Ides Kihlen cumple 108 años y es la pintora en actividad más longeva del arte argentino

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El departamento de la Avenida Alvear tiene la cara lavada y un orden nuevo. Se pintaron las paredes de un blanco reluciente, y ya no hay murales espontáneos de Ides Kihlen en cualquier parte. Se conservan los del baño y el palier, pero la pintura, que antes se desplegada por toda la casa, ahora va quedando recluida a la mesa de cocina. Ides ya no necesita tanto lugar. Este jueves cumple 108 años. Aunque le cuesta sostener pinceles, trabaja con crayón.

“La Casa de Tucumán tenía una clara orientación ideológica y partidista”

Es la pintora en actividad más longeva de la historia del arte argentino (y quizás, de todo el mundo). En 2022 murió la pintora cubana Carmen Herrera a los 106 años y la dejó sola en este prodigio de trabajar más allá de la centuria. Como ella, Herrera también había empezado a ser reconocida después de los 80 años.

El dormitorio dejó de ser un “bochinche”, como ella le decía. Quedaron la cama, la televisión con la que se entretiene de a ratos, la mesa de luz con sus varios pares de anteojos… y donde antes había una gran mesa de trabajo siempre en uso, ahora duerme su piano, que ya no puede tocar. La mujer que está sentada en el taburete es ella misma, pero de resina. Se trata de una réplica suya tamaño natural, que le hizo el escultor Fernando Pugliese, y que confunde al visitante. Es un clon eterno. En las paredes relucen sus diplomas de Ciudadana Ilustre y Doctora Honoris Causa.

Se extraña ese lío de papelitos en la mesa ratona de cristal, que por primera vez reluce. Parece que todo lentamente se va quedando quieto. Pero no. Ides no pide permiso a las horas y se levanta de la cama. Pasa rauda con su andador lleno de colores hacia la cocina, donde la llaman la pintura o el hambre. Pinta cosas chiquitas: sigue creando esos complejos universos donde aparecen números y espirales. “Había dejado, pero ahora volvió a dibujar. Ella es muy buena. Está tranquila siempre. Mira en televisión programas de comidas y de pintores, y algún noticiero”, señalan.

Todo cambió el último verano. Alquilaron una casa para pasar la temporada en San Isidro, mientras se pintaba el departamento. El plan era disfrutar el verde y la pileta, pero a Ides le resultó muy extraño y dijo al llegar: “Parece un hospital”. Estuvo desconfiada, hasta que realmente se convirtió en lugar de internación, no para ella, sino para su hija y su sobrina: las dos se fracturaron. “Me rompí el pie apenas que llegué y pasé 50 días enyesada. Al día siguiente, mi prima se enganchó con la reposera dos dedos del pie y se fracturó”, cuenta Silvia. Terminaron una en cada sillón, e Ingrid, de enfermera. Ides, premonitoria. Los perros fueron los que mejor la pasaron. “Volvieron gordos y repuestos”, señalan.

Hace unos días tuvo una visita especial: Julio Bocca. Recibió en donación una pintura para subastar a beneficio del Teatro Colón y otra obra suya ilustra el programa del ballet Cascanueces. También pintó zapatillas de punta a beneficio de la Fundación Julio Bocca. Así que Bocca le agradeció todo esto con una visita. Ella estuvo charlatana. “Le dijo ‘sos tan buen mozo’“, cuentan las hijas.

A beneficio de la Fundación Julio Bocca: a la derecha, las zapatillas intervenidas por Ariel Mlynarzewicz; a la izquierda, inconfundibles, las que pintó Ides Kihlen

“Antes de que llegaras me dijo que está en un momento de reflexión sobre su pintura, pensando en lo que hizo hasta ahora. Lo mejor estaba por venir, a veces las pausas son buenas para ordenar la obra, la pintura lo necesita”, cuenta el artista y curador Dardo Fabián Flores, quien asiste al trío con la producción de libros y muestras.

Silvia ya cumplió 80 años y dice haberse jubilado del trabajo de ser hija de Ides Khilen. Sigue Ingrid, joviales 78, a toda marcha. Preparan un gran libro de 270 páginas, con sus últimas series y un texto de Andrea Giunta, que saldrá en algunos meses por el sello del Museo Nacional de Bellas Artes. También, su obra estará en arteBA, representada por la galería Via Margutta. Para fines de octubre, inaugurará una gran exposición en el Palacio Duhau. “También estamos con los trámites para donar obra a uno de los museos más importantes del mundo”, dice Ingrid.

En estos casi treinta años de vida pública, Ingrid y Silvia hicieron muchísimas exposiciones en el país y en el exterior, viajaron a ferias por todo el mundo, publicaron libros y organizaron homenajes. Su obra despierta pasión entre coleccionistas, que no piensan deshacerse de lo que compran. “A un solo coleccionista le vendimos 60 cuadros. En la feria de Australia, un arquitecto compró el stand completo, de 25 cuadros. A la muestra del Bellas Artes iban ¡900 personas por día!”, detalla.

¡Qué lindo!, dice Ides Kihlen cuando ve su propia obra

Los festejos de cumpleaños esta vez serán tranquilos: un champagne, unas flores y un bombón, como mucho. Le avisaron ayer de mi visita. “¡Qué gran noticia!”, dijo emocionada. La entrevisto desde que tenía 85 años y daba sus primeras notas, tras salir del clóset de pintora secreta y lanzarse a una ya larga carrera pública, llena de éxitos. Pero al llegar, la encuentro callada. Perdió su audífono y cuesta comunicarnos. “Encantada de conocerte, otra vez”, dice con una precisión filosófica correctísima. Inteligente siempre, aun en la lejanía con el mundo propia de quien ya lo trajina hace más de un siglo.

Sale de su trance en dos momentos. Primero, cuando le ofrecen una copa de champagne: ¡Sí!, rotundo. Skol, dice en su lengua natal al brindar. Y luego, cuando agarro en mis manos su libro de artista y empiezo a pasar las hojas. “¡Qué lindo!, ¡qué bárbaro!, ¡qué maravilla!”, dice con deleite ante cada obra suya, donde aparecen sus leit motiv: el 5, los teclados, el rojo (que es la nota do, porque a sus cuadros los puede pintar o tocar en el piano). Siento que si pudiera, volvería a pintar a cada una de estas obras. Es un disfrute tan grande el que se dibuja en su cara… Para eso vive, Ides. Para eso siempre vivió: para el arte.

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