Integró uno de los primeros dúos del rock nacional: Pedro y Pablo. Junto con Miguel Cantilo, se hizo famoso por interpretar temas que respondían al espíritu libertario de los 70 y, a la vez, destilaban una poética muy singular: “La marcha de la bronca”, “Yo vivo en esta ciudad”, “¿Dónde va la gente cuando llueve?” y “Catalina, bahía”, entre otros. Hoy Jorge Durietz, la primera guitarra y la segunda voz de aquel dúo, prosigue su carrera musical en solitario (aunque de tanto en tanto se reúna con su antiguo compañero –actualmente radicado en España- para emprender alguna gira por todo el país). En 2002 editó un álbum solista, Jinete de a motor, con 10 composiciones propias. Y en 2020 publicó temas sueltos en plataformas musicales, con influencias del folklore y el candombe. Una reseña de todo eso –de las canciones del presente y del pasado- ofrecerá el sábado 12 de julio, a las 21, en el recital que brindará en Clásica y Moderna, el emblemático local de Av.Callao 892, que lo albergará por primera vez.
-¿Qué es lo mejor y lo peor de trabajar como solista?
–Lo mejor es que no necesitás ensayar con otros. No tenés que organizar horarios. La logística es mucho más fácil y tenés una gran independencia para todo. Tenía una deuda conmigo, de hacer mis canciones. No lo he hecho antes, y siento que este el momento para hacerlo. Me siento más maduro como para asumir que soy un músico y que puedo ocuparme de mi carrera realmente; porque no sé qué pasó en mi vida… Bueno, sí, pasaron cuatro matrimonios, seis hijos, un montón de cosas que me distrajeron mucho de lo que tengo que hacer realmente y de lo que recién ahora me doy cuenta. Quiero compensar el tiempo perdido y viajar por primera vez a Europa, algo que nunca hice, y llevar mi música de un país a otros. Quiero hacer una gira europea. Este es mi proyecto más deseado para el futuro a mediano plazo. Si no lo hago ahora, ¿cuándo lo voy a hacer?
-¿Todos tus nuevos temas están más cercanos al folklore que al rock?
-Sí. Hay una zamba y una chacarera. También compuse un candombe. Digamos que mi música actual se diferencia un tanto de la de Pedro y Pablo. Bah, de lo conocido del dúo, porque te comento que el 90% de las canciones que compusimos no se conocen, y entre ellas hay varios aires de chacarera. Por ejemplo, el tema “¿Qué han hecho con tu palabra?”, es una chacarera en la que Miguel se pregunta qué han hecho con la palabra de Jesús, por qué la han denigrado tanto.
-O sea que vos, como solista, te propusiste desarrollar el costado oculto de Pedro y Pablo.
-Seguramente. Porque viste que está eso del yin y el yang, ¿no? Bueno… Miguel siempre fue el yin, lo más luminoso, lo que está a la vista, lo que se ve más. Y yo…
-¿Miguel era el revolucionario y vos el romántico?
-Sí, esa es una buena definición, pero él también era romántico. Tiene canciones muy bellas, como “Catalina, bahía”. Yo lo admiro mucho como compositor y letrista. Dentro del rock nacional es uno de los tipos que ha escrito más temas con un nivel poético riguroso. Pero sí, claro, él era más revolucionario. Pero la gente, cuando habla de Pedro y Pablo, se refiere más a la historia de Miguel. Por eso para todos Pedro y Pablo es un dúo de protesta.
-Claro, a Pedro y Pablo siempre se lo emparentó con la música de protesta.
-Sin embargo, yo no tengo temas de protesta de mi autoría. Es que soy de los que dudan siempre. Tengo ascendente en Géminis y Luna en Géminis, lo cual me lleva siempre a ver el otro lado de las cosas y no dar nada por seguro. A tal punto de que compuse una canción que se llama “La milonga de la duda”.
La historia de Pedro y Pablo
-Haciendo un poco de historia, ¿cuándo te convertiste en el Pablo de Pedro y Pablo?
-En el inicio. Acababa de salir a difusión nuestro primer álbum Yo vivo en esta ciudad y no teníamos nombre, porque veníamos de tocar en La Fusa de Punta del Este en formato de trío (que incluía a Guillermo Cerviño), bajo el nombre de Los Cronopios. Entonces, antes de la primera nota que nos vienen a hacer a los dos solos, nos juntaron en la compañía grabadora y nos preguntaron cómo pensábamos llamarnos ahora, que solo éramos nosotros dos. A alguien se le ocurrió Pedro y Pablo y nos pareció potable. Desde el vamos yo me asumí como el Pablo del dúo, no sé por qué. Miguel, entonces, fue Pedro.
-¿El nombre no tuvo un origen religioso, como siempre se dijo? ¿No se refería a los apóstoles más populares?
-No, no. Yo fui a un colegio religioso, aunque no de curas, donde Religión era una de las materias más importantes. Y Miguel fue al San Agustín, que sí era de curas. Tal vez hasta el día de hoy todos piensan eso por nuestras educaciones. Pero en ese momento estaban de moda los dúos con dos nombres. También se barajó llamarnos Jorge y Miguel, pero nos pareció que eran nombres de coiffeurs (risas). Finalmente aceptamos los nombres que nos pareció serían fácil de recordar, fue algo marketinero. Otra opción hubiese sido llamarnos como un comestible… porque en esa época también estaban de moda los nombres de comidas o de golosinas.
