La carga (o impacto) que están teniendo en la Argentina enfermedades como las cardiopatías, la diabetes, el cáncer, las afecciones respiratorias crónicas o la obesidad más los trastornos de salud mental es “una de las más altas de la región” en términos no solo de la población, sino también de las pérdidas económicas y de oportunidad de desarrollo para el país, de acuerdo con los resultados de un informe presentado ayer en Washington por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) e investigadores de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de la Universidad de Harvard. Los datos locales fueron parte de una proyección de esos efectos para el período 2020-2050.
“Estas no son solo estadísticas de salud. Son señales de alerta fiscal”, sostuvo Jarbas Barbosa, director de la OPS, al abrir la conferencia de prensa en la que participó LA NACION. “La creciente carga de las enfermedades no transmisibles (ENT) y los problemas de salud mental se convirtieron en una emergencia económica; quizás el mayor desastre económico vinculado a la salud”, agregó, al referirse a los resultados del estudio.
El informe –titulado “Una gran tormenta acecha en el horizonte”– repasa el impacto macroeconómico en 10 países sudamericanos de esas enfermedades y los trastornos de salud mental, que se intensificaron desde la pandemia de Covid. El trabajo, según se explicó, fue encargado por la OPS al equipo de Harvard y, antes de su presentación, se les comunicó a los ministerios de Salud de los países. Barbosa lo consideró un insumo no solo para las autoridades sanitarias, sino también para los ministerios de Economía, los funcionarios a cargo de planificación y el Congreso.
“Las enfermedades no transmisibles (ENT) y los problemas de salud mental tienen un efecto económico negativo importante en todos los países sudamericanos estudiados, con déficits que van desde US$88.000 millones en Uruguay hasta US$3,7 billones en Brasil”, resumieron a modo de conclusión los investigadores coordinados por David Bloom, profesor de economía y demografía de la Escuela de Salud Pública de Harvard. “Las mayores pérdidas de producción se dan en Brasil, Argentina y Colombia, que son los países de la región con el mayor número de habitantes y los mayores efectos negativos previstos sobre la salud debidos a las ENT y los problemas de salud mental, medidos con el total de años de vida ajustados en función de la discapacidad [que causan]”, continuaron.
Apuntaron a relevar los costos ocultos relacionados porque, como hizo notar en director de la OPS, son enfermedades asociados a factores de riesgo o afecciones que se pueden prevenir o detectar más tempranamente para reducir un impacto que se está dando en edad laboral o productiva. Con Barbosa, participaron de la presentación Maddalena Ferranna, profesora asistente de economía farmacéutica y de la salud de la Universidad del Sur de California y ex investigadora asociada de la Escuela de Salud Pública de Harvard al momento de realizar el estudio; Silvana Luciani, jefa de la Unidad de Enfermedades no Transmisibles de la OPS, y Matías Irarrázaval, asesor regional en salud mental de la OPS.
Los países seleccionados para el estudio fueron, además de la Argentina, sus vecinos Uruguay, Brasil, Chile, Bolivia y Paraguay, junto con Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia. Se tuvieron en cuenta los productos brutos internos (PBI) de esos países, con proyecciones tomadas del Fondo Monetario Internacional (FMI), para revisar los riesgos asociados con el crecimiento de las ENT y los problemas mentales.
Las ENT incluyen cáncer, enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias crónicas, diabetes, enfermedades renales, enfermedades digestivas, trastornos osteomusculares, trastornos neurológicos, enfermedades de los órganos de los sentidos, enfermedades de la piel y subcutáneas, y otras. Los problemas de salud mental alcanzan a trastornos debido al consumo de alcohol, Alzheimer y otras demencias, trastornos de ansiedad, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, trastornos del espectro autista, trastornos bipolares, trastornos de la conducta, trastornos depresivos, trastornos debido al consumo de drogas, trastornos de la conducta alimentaria, discapacidad intelectual idiopática del desarrollo, esquizofrenia y oros trastornos mentales y neurológicos.
Las proyecciones se hicieron sobre las cinco ENT más prevalentes agrupadas: cáncer, enfermedades cardiovasculares, diabetes y enfermedades renales, enfermedades respiratorias crónicas y trastornos mentales. Se calcularon medidas –por ejemplo, cuántos años de vida saludable pierden las personas por discapacidad o muerte debido a estas enfermedades– para cuantificar de manera universal el impacto asociado con la discapacidad, diagnósticos y muerte que causan esas enfermedades para poder evaluar sus costos.
Recomendación
“La pérdida total de PBI en América del Sur asciende a US$7,3 billones (dólares internacionales de 2022) entre 2020 y 2050, lo que equivale al 4% del PBI total de la región”, refirió Barbosa. Al plantearlo en otras palabras, dijo que si los estados invirtieran en prevención y detección oportuna de factores de riesgo y enfermedades que están creciendo en la población, “el PIB anual sería cerca de un 4% mayor cada año durante 30 años”.
De hecho, un anexo del documento enumera las intervenciones que la OPS y la Organización Mundial de la Salud (OMS) definen como “rentables” para los sistemas sanitarios y la economía de los países. Están asociadas con la reducción del tabaquismo, el consumo dañino de alcohol, los alimentos “poco saludables” y la inactividad física. “Por cada dólar que un estado invierte en estas intervenciones, obtiene un retorno para su economía de entre dos y tres dólares”, mencionó Luciani. En los presupuestos de salud analizados, según expresó, los medicamentos son el segundo gasto más importante para las administraciones.
Pero, ¿cómo es el desempeño de la Argentina con los datos evaluados? “La carga de las ENT y los padecimientos mentales en el país es bastante alta”, respondió Ferranna a la LA NACION a partir de uno de los gráficos que proyectaron. “En términos de PBI anual, representa más del 4%, lo que es muy alto, y lo podemos comparar con lo que típicamente se gasta en otras áreas, como Educación o Defensa, por ejemplo. Comparado con los otros países, es una de las cargas más altas de la región”, agregó la investigadora.
Señaló que eso se debe a la demografía de la Argentina y el envejecimiento poblacional, la prevalencia de las ENT y ciertos factores de riesgo, en especial la diabetes, el tabaquismo, el consumo de alcohol y la contaminación ambiental, etcétera.
“Otro factor que explica el valor alto –continuó– tiene que ver con el sistema de salud argentino y el costo de los tratamientos para las ENT y los problemas de salud mental que es uno de los más altos en la región.”
Ferranna también incluyó en la ecuación el porcentaje estimado la población activa de un país y en qué medida esas enfermedades van a impactar [en esos individuos] y van a reducir la fuerza laboral. “En este caso, reducirá la cantidad de personas en edad de trabajar y la productividad de la fuerza laboral. Todos estos factores explican la cifra que hallamos para la Argentina”, anticipó.
Para Irarrázaval, el país tiene “un problema significativo en salud mental”, lo que influye en el resultado. “Representan una porción considerable de la pérdida del 4% del PBI, con tasas de ansiedad, depresión y suicidio que aumentaron dramáticamente desde la pandemia”, describió el asesor de la OPS para LA NACION.
El impacto económico, según explicó, se va manifestando a través de la reducción de la productividad laboral, un aumento de la demanda y el costo de la atención médica y una tensión en los servicios sociales. “Muchos adultos en edad laboral se ven especialmente afectados y esto tiene efecto compuesto en el crecimiento económico porque el grupo demográfico más productivo enfrenta desafíos de salud mental. Y hay que agregar el estigma asociado, que en la sociedad argentina todavía es un problema, y eso lleva a tratamientos atrasados y mayores costos en el largo plazo”, continuó.
Destacó a favor del país una ley de salud mental, la apertura de servicios de atención de salud mental en centros del primer nivel de atención y la participación en la iniciativa de la OPS orientada a la salud mental. Entre lo que podría implementar mencionó la telepsiquiatría, la evaluación (tamizaje) de problemas en controles clínicos de rutina, la capacitación de los profesionales y el financiamiento de los programas de prevención y detección temprana. “La distribución del presupuesto para salud mental todavía tiene que estar más enfocado en la atención primaria y la atención comunitaria”, precisó Irarrázaval.
El cierre de la presentación quedó a cargo del director de la OPS, que definió a la salud como “la base del desarrollo, la seguridad y la prosperidad”. En esa línea, en el texto del informe se insta a los ministros de salud, finanzas, planificación y responsables gubernamentales de la región a que “presten atención a esta advertencia y destinen los recursos necesarios, de inmediato y con una inversión constante y suficiente de cara al futuro, para hacer frente al desafío que plantean las ENT y los problemas de salud mental”.
Ocuparse de eso “requiere políticas audaces, coordinadas y basadas en datos”, dijo Barbosa. “El momento de actuar es ahora”, concluyó.