Jesse Armstrong, el creador de Succession, habla de su nuevo film y del porqué sus personajes se refieren a la Argentina

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“Argentina es un caos”, dice Soup, uno de los personajes principales de Mountainhead, el telefilm escrito y dirigido por Jesse Armstrong, creador de Succession, que se estrena hoy en MAX. Sin levantar la vista de su teléfono, uno de sus amigos presente en la lujosa casa, ubicada en la cima de la montaña donde transcurre la acción, agrega: “Qué pena. Tengo una casa en Buenos Aires. No, esperen, creo que la vendí”. “¿La vendí?”, se pregunta Jeff (Steve Carell) a medida que de fondo una pantalla de TV muestra el derrumbe de un edificio en India, la noticia del asesinato del alcalde de París y sí, también focos de violencia frente a los bancos argentinos.

“¿Y si compramos Argentina?”, arriesga Venis (Cory Michael Smith), el máximo responsable de lo que parece ser un colapso global. El hecho de que, como le señalan los otros integrantes del cuarteto de potentados de la tecnología reunidos para un fin de semana de diversión en las alturas de Utah, la Argentina es un verdadero país y no una ficha en un juego de mesa, no lo detiene. Unos minutos más tarde, al grito de “Viva, Perón”, Soup, interpretado por Jason Schwartzmann, se conectará por Zoom con Buenos Aires. En el satírico universo creado por Armstrong, el más lastimoso entre los personajes de Mountainhead está a punto de convertirse en el presidente argentino.

En una charla con LA NACION, el guionista explica la inclusión de la Argentina en la trama, su regreso al mundo de los superricos, tras el éxito de Succession, y por qué sus personajes son como “los cuatro chiflados del apocalipsis”.

—Viendo la película desde la Argentina es difícil saber si hay que sentirse ofendido por el modo en que se habla del país en el film o halagado porque los personajes lo consideran un posible refugio en medio de la debacle mundial.

—[Risas]. Creo que la forma en que los personajes hablan de la Argentina dice más sobre ellos y su chauvinismo que de tu país. Sus diálogos representan los prejuicios arraigados en los Estados Unidos y en el Reino Unido, que suponen que los países de América Latina son peones del juego geopolítico que está en sus mentes. Sé que la Argentina es una democracia sofisticada que también ha tenido sus dificultades e incorporé la figura de Perón para evocar los regímenes donde todavía hay democracia, pero ha sido erosionada por el poder de un líder populista y carismático. Creo que Perón y el peronismo fueron una versión de eso y vale la pena repensarlo en el marco de la era actual en la que las grandes fortunas y las oligarquías buscan tomar el control.

Jesse Armstrong junto al elenco de Mountainhead en la presentación del film en Nueva York

Antes de explorar temas como los procesos democráticos, las luchas de poder y los protagonistas de la política mundial para la TV, Armstrong lo hizo en la vida real cuando trabajó en el Parlamento británico. Fue allí donde su fascinación por la política se tradujo en espanto y también en abundante material entre cómico y absurdo para usar en su carrera como escritor en programas como The Thick of It, Veep, y Succession y hasta para escribir y dirigir su primera película: Mountainhead.

—¿Después del fenómeno que fue Succession te preocupó volver a ambientar una ficción en el mundo de los superricos?

—Honestamente, no tenía intención de hacerlo. Pensé que iba a escribir otros proyectos que tengo en mente, pero no podía dejar de pensar en esta gente. Investigué muchísimo. Me pidieron que escribiera una reseña de un libro sobre Sam Bankman Fried, el tipo de las criptomonedas que fue a prisión, para el suplemento de cultura del diario Times, y eso me hizo replantearme lo que haría a continuación. Ya habíamos tenido una persona de ese mundo de la tecnología en Succession, el personaje de Alexander Skarsgård, Matsson, y por eso había leído bastante sobre el tema. A menudo para un escritor lo primero que te impulsa es encontrar la voz de tu personaje, eso fue muy importante para Succession. Cuando empecé a “escuchar” el tono de voz de cómo interactuaba esa familia sentí que estaba preparado para escribirlos. Y en este caso, sentí ese mismo clic que me hizo pensar: “Sé cómo hablan estos tipos, cómo ven el mundo y quiero escribir sobre ellos”. Prometo que no fue porque me gustaba pasar el rato en ese estilo de habitaciones beige y estar cerca de cristalería elegante y esas cosas. Fue por el poder que ostenta la gente en ese mundo. Succession era sobre los viejos medios, los medios tradicionales, y esta es una película sobre los nuevos medios, las redes sociales, que es la forma en la que cada vez más gente obtiene su sentido del mundo.

Montaña abajo

Los personajes principales de Mountainhead son un grupo de multimillonarios

La película imagina la reunión de cuatro multimillonarios en un fin de semana que pretende ser relajado, pero resulta de todo menos eso. Venis acaba de lanzar una aplicación que pone a la inteligencia artificial más avanzada al alcance de todos sin ningún tipo de regulaciones, lo que resulta en un diluvio de fake news, de videos apócrifos y de violencia civil que aparenta ser imparable. Entre bromas de mal gusto y constantes agresiones espetadas con una sonrisa, los amigos despliegan un nivel de sociopatía que en comparación hace que Logan Roy y su prole parezcan monjes budistas.

—¿Cómo definirías a los personajes del film?

—Pienso en ellos como una mezcla de los tres chiflados con los jinetes del apocalipsis. Creo que como la película hace equilibrio entre la comedia y la tragedia, esa dicotomía de los personajes resulta ideal para hacer avanzar el relato.

—Filmaste y editaste Mountainhead en apenas cinco semanas, ¿cuál era la urgencia para hacerlo tan rápido?

—Tuvimos una filmación de 22 días, más algunos fines de semana y luego pasamos a la edición. Fue rápido. Una de las razones fue que en este momento el mundo político, el de los negocios y la cultura parecen moverse muy velozmente. Quería escribir algo que saliera mientras todavía vivimos en la misma burbuja de tiempo. Y un largometraje puede tardar entre 12 y 18 meses y hasta dos años entre la preproducción y el estreno. En este caso era demasiado tiempo. Además, al ser director debutante, le tenía un poco de miedo al proceso y a veces es mejor simplemente dejarse empujar y saltar en lugar de dar vueltas, empantanado leyendo eternamente libros y viendo tutoriales de YouTube sobre cómo ser director.

—El proceso de realización fue muy diferente a tus experiencias en las series, ¿no?

—Sí, en cierto modo, fue más agradable porque con Succession, siempre estaba pensando en lo que venía después, en el próximo guion. Acá tuve que cerrar todo el texto diez días antes de la filmación para darle la oportunidad a los actores de leerlo y aprenderlo. Así, a partir de ese momento, pude, en gran medida, dejar de ser escritor y dedicarme a ser director. Lo que nunca conseguí en Succession.

—¿Por qué creés que últimamente ha habido un número creciente de historias de ficción sobre los ultrarricos?

—Siempre existieron relatos así, me parece. En TV, pienso en Dallas y Dinastía, por ejemplo. Es cierto que en los ochenta esos programas tenían un tono más telenovelesco y que ahora tanto los guionistas como el público están más interesados por los costados más oscuros de ese mundo. En mi caso, no siento particular curiosidad de lo que implica ser rico para estos individuos a nivel personal, en el sentido que sí se explora en The White Lotus, por ejemplo. Para mí, se trata del poder que ostentan, que obviamente está necesariamente ligado con ser muy acaudalado, sin embargo, no me imagino escribiendo sobre cuatro tipos que heredaron su fortuna y se reúnen en una casa en la montaña. Lo que quise explorar fue la realidad de estas personas que cuando mueven el mouse o deslizan el dedo por la pantalla tienen la capacidad para hacer temblar el mundo.

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