La inverosímil clasificación del youtuber-boxeador estadounidense Jake Paul, de 28 años y 13 combates, como 14° retador al campeonato mundial crucero de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), acaecida tras su victoria sobre el mexicano Julio César Chávez (h), acrecienta la relativa credibilidad del sistema de confección de los escalafones internacionales y amerita, tal este caso, innovaciones propias de otros deportes.
¿Es necesaria la aceptación en el boxeo del wild card (comodín) utilizado en el tenis para justificar la inclusión de púgiles sin los méritos suficientes para participar en las grandes competencias bajo responsabilidad de las organizaciones pertinentes?
La inserción por conveniencias económicas y publicitarias de un púgil como Paul, que en sus dos últimas peleas dirimió con adversarios que lidiaron con la muerte antes de boxear con él, no contempla justificaciones en las clasificaciones oficiales (AMB). Y menos aún recompensas deportivas. Batió a un Mike Tyson de 58 años, reconsiderado boxeador profesional por la Comisión de Texas e internado de urgencia por hemorragias digestivas seis meses antes del duelo; y ahora doblegó a un veterano como Chávez, de 39 años, casi retirado, que forcejeó con la tragedia por adiciones múltiples en un par de ocasiones y terminó deportado a México por investigadores federales de Estados Unidos al comprobar su conexión con carteles del narcotráfico. ¿Es meritorio este tipo de logros para ser ranqueado y frenar el ascenso de decenas de pugilistas que buscan ese sitio desde hace años? No, de ninguna manera. Es algo grosero e inentendible.
El caso Paul abre algunas comparaciones con las recordadas contiendas del actor Mickey Rourke, quién boxeó con licencia profesional entre 1991 y 1994, lapso en el que ganó 6 peleas y empató dos. Al respecto, LA NACION se comunicó con el norteamericano Sean Gibbons, exrival de Rourke y allegado actualmente a Paul y nos dijo: “Jake le saca una gran diferencia a Mickey. Es joven, fresco y mucho mejor boxeador que Rourke. ¡Por favor!”.
Deducimos que es hora de crear un wild card pugilístico bajo responsabilidad civil y penal del organismo que los habilita a subir al ring en el más alto nivel.
El venezolano Gilberto Mendoza (h), presidente de la AMB e impulsor de esta medida, siempre se aferró a un principio básico en su mandato: “prueba y error”, tal si fuese un eslogan. Mendoza, es un experto en técnicas de boxeo y cuesta admitir la inclusión de un púgil escasamente creíble como Paul en un lugar de su ranking. Del mismo modo que tiempo atrás dividió en cuatro porciones cada título mundial de un mismo peso y necesitó años para rever estás peculiares disposiciones.
¿Sería útil el wild card boxístico, también, para justificar la presencia del filipino Manny Pacquiao, que peleará por el cinturón welter del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) el próximo sábado, a los 46 años, tras cuatro temporadas de inactividad y con su última victoria en 2019? Totalmente. Es una circunstancia diferente a la de Paul, pero ilógica para ostentar un quinto lugar en el ranking mundial (CMB).
Pacquiao, lleno de méritos y con seis coronas mundiales ganadas en pesos diferentes en organismos oficiales, evidencia un envejecimiento atlético total y en su última pelea ante Yordenis Ugas, en 2021, perdió y dejó una imagen de boxeador acabado, casi un agravio para un profesional del cuadrilátero. ¿Qué sentido tiene todo esto? Ninguno. Sólo ganar un poco de plata quemada.
El boxeo necesita un wild card excepcional. Todos sabremos, entonces, de qué se trata este recurso y a quiénes apuntarles cada vez que se utilice. Así de directo y simple.