Hay jardines con pérgolas de diseño, esculturas minimalistas y macetas que valen más que una notebook. Y después están los otros. Los jardines que se arman con lo que hay. Con lo que sobra. Con lo que parece que ya no sirve. Y, sorpresa: muchas veces, son los más vivos, los más auténticos, los más disfrutables.
Porque, seamos honestos: la naturaleza no tiene pretensiones. Tirás una semilla en una lata vieja y te contesta con flores, le das una tabla rota y la convierte en sombra. El reciclaje, en el jardín, no es solo una cuestión estética ni una declaración ideológica, es botánica aplicada con ingenio.
Empecemos por lo más básico: la tierra. ¿Es posible abonar sin gastar? Por supuesto, sólo es necesario guardar los restos de frutas y verduras, cáscaras de huevo, saquitos de té, café usado y hasta servilletas de papel usadas.
Todo eso, mezclado con hojas secas y paciencia, se transforma en oro marrón: compost. El compost mejora la estructura del suelo, aporta nutrientes y retiene la humedad. Y, lo mejor, se hace solo (bueno, casi).
Si le ponés lombrices californianas al compost, vas a tener un jardín más feliz que una planta en primavera.
Macetas recicladas: bienvenidas todas
No hace falta ir a comprar. Cualquier recipiente que aguante tierra y tenga drenaje puede ser una maceta: una tetera vieja, un zapato huérfano, un bidón cortado, un balde, un cajón…
Lo importante es perforar siempre la base y usar grava o trozos de cerámica rota para asegurar el drenaje. Y si el contenedor es de metal, lo ideal es aislarlo con una capa de geotextil o una bolsa reciclada para evitar que se caliente demasiado al sol.
Estructuras con historia
Palets, maderas de obra, puertas desvencijadas, ventanas sin vidrios: todo eso puede ser el esqueleto de un jardín vertical, una estantería para aromáticas, una pérgola improvisada o un cerco para proteger a las plantas más tímidas.
Lo importante es usar maderas que no hayan sido tratadas con productos tóxicos
Si no te molesta el look oxidado, podés usar también rejas viejas o portones para que trepen las enredaderas.
Plantas que te lo hacen fácil
Si hablamos de cero gasto, tenemos que hablar de multiplicación. Muchas especies se reproducen por esquejes, división de matas o hijuelos.
¿Ejemplos? El incienso (Plectranthus coleoides), la lavanda, los potus, las cintas (Chlorophytum), la menta, los malvones.
Sin intenciones de promover el saqueo botánico, vale aclarar que la sabiduría popular considera que “gajo robado prende mejor” y, cierto o no, hay una especie de permiso tácito para “robar” gajos de plantas, especialmente si se hace con respeto y amor botánico.
También se puede pedir un esqueje a un vecino o intercambiar gajos con amigos, depositarlos en un frasco con agua y mirarlos hacer magia.
El jardín humilde
Armar un jardín reciclado no es solo una forma de ahorrar: es un gesto. Es decirle al mundo que lo bello también puede ser humilde. Que lo verde no necesita etiquetas ni precios altísimos. Que la naturaleza se adapta, se reinventa y florece incluso en una lata oxidada.
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Así que sí, con un poco de intuición, algo de compost casero y un ojo entrenado para ver tesoros en la basura, podés tener un jardín con estilo. Es más: probablemente sea mucho más interesante.