Lo que se temía ya sucede. El desbarajuste de mercado provocado por el muy desordenado desarme de las Letras Fiscales de Liquidez (LEFI), y el brutal impacto que tuvo sobre las tasas de interés cuando el Gobierno reaccionó y volvió a buscar secar la plaza, golpea de lleno a las empresas y familias que recurren al financiamiento temporal por vía bancaria.
Lo confirma y deja a la vista el fenomenal salto del 35,22 al 86,32% nominal anual que dio la tasa por descubiertos tomados de cuentas corrientes, según el promedio relevado por el propio Banco Central (BCRA) en su último informe monetario diario, con datos hasta este martes.
Eso indica que la asistencia crediticia por esta vía —preacordada hasta cierto monto y automática— se encareció 2,5 veces o un 145% en pocos días, un dato no menor tomando en cuenta que los bancos tienen prestados por este tipo de líneas $9,3 billones al sector privado, según los datos oficiales.
El descubierto de cuenta corriente es muy usado por muchas empresas, por caso, para afrontar gastos corrientes, cumpliendo con pagos que recuperan a medida que les ingresan los cobros por la actividad realizada o la producción vendida. De allí, el impacto que puede tener este ajuste.
“Lo que estamos viendo es el riesgo de no haber previsto la volatilidad cambiaria y financiera y el efecto que puede tener sobre la economía real“, señaló el economista Amílcar Collante, del Centro de Estudios del Sur (CeSur).
Su colega Federico Machado, de Open, explica que con la salida del cepo “el Gobierno tuvo que elegir entre controlar el precio del dólar, controlar la tasa de interés o controlar la cantidad de dinero, y eligió lo segundo con un objetivo de M2 privado transaccional. Pero para que esto fuera puro, debía eliminarse la tasa de interés de las LEFI para que no se siguieran generando pesos por la tasa automática del 29% que cobraban por su exceso de liquidez”.
“Al discontinuarlas, generó una inyección de liquidez que tumbó las tasas, algo que sucedió en medio de una suba del dólar oficial, dado el cambio de trimestre (fin de cosecha, aguinaldos, vacaciones, más demanda de energía)”, prosiguió.
“El Gobierno, viendo esto, decidió salir a absorber la liquidez (el BCRA vendió Lecap y el Tesoro licitó nuevos títulos pagando tasas altas) y lo hizo con tanta fuerza que luego quedó muy poca liquidez disponible a corto plazo. Resultado: eso calmó al dólar pero empujó las tasas reales hacia arriba, lo que no es bueno porque encarece el crédito, tiende a enfriar la actividad (que ya viene pesada) y deteriora el resultado fiscal. Si no se compensa con mayor superávit primario, hace crecer la deuda en términos reales”, concluyó.
La cuestión es que ese sobrecosto se traslada de lleno a un sector privado que, en muchos casos, ya viene manejándose con ecuaciones de operación muy ajustadas para poder competir con el avance de la producción importada.
“Estas tasas son realmente ilógicas con el nivel de inflación que tiene hoy por hoy la economía y frenan la demanda de crédito. La cuestión es para los que no pueden cortar esa asistencia: este tipo de golpes financieros precipitan problemas que las compañías buscan trasladar o se ven obligadas a absorber cuando ya no pueden”, advierte Guillermo Barbero, del First Capital Group.
Para el economista Claudio Caprarulo, director de la consultora Analytica, la fuerte volatilidad y el alto nivel al que quedaron las tasas genera incertidumbre y demora decisiones de consumo e inversión. “La clave está en que, lo antes posible, se estabilicen y quede más claro cómo será finalmente el rol del Banco Central”, dijo días atrás a LA NACION.