Varios países han decidido cambiar sus nombres y escogieron términos que, por razones históricas o culturales, mejor representan su identidad. Ejemplos recientes de esto han sido Turkiye, los Países Bajos y Macedonia del Norte. Más atrás en el tiempo, Sri Lanka abandonó el nombre de Ceylán, utilizado por el imperio inglés. Este proceso de cambio parece encaminarse en India, con un agitado debate donde se enfrentan la visión nacionalista/ hinduista del gobernante Bharatiya Janata Party (BJP), el enfoque integrador del opositor Indian National Congress (INC), las opiniones de grupos religiosos, y las de antiguas civilizaciones al sur del país.
La iniciativa impulsada por el gobierno de Narendra Modi –del BJP–, es adoptar el nombre de Bharat. De origen sánscrito, Bharat es el nombre de India en hindi y en otras lenguas del país, es de uso corriente, y aparece en la constitución fundacional de 1947. Este término tiene sus raíces en el nombre del emperador Bharata, que en la mitología hindú conquistó todo el subcontinente donde se sitúa la república de la India. Los límites del subcontinente, llamado Bharata Khanda en sánscrito, se extendían aproximadamente desde del río Indo al oeste, hasta la Bahía de Bengala al este, y desde los Himalayas al norte, hasta la actual Sri Lanka al sur. Ante este rico contexto histórico, Modi sostiene que el término “India” es un símbolo de la esclavitud colonial. En efecto, India fue un nombre impuesto durante el llamado Raj británico (1757-1947), y deriva del río Indo, que era la frontera oeste de su territorio –hoy Pakistán–.
Esta iniciativa levantó fuertes resistencias en un estado donde existen 22 idiomas oficiales. La principal fue la de los indios de origen dravidiano, una civilización anterior a la indoaria en el norte del país, que luego se desplazó hacia el sur, y cuyos descendientes son hoy 250 millones. De ella derivan lenguajes –tamil, telegu, malayalan–, que no tienen nada que ver con el hindi, de origen indoario. Por eso, los dravidianos siempre han preferido el inglés al hindi como idioma común del Estado, y han acusado a las clases altas hindúes –los brahmines– de querer imponer el hindi como idioma único y oficial del país. En tiempos de Nehru e Indira Ghandi –del INC–, esto dio lugar a una delicada “diplomacia del language”, donde se aceptó el inglés –además del Hindi– como lengua oficial “transitoria”.
Otros opositores se basan en argumentos histórico-religiosos u otros más pragmáticos. Uno es el de querer borrar a los mogoles –de religión musulmana–, que dominaron el norte de India durante 300 años, de la historia de India. Esto es inconveniente en un país con 200 millones de musulmanes. Otro más práctico es el del escritor y político Shashi Tharoor –del INC–, quien dice que no sería sabio abandonar un nombre con tanto poder de marca en el nivel mundial, construido a través de siglos, y en pleno auge.
Sin embargo, durante el G20 en India en septiembre de 2024, las invitaciones provinieron del “presidente de Bharat”, y Modi se presentó en una reunión con la Asean, como “primer ministro de Bharat”. A su vez, el canciller S. Jaishankar, luego de su exitoso libro The India Way de 2020, presentó otro en 2024: Porqué Bharat importa. Para sus críticos, este cambio se encuadra en una visión que apoya la supremacía hindú. En este contexto, la conciliatoria “diplomacia del lenguaje” de Nehru y de Indira Ghandi, ¿puede ser algo del pasado?