-¿Es verdad que empezaron cantando en inglés?
– Sí, cantábamos temas de los Beatles. Éramos muy fanáticos de los Beatles, como, creo, todos los músicos de esa época. En realidad ese era el repertorio que hacíamos con Los Cronopios, más los temas que había empezado a escribir en castellano Miguel.
-¿Cómo se conocieron con Miguel?
-Por Guillermo Cerviño, que además de pertenecer a Los Cronopios era mi compañero de secundaria. El tema fue así: Miguel tenía un grupo en su colegio, que se llamaba The Bad Boys, que también hacía temas de los Beatles y de los Rolling Stones. Un día coincidimos en un evento de una parroquia. Mi amigo lo contactó y quedaron en venir todos a mi casa. Así surgió primero Los Cronopios y luego Pedro y Pablo. No era muy habitual encontrarse con gente que tocara música en esos colegios…mucho más que existiera una banda en alguno de ellos. Hoy en cada aula hay como 10 bandas, pero antes tocar un instrumento era rarísimo. Guillermo Cerviño (hoy arquitecto) y yo éramos los únicos que tocábamos la guitarra en nuestro colegio. Después supimos que la historia de Almendra fue algo parecida. Y años más tarde, también la de Sui Generis.
-¿Cómo se dividían las tareas dentro del dúo?
-Yo hacía los arreglos. En general, Miguel ya traía el tema cocinado y yo le ponía otra voz, un arreglo vocal que me gustara, y otra guitarra. Yo era como la primera guitarra, entonces hacía la parte de punteos y Miguel hacía la guitarra rítmica. Esa era la mecánica natural que nos salía.
–Hablemos de la casa de la calle Conesa, donde fundaron su propia comunidad hippie, y que además fue motivo de un disco, llamado justamente: Conesa.
-Para mí ese disco es el más lindo del dúo, el más representativo, el más auténtico y el mejor grabado. Está muy bien cantado y muy bien tocado, elegimos a cada uno de los músicos que participaron y no dependimos en absoluto (como en el primer álbum) de lo que opinara la grabadora. En ese entonces Miguel estaba fanatizado con Robert Plant, y lo imitaba en agudos y afinación. En cuanto a la casa… Acabábamos de cobrar derechos de autor en Sadaic y era un montón de dinero; nunca habíamos visto tanta plata junta. Ahí se nos ocurrió alquilar para que fuese nuestro centro creativo, para ensayar y hasta para vivir. Nos compramos los mejores instrumentos posibles, carísimos, y hasta una camioneta para poder trasladar todo.
Sin misticismos
-¿Cuándo se sumó el resto de la gente? ¿Cuándo se convirtieron en una comunidad hippie en pleno Belgrano?
-Eso no lo recuerdo bien. No me acuerdo por qué empezó a venir a vivir tanta gente. Yo no fui el que los trajo. Debe haber sido Miguel o algún amigo de Miguel, porque venían todos los músicos que se te ocurrieran a ensayar. Habíamos acondicionado el comedor como si fuera una sala de ensayo, lo forramos con lana de vidrio y telas, y entonces venían Pappo, Charly García y Nito Mestre (que estaban empezando). Ahí teníamos los equipos y creo que esa fue una de las primeras salas de ensayos de Buenos Aires. Como era una casa chorizo grande, con varias habitaciones, empezaron a venir también los de La Cofradía de la Flor Solar, que eran de La Plata. Luego se quedaron a vivir allí y ahí empezó lo del hippismo.
-Además de la música, ¿los unía una cuestión mística, como a los integrantes de Arco Iris?
-No, no nos unía como a ellos el yoga, la onda hindú y el sexo tántrico. Ellos, sin dudas, eran unos adelantados. A nosotros nos unía la cultura del hippismo, todo aquello del amor y la paz. Éramos todos pacifistas. La marihuana también nos unía. Yo nunca había fumado marihuana hasta allí, la probé por primera vez en la casa de Conesa. En fin, los Beatles y Woodstock nos habían cambiado un poco la cabeza, queríamos que el mundo se transformara, que todo fuera de todos, pero, ojo, no hablábamos de comunismo, hablábamos de amor. Yo aprendí mucho en esa casa, porque aparte todas las tareas estaban divididas, así que todos debíamos hacer de todo. De todos modos, yo no vivía en la casa, iba todos los días, pero seguía viviendo con mi familia, re cómodo.
-¿Vos siempre fuiste el más burgués del grupo?
– Sí, yo era el más burgués. Aunque el origen de Miguel era realmente patricio, yo, lo reconozco, era el más burgués. Yo prefería siguir viviendo en el departamento familiar de Av. Libertador y Gorostiaga. Después empecé a ir y venir al Bolsón, donde Miguel y los chicos de La Cofradía habían establecido otra comunidad hippie, llamado Granja Cruz. Estaba ubicada en Golondrina, a unos kilómetros al norte de El Bolsón, en una finca que había pertenecido al abuelo de la primera mujer de Miguel, Claudia Venegