La salud debe cuidarse en cualquier momento de la vida. No existe una edad determinada para incorporar hábitos beneficiosos: en todas las etapas del ciclo vital es necesario sostener prácticas que favorezcan el bienestar.
En ese sentido, un estudio científico planteó que el período entre los 36 y los 46 años representa una etapa fundamental para definir la salud en las décadas posteriores. Los investigadores identificaron tres rutinas fundamentales que pueden mejorar significativamente las probabilidades de alcanzar una longevidad saludable.
Los investigadores encontraron que la acumulación actual y temporal de múltiples conductas de riesgo se asoció con un menor bienestar y salud mental. Prevenir estas conductas en las primeras etapas de la adultez y la mediana edad es crucial para evitar su acumulación y los consiguientes riesgos para el organismo.
“Nuestros hallazgos resaltan la importancia de abordar los comportamientos de salud riesgosos, como fumar, beber en exceso y la inactividad física, lo antes posible para evitar que el daño que causan se acumule con los años y culmine en una mala salud mental y física en la vida posterior”, dijo la autora principal del estudio, Tiia Kekäläinen, científica de la salud especialista en envejecimiento de la Universidad de Jyväskylä e investigadora especial en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Laurea.
Los resultados del estudio fueron publicados en Annals of Medicine.
Los factores asociados al deterioro físico y mental
Los datos para la investigación fueron tomados del Estudio Longitudinal de Personalidad y Desarrollo Social de Jyväskylä. “Este estudio utilizó datos recopilados a las edades de 27 (1986), 36 (1995), 42 (2001), 50 (2009) y 61 (2020-2021)”, revelaron en el trabajo, que siguió a más de 200 personas.
Durante esos controles, se midieron indicadores como la presión arterial, el perímetro de cintura, los niveles de glucosa, colesterol y otras grasas en sangre. Al mismo tiempo, los participantes respondieron cuestionarios sobre su bienestar psicológico. Los investigadores también registraron si, en algún momento, fumaban, consumían alcohol en exceso o realizaban actividad física con una frecuencia inferior a una vez por semana. La presencia de estos tres factores se asoció con un deterioro tanto físico como mental, observable incluso desde los 36 años.
“La acumulación actual y temporal de múltiples conductas de riesgo para la salud se asoció con un menor bienestar y salud mental. Prevenir estas conductas en las primeras etapas de la edad adulta y la mediana edad es crucial para evitar su acumulación y los consiguientes riesgos para la salud”, escribieron los especialistas en la publicación.
Justamente con respecto a conductas de riesgo para la salud, un estudio reciente, publicado en el Journal of Addiction, reveló que cada cigarrillo fumado reduce en promedio la esperanza de vida en 20 minutos: 17 minutos para los hombres y 22 minutos para las mujeres, ofreciendo una precisión exacta. Este dato casi duplica la estimación previa, publicada en el año 2000 por el BMJ, que calculaba una reducción de 11 minutos por cigarrillo.
Los resultados del estudio se difunden en un contexto en el que, por ejemplo, el accidente cerebrovascular (ACV), conocido también como ictus, ha dejado de ser una preocupación exclusiva de los mayores de 60 años. Ahora, afecta cada vez más a adultos jóvenes y mujeres a nivel mundial. Datos recientes muestran que dos importantes estudios destacan esta tendencia, suman evidencia científica sobre el creciente número de casos y la mortalidad asociada a esta afección.
Uno de estos estudios, publicado en The Lancet Regional Health – Americas, analizó la evolución de estos eventos cardiovasculares en los últimos 30 años en las Américas. A pesar de que las tasas ajustadas por edad disminuyeron entre 1990 y 2021, desde 2015 se observa un incremento en la incidencia de ACV en personas más jóvenes, así como un ritmo más lento en la reducción de la mortalidad general.
La investigación, que abarcó 38 países y territorios de las Américas, fue realizada por un equipo internacional de científicos, entre los que se encuentran dos investigadores argentinos. Uno de ellos es el neurólogo Sebastián Ameriso, jefe del Departamento de Neurología de Fleni y del Centro Integral de Neurología Vascular de la institución. El otro es el neurólogo Matías Alet, miembro del Centro Integral de Neurología Vascular de Fleni, secretario de la Sociedad Neurológica Argentina y parte de la Unidad ACV del Hospital Ramos Mejía.
La doctora Sarah Jackson, investigadora principal del grupo especializado en alcohol y tabaco del University College de Londres, señaló que “Fumar no acorta solo los años finales marcados por enfermedades, sino los relativamente saludables de la mediana edad”.
El estudio también indica que un fumador que haya alcanzado los 60 años podría tener una condición de salud comparable a la de un no fumador de 70 años.
Aunque algunos fumadores llegan a edades avanzadas, muchos enfrentan enfermedades asociadas con el tabaco o fallecen de manera prematura, a veces incluso antes de los 40 años. Estas diferencias se explican por factores como la cantidad de cigarrillos consumidos diariamente, la profundidad de las inhalaciones y la predisposición genética a las toxinas del humo.