Humano: mantener la autenticidad en la era de la inteligencia artificial

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A medida que la inteligencia artificial reconfigura rápidamente nuestra realidad, la línea entre lo que es real y lo que es generado se vuelve cada vez más borrosa. Los tribunales ahora deben lidiar con pruebas manipuladas mediante deepfakes que confunden verdad y engaño. Un filósofo que nunca existió –creado completamente por IA– desató recientemente un serio debate intelectual en Cannes. Artistas de todo el mundo se enfrentan al dilema de si una obra asistida por IA puede seguir llevando la marca de la auténtica creatividad humana.

En un mundo donde las máquinas pueden imitar nuestras voces, falsificar nuestras ideas y cocrear nuestro arte, la pregunta no es solo qué puede hacer la IA, sino qué debemos proteger. En este momento de agitación tecnológica, el desafío no es ir más rápido que la IA, sino trascenderla.

Debemos volvernos superhumanos, no en el sentido de los cómics con cruzados enmascarados o seres genéticamente modificados, sino de una forma más radical y necesaria. Ser superhumano hoy significa defender con firmeza aquello que las máquinas no pueden replicar: la profundidad emocional, la experiencia vivida y la imaginación moral.

Ahí es donde entra el Perfume de lo Humano

Uso esta expresión para describir una manera deliberada y emocionalmente resonante de relacionarse con el mundo, basada en la historia personal, la intuición creativa y la esencia insustituible del yo. Es una cualidad que los algoritmos pueden simular, pero jamás poseer realmente.

El superhumano, entonces, no se define por el poder ni por la velocidad, sino por su capacidad de dejar un rastro humano –un perfume– en todo lo que crea. Esta invitación a preservar la autenticidad no implica un repliegue nostálgico. Es un acto radical de autoafirmación.

Reconocer las fortalezas humanas revela el potencial de la IA como una poderosa herramienta: un “compañero pensante” y una “grúa” para levantar datos pesados

Como académico y consultor que desmitifica la IA para periodistas, artistas y creativos de todo el mundo, me encuentro con frecuencia con temores de que la IA amenaza los medios de vida o erosiona el alma del trabajo creativo. Estas preocupaciones, aunque válidas, pasan por alto una verdad fundamental: la IA no puede replicar el Perfume de lo Humano.

El superhumano no se define por el poder ni por la velocidad, sino por su capacidad de dejar un rastro humano –un perfume– en todo lo que crea

En el periodismo y la narración, esta esencia humana se manifiesta en detalles vívidos y sensoriales: el humo acre de una zona de guerra, el caos vibrante de un mercado callejero, el peso silencioso de un momento cultural clave. Los periodistas humanos recurren a su experiencia vivida para construir relatos que resuenen visceralmente. La IA, por más precisa que sea, suele producir resúmenes estériles, carentes de la resonancia emocional que hace que las historias sean inolvidables.

La IA escribe lo que calcula; los humanos escriben lo que sienten

En el pasado, “suficientemente bueno” solía alcanzar para la mayoría de los trabajos humanos

Hoy, “suficientemente bueno” es terreno de la IA –a menudo supera la adecuación y mejora sin cesar–. Para seguir siendo indispensables, debemos abrazar nuestro rol de superhumanos, impregnando nuestras creaciones con nuestra esencia personal, como lo hicieron provocadores culturales como Salvador Dalí y Oscar Wilde en sus épocas.

Ya sea un ingeniero civil diseñando un puente colgante, un arquitecto reimaginando una iglesia victoriana, un novelista escribiendo su debut, un estudiante redactando un ensayo, o un diseñador eligiendo la paleta de colores de un sitio web, el desafío es el mismo: dejar la impronta auténtica del yo en el trabajo.

Ya seas estudiante, profesional o artista, el superhumano que hay en vos está esperando. No se necesita capa, solo la voluntad de crear, sentir y dejar una marca imborrable en el mundo

En la era de la IA, no se necesitan capas ni superpoderes, solo el coraje de dejar brillar la propia humanidad.

El superhumano ejemplificado: Dalí y Wilde

Puede que Dalí y Wilde no encarnen universalmente al superhumano, pero su obra ejemplifica el Perfume de lo Humano: marcada por la intencionalidad emocional, la autenticidad y la intuición creativa. Ambos fueron provocadores culturales cuyas obras y personalidades eran inseparables de su individualidad, su desafío a las convenciones y su capacidad de canalizar la experiencia personal en creaciones innovadoras.

Los relojes derretidos de

La obra maestra surrealista de Dalí, “La persistencia de la memoria” (1931), con sus relojes derretidos que desafían la lógica convencional, refleja su psique excéntrica y su afirmación: “No soy raro, simplemente no soy normal”. Del mismo modo, “El retrato de Dorian Gray” (1890) de Wilde y su incisiva frase “Muchos carecen de la originalidad de carecer de originalidad” revelan una mente aguda por la observación y el ingenio sin miedo.

Estas obras contrastan fuertemente con las producciones guiadas por patrones de la IA. La IA puede imitar estilos o generar arte provocador –basta con considerar el retrato de Edmond de Belamy (2018), creado por IA, que desató debate en el mundo del arte–, pero sus provocaciones están orquestadas por curadores humanos, no impulsadas por un deseo intrínseco de desafiar las normas.

En este momento de agitación tecnológica, el desafío no es ir más rápido que la IA, sino trascenderla

Dalí y Wilde anclaron sus creaciones en visiones y experiencias personales, haciendo que su arte sea inseparable de su ser.

La IA, al carecer de un yo, no puede replicar esta rebeldía auténtica ni la profundidad emocional. La intencionalidad emocional –cómo los humanos infunden sentimientos en el trabajo creativo– distingue los productos humanos de los generados por algoritmos.

Las obras surrealistas de Dalí surgieron de su exploración del subconsciente, mientras que los aforismos de Wilde reflejaban su intención satírica de criticar las normas sociales.

Oscar Wilde y su incisiva frase “Muchos carecen de la originalidad de carecer de originalidad

Los profesionales de hoy pueden utilizar la IA para analizar datos estructurales o generar prototipos de diseño, pero deben apoyarse en la intención emocional para priorizar las necesidades humanas. Al hacerlo, aportan experiencia personal, vulnerabilidad e incluso imperfección a su trabajo.

Los creadores actuales pueden valerse de la IA para potenciar su trabajo sin renunciar a su perfume

La personalidad excéntrica de Dalí y la individualidad sin concesiones de Wilde hicieron que sus creaciones fueran auténticas, incluso cuando se las tildó de excesivas o provocadoras.

La autenticidad es igualmente vital para un novelista escribiendo su primera obra o para un diseñador eligiendo una paleta de colores. Un diseñador puede elegir tonos que evoquen recuerdos personales, creando así un sitio que resuene de manera única con los usuarios.

Además, los humanos poseen intuición creativa: la capacidad de hacer saltos más allá de la lógica, lo que diferencia su trabajo del que depende de patrones.

Las imágenes inspiradas en sueños de Dalí y la agudeza paradójica de Wilde ejemplifican esos saltos intuitivos que escapan a la creación formularia.

Sin embargo, reconocer las fortalezas humanas revela el potencial de la IA como una poderosa herramienta: un “compañero pensante” y una “grúa” para levantar datos pesados, de la misma forma en que Dalí y Wilde usaron las herramientas de su tiempo (pintura, teatro) para amplificar sus visiones.

Los creadores actuales pueden valerse de la IA para potenciar su trabajo sin renunciar a su perfume. Por ejemplo, la IA puede generar borradores iniciales para un novelista o análisis estructurales para un ingeniero, pero el refinamiento humano, guiado por la intuición y la sensibilidad emocional, garantiza que el resultado final resuene.

Un diseñador puede usar IA para sugerencias cromáticas, pero su visión asegura que los colores elegidos conecten con los usuarios.

La sinergia más efectiva entre IA y humanos es colaborativa. La IA amplifica, no reemplaza, la creatividad humana

Como escribió Hannah Arendt en “La condición humana” (1958): “El milagro que salva al mundo, el ámbito de los asuntos humanos, de su ruina normal y ‘natural’, es en última instancia el hecho de la natalidad, en el cual la facultad de la acción está ontológicamente enraizada. Es decir, el nacimiento de nuevos hombres y los nuevos comienzos, la acción que son capaces de emprender en virtud de haber nacido” (p. 247).

Esta reflexión destaca la capacidad humana única de iniciar nuevos comienzos mediante la acción y la creatividad –una cualidad que sigue siendo inigualable, incluso frente a las capacidades de la IA.

Ya sea diseñando un puente o escribiendo una novela, los humanos imprimen significado personal en su obra. Dalí y Wilde, como provocadores culturales, nos recuerdan el poder de la visión individual.

Hannah Arendt, autora de La condición humana, en Nueva York, en abril de 1972

Preguntate: ¿Qué siento? ¿Qué perspectiva única aporto? ¿Cómo he impregnado mi perfume en mi trabajo?

En un futuro dominado por la IA, el superhumano no surge de competir con las máquinas, sino de abrazar aquello que nos hace humanos.

Cada puente, novela o sitio web puede llevar la marca imborrable de la humanidad de su creador.

Inspirémonos en Dalí y Wilde –no para imitar su genio, sino para emular su coraje al expresar su yo auténtico-.

Ya seas estudiante, profesional o artista, el superhumano que hay en vos está esperando. No se necesita capa, solo la voluntad de crear, sentir y dejar una marca imborrable en el mundo.

La IA escribe y dibuja lo que encuentra; los humanos escriben y dibujan lo que sienten.

Quizás el desafío del superhumano de hoy esté claro: no renunciar al yo.

* El autor es asesor senior en diseño de noticias y profesor adjunto en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia. Es CEO y fundador de García Media. Ha rediseñado más de 750 publicaciones en 120 países. Es autor de 15 libros. Su último título: “AI: The Next Revolution in Content Creation”

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