenta, Elvis Presley era uno de esos jóvenes ávidos de nuevas canciones. El éxito alcanzado a veces dependía de la buena factura de las composiciones y, muchas otras (quizá la mayoría), del toque especial que cada intérprete le daba. No cabe duda de que Elvis era especial. Por un lado, tenía a la platea femenina absolutamente ganada; por otro, encarnaba el gesto de rebeldía que la juventud necesitaba, aunque, en realidad, no hubiera nada de rebelde en las ganas de conseguir fama y dinero, habiendo nacido en el país que mejor parado había quedado en los años de posguerra.
En todo caso, había una batalla cultural que era centro de una especie de contienda. Y no estaba representada por esos atléticos bailarines que se lanzaban a las pistas al ritmo del swing sino en un provocativo Elvis, que, para interpretar una canción, apelaba a ciertos ademanes que para aquella época eran considerados obscenos. La culpa, en este caso no era del perro (del “Houng Dog”) sino de quien le daba de comer. Y Elvis se convirtió en su dueño indiscutido.
La primera vez que cantó “Hound Dog” fue en una sala de Memphis y, desde entonces, buscó distintas maneras de encararla hasta que se encontró satisfecho con una que mezclaba el rock and roll furioso y el blues. Lo tomó como algo lúdico, no solo en cada una de esas vueltas de doce compases. Forjó un estilo escénico con este tema. Tanto fue así que el público como sus detractores (es decir: la población más conservadora de su país) se lo hicieron notar.
El debut del “Hound Dog” por Elvis, frente a las cámaras de televisión, fue en el programa de Steve Allen. Según los cálculos de aquella época, el 5 de junio de 1956 hubo unas 40.000.000 de personas frente a los televisores. Enorme fue el lío que se armó. Desde aquel día se llevó el mote de “Elvis la Pelvis” por los movimientos de su cadera. Demasiado subido de tono para ese tiempo. El mayor problema fue que fue una actuación considerada de mal gusto.
Los directivos de otras cadenas de televisión que vieron esa actuación con desagrado trataron de convencer a sus conductores estrella para que no lo convocaran a sus programas. De hecho, algunos se convencieron solitos: el famoso Ed Sullivan dijo que no lo quería en los estudios. No era lo ideal para que vieran las familias de bien.
Sin embargo, algunos encontraron la manera. Para el momento de ese provocativo set musical Presley ya tenía un contrato firmado con la NBC, para actuar en el show de Steve Allen. Trataron de que no se concretara pero el conductor acordó con el ascendente astro del rock que la presentación sería una parodia. Elvis, de esmoquin, cantándole el tema a un perro sabueso. Años después se arrepintió de aquel número televisivo.
Lo mismo le pasó a Ed Sullivan cuando dijo que no lo quería en su programa. Poco después hizo un contrato con Elvis por tres actuaciones y una cifra para nada despreciable a mediados del siglo pasado: 50.000 dólares.
De la controversia al éxito
Del simple se vendieron cuatro millones de copias y de aquella primera actuación, en el programa de Berle, mucho fue lo que se dijo. Al día siguiente, la prensa se llenó de críticas contra Elvis y su actuación. Jack Gould, del New York Times, reseñó el momento con estas palabras: “El Sr. Presley no tiene una capacidad vocal apreciable. Para el oído, es un aburrimiento indescriptible. Su única especialidad es un movimiento acentuado del cuerpo que hasta ahora se ha identificado principalmente con el repertorio de las rubias más explosivas de la pasarela burlesca. El movimiento nunca tuvo nada que ver con el mundo de la música popular y sigue sin tenerlo”. Por otro lado el semanario católico America, le dedicó una nota que tituló: “Cuidado con Elvis Presley”.
Muchos años después (incluso después de la muerte de Elvis) Milton Berle se refirió al asunto. “Un día alguien de una agencia de representación que yo respetaba mucho me dijo que el mánager Tom Parker quería que yo audicionara a uno de sus cantantes para mi programa. Surgió el nombre de Elvis y acepté tomarle una prueba para ver si su show funcionaría”.
A Berle le pareció que andaría muy bien y lo agendó para el 5 de junio de 1956. ”Diez días después ya había recibido unos cuatrocientos mil mensajes que me culpaban por haber llevado al set algo tan vulgar. ‘Tio Milty -me decían- no te veremos más’. Llamé al coronel Parker para contarle que tenía cientos de miles de cartas sobre mi escritorio, culpándome por la actuación de Elvis. Y le dije: ‘Solo llamo para decirte que tienes a una estrella en tus manos’“.