La arquitecta Andrea von Chrismar diseñó esta casa al sur de Chile con el objetivo de venderla a alguna pareja joven y aventurera, pero el combo de luz, practicidad y calidez interior impulsó a que fuese ella la que terminara instalándose aquí. Ni hablar de la ubicación: las vistas se nutren de un entorno rural, pero a tres kilómetros está el centro de Puerto Varas, pequeña localidad que brilla por su gastronomía, su arquitectura colonial de estilo alemán y recortes escenográficos de los volcanes Calbuco y Osorno.
El proyecto es parte de una serie de ‘casas-galpón’ que venía desarrollando en el Estudio. Son casas que se integran, a través de su fachada silenciosa, a las edificaciones locales; se vinculan con el paisaje mediante extensos ventanales, y tienen un mobiliario interior que rescata los oficios y las bondades de otros tiempos.
Arq. Andrea von Chrismar, de AVON Arquitectos, dueña de casa
El aporte local
Residente de esta zona desde hace más de diez años, la creadora de AVON Arquitectos busca, en cada una de sus obras, poner en valor la historia y los oficios locales al momento de elegir muebles y materiales. “Gran parte del equipamiento de esta casa consta de muebles de anticuario o comprados a productores de pueblos aledaños. Tiendo a buscar buena calidad, huella artesanal y permanencia en el tiempo, características que, en general, en un objeto cero kilómetro implican un costo altísimo”, comparte.
Las terminaciones reflejan lo mismo: una fachada revestida en madera, un piso de tablones reciclados, paredes y cielos rasos cubiertos de pino y una salamandra en la cocina cuyo tiraje irrumpe en la planta alta para calentar el dormitorio principal y hacerse notar. Y si Andrea estuvo personalmente detrás de la compra de cada pieza interior, ¿por qué no lo iba a estar en el jardín? “Lo voy armando yo misma, de a poco, con especies nativas, para contribuir a una reforestación natural del terreno”.
“Intenté construir una atmósfera interior sólida, con decisiones estructurales, materiales y espaciales que les diesen carácter a los ambientes antes de ser decorados. El objetivo es que la casa aguante cualquier ‘pilcha’.”
Puntos de fuga
“El programa de la casa consta de varios recintos pequeños e independientes. Se dividieron con mamparas de vidrio para lograr amplitud, fluidez y una conexión visual que traspasa la planta y lleva luz a cada rincón”.
De buena madera
“La elección del piso de laurel fue importante para constituir el carácter de la casa. Opté por madera reutilizada porque, además de reducir el impacto ambiental de la construcción, tiene la magnífica capacidad de agregar historia a un espacio recién nacido”.
Los muebles clásicos suman calidez en el cuarto. La cómoda fabricada en madera de roble reutilizada se integra a los más antiguos como el sillón Luis XV heredado y retapizado en lino.
En tonos múltiples
“En línea con la incorporación de mamparas interiores para iluminar e integrar la planta baja, unifiqué muros y cielos rasos con madera de pino aguada blanca para potenciar la continuidad visual entre sectores y sumar calidez y claridad”, detalla la arquitecta.
Etapas del corredor
La integración con el afuera ha sido, desde un principio, de suma importancia para este proyecto. Por eso, el semicubierto pasó por dos etapas. “El corredor abierto, protegido por un alero, se diseñó para cerrarse a futuro con mamparas y transformarlo en una galería transparente, un rincón de invierno aclimatado para hacerle frente al frío del sur de Chile”, detalla Andrea.
La madera de la fachada se colocó en listones horizontales superpuestos ya que, según Andrea, “de esa manera se resalta el espesor del material y se pone en evidencia el oficio de quien lo montó”.
Recientemente, la arquitecta concretó su deseo inicial de cerrar este espacio, trasladando a la fachada el concepto de mamparas vidriadas que atraviesa el interior de la casa. Un broche de coherencia que, de noche y con las luces encendidas, se transforma en un broche de oro.