San Nicolás es uno de los portales de acceso a los Esteros del Iberá por el oeste. Antigua estancia de 110.000 hectáreas, fue comprada por el conservacionista Douglas Tompkins –creador de Fundación Rewilding Argentina– a fines de los años 90 y donada a Parques Nacionales en 2017. Se encuentra a 27 kilómetros de San Miguel y a un poco más de Colonia Mboy Cuá, donde está la Posada Mbareté. Lo recorremos con Rocío González y Hernán Canteros de la agencia La Tata en Yverá, quienes además son pareja. Ella es licenciada en turismo, de Buenos Aires pero con familia de la zona, y él es guía baqueano, nacido y criado en San Miguel. Mientras charlamos, un primer ciervo de los pantanos se deja ver a lo lejos, mimetizado entre la paja colorada.
Nos llevan en una camioneta 4×4 por un camino público muy arenoso que atraviesa campos privados. Vamos abriendo y cerrando tranqueras entre parcelas forestadas, la mayoría con pino ellioti para extracción de resina. Rocío explica que Gran Iberá es una reserva –así declarada en 1986– que abarca 1.300.000 hectáreas de Corrientes. Está integrada por campos privados habilitados para la ganadería, agricultura y forestación; por parques provinciales que conservan el humedal; por localidades como San Miguel, Carlos Pellegrini y Loreto; y por el Parque Nacional, declarado como tal en 2018.
“El agua es jurisdicción de la provincia y las tierras, de Nación”, me explica Rocío cuando nos subimos a una canoa a botador para desandar el arroyo Carambola en dirección al sur. Estamos en el único portal de Iberá que no permite navegación a motor para turistas. Sin gente y sin ruidos, la calma es total.
El sol está radiante, la temperatura ambiente no supera los 20º y el arroyo –muy bajo por la falta de lluvias– corre suave y lleno de vida. Nicolás Amarilla, segunda generación de canoeros, suele trabajar para Rocío y Hernán. Impulsa el bote con una tacuara que en la punta tiene una horquilla. Como si remara, la apoya en el lecho del arroyo y nos impulsa, de un lado a otro. Cuenta que puede hacerlo porque la profundidad máxima es de cuatro metros; ahora ni siquiera llega a tres. Agrega que la madera de la canoa no se pudre porque es timbó, liviana y elástica.
A nuestro alrededor, teros –el real es una belleza–, garzas, tuyuyús, biguás, chajás, jacanas y cuervillos muestran la cara más genuina de Iberá. Entonces hablamos de un jabirú que no vemos, pero Nicolás lo describe como “el autonomista del parque”, por su cuello rojo. Y cada vez que menciona el árbol “ambay” pronuncia la “a” como una “e”, bien nasal y netamente guaraní.
Claro que además de aves, a orillas del Carambola hay yacarés. Muchos más ejemplares del negro que del overo, cuyo cuero lo convirtió en presa fácil. Y entonces vemos otro ciervo de los pantanos. Confiado y manso, es el cérvido más grande de Sudamérica y está en peligro de extinción.
Antes de encarar la tarde, el almuerzo es en la zona de uso público del portal, donde Hernán se luce con un pacú a la parrilla. Rocío nos cuenta sobre las creencias de la nación guaraní, mientras tomamos vino y dan ganas de una siesta.
Para terminar, el sendero La Cañada atraviesa pastizales y representa poco más de una tercera parte de los 10 kilómetros de sendero que hay en este portal del Parque Nacional. Un yetapá de collar va de paja en paja, minúsculo y a la vez vistoso. La pluma de la cola lo ayuda en el cortejo de las hembras. Ave emblema del parque, a no confundirlo con la tijereta.
El sendero termina en un monte, que acá son siempre “islas” en medio del pastizal y no selvas en galería, como en Iguazú. Lapachos, timbós y laureles nos regalan sombra entre bromelias y tacuaras. Los arañazos de un puma sobre el tronco de un árbol sangre de dragón dan cuenta de que alguna vez estuvo aquí. Y de pronto, ¡otro ciervo de los pantanos! Ahora, a menos de diez metros. Es una hembra que come hojas de un árbol y avanza hasta encontrarse con su cría. “No nos ve porque tienen poca visión, pero muy buena audición y olfato”, me susurra Rocío. Después de haberlo visto desde la camioneta y desde la canoa, nos emociona descubrirlo a pie, en igualdad de condiciones, en el hábitat que compartimos.
Datos útiles
La Tata en Yverá. Para entrar a los esteros por el portal San Nicolás, guían Rocío Gonzalez y Hernán Canteros. La propuesta incluye navegación, almuerzo con vino, trekking con avistaje de fauna y aves. Didácticos y aquerenciados, transmiten las curiosidades de Iberá. De abril a septiembre ofrecen la experiencia de 8 a 16 horas, y en verano la salida es por la tarde. Desde $120.000 por persona en base doble. Niños hasta 4 años no abonan y de 5 a 11 años, solo el 50%. Av. Dolores Godoy y Bension Pischik. T: (3781) 41-2253. IG: @la_tata_en_yvera
Posada Mbarete. En el Parque Iberá, Máximo Balderiote y Milagros Fernandez reciben huéspedes en cinco 5 habitaciones (2 dobles, 2 triples y 1 cuádruple). Divinamente atendida por sus dueños, sirven desayuno. Opcional almuerzo y cena con menú fijo. Desde $75.000 por persona en base doble, con desayuno y merienda. Calle s/n, paraje Mboy Cuá, San Miguel. T: (3781) 46-1414. IG: @mbareteposada
Kiko Damasco Cabalgatas. Con una muy buena tropilla de 30 caballos mansos, Kiko Damasco y su hijo Agustín hacen salidas por la zona rural, en el Parque Iberá. Con experiencia y don de gentes, encarnan el espíritu correntino. Desde $20.000 por persona la salida de una hora y media. T: (3781) 40-0153. IG: @kikodamasco y @agusdamasco