Más allá de lo estético, estas reformas en casas reales muestran el deseo profundo de reconectar con lo esencial: vivir mejor, disfrutar lo cotidiano y hacer que cada rincón de la casa hable de quienes la habitan. Desde cocinas que se abren a la luz hasta patios que se convierten en refugios, cada proyecto invita a resignificar los espacios.
Nuevo sentido
En una casa con historia familiar en zona norte, Javier Biglieri, fotógrafo y director creativo de Büro Content Studio y Rodrigo Pedreira, actor y creador de Hábitat Concept, hicieron una reforma progresiva que puso a punto un clásico chalet de los 50.
En la etapa inicial, unificaron la cocina y el lavadero, que antes estaban divididos por una pared, lo que permitió que la luz natural del jardín trasero inundara el espacio.
Como sello distintivo, el zócalo del mueble bajo mesada se eligió en dorado, al igual que los tiradores y se sumaron azulejos verdes estilo ‘Subway’ en la alzada, aportando frescura y personalidad.
En el living, reemplazaron los antiguos postigos que impedían el paso de la luz por aberturas vidriadas. Pintaron todas las paredes y la chimenea en tono gris, mientras que mantuvieron el cielorraso blanco para aportar luminosidad.
Renovación de fachada
“La casa parecía oscura y petisa por los aleros. Una de las primeras medidas fue eliminarlos, para que las galerías quedaran despejadas, recobraran altura y fueran un conductor de luz”, contó el arquitecto Nicolás Vera sobre el chalet en Martínez que reformó para su hermana, la diseñadora Ampi Vera. Nicolás imaginó el techo de tejas a tres aguas convertido en uno de dos y de chapa negra, para así acercarse a una vivienda de estilo nórdico.
Vistas únicas
A metros de Plaza San Martín, en un edificio clásico donde funcionaban unas oficinas, llamaron al arquitecto Manuel Acevedo Gioja (Gioja Estudio) para renovarlo por completo. Tras finalizar la reforma, la dueña de uno de sus pisos que pensaba poner las oficinas en alquiler, decidió mudarse ella misma para no perderse la escena única que le propician, a diario, el Kavanagh, la Basílica del Santísimo Sacramento y las residencias del Hotel Plaza, que parecen volcarse sobre su terraza.
Durante años, muchas oficinas -sobre todo las ubicadas en el Centro- dejaron de lado sus patios, balcones y terrazas. Son esos espacios olvidados los que se convierten en rincones capaces de transformar la experiencia cotidiana. No importa el tamaño: una intervención bien pensada puede abrir la puerta a una forma de habitar más luminosa, conectada y vital.
Nuevo look, mismos metros
Mary Joe Gardener, ingeniera agrónoma, jardinera profesional y mamá de siete transformó integralmente su cocina tras 26 años de uso intenso. “Cuando me puse a soñar con un cambio, hará dos años, me imaginaba una cocina de campo, al estilo de la Provence en cuanto a los colores, la madera clara y los cacharros a la vista. Sin despreciar lo que tenía, me pareció que había llegado el momento de buscar algo más alegre”.
Su arquitecta, Delfina Jordán, recuerda el inicio del proyecto: “Charlamos con Mary Joe un par de horas, me contó de su amor por la jardinería y me dijo: ‘Quiero claridad’. Y me di cuenta de que a alguien tan amante de la naturaleza (y con ese jardín maravilloso que logró con el trabajo de años) se la tengo que traer adentro, sumando elementos blancos que lo permitieran”.
Recuperar lo olvidado
Una pareja de abogados adquirió un departamento en Recoleta con el objetivo de transformar el patio en un espacio de encuentro, similar a las casas de las afueras. Y lo lograron. En un proceso por etapas junto a la arquitecta Victoria Romano (Estudio Romano-Cal) demolieron el antiguo depósito del fondo y construyeron un quincho, además de una pileta revestida en piedra Bali, con playa húmeda y solárium de piso atérmico.
Con identidad propia
Junto con Estudio Trama, la creadora de Happy like a Hippo transformó su cocina convencional en un espacio vibrante y multifuncional, ideal para grabar sus recetas en vivo. Aunque la cocina estaba en buen estado, le faltaba luz, no destacaba visualmente y su distribución la obligaba a cocinar de espaldas a la cámara.
Dos decisiones definieron el rumbo del proyecto: integrar los ambientes, un pedido clave de la dueña, y la segunda la tomó por sorpresa. “Ella había pensado en algo blanco y le propusimos usar color para que su espacio fuera rápidamente reconocible en redes”. Aunque ahora se conecta con un living de parquet, el piso de la cocina se resolvió en porcelanato, pensado para resistir el uso intensivo que implica dar clases presenciales.
Desde cero
La arquitecta Marina González convocó a un equipo de colegas para renovar completamente un departamento en Recoleta. “No tenía ningún toilette, algo que se quería incorporar al nuevo departamento. Antes, todos los baños eran grandes, completos y compartimentados, además de conservar su estilo original”, contó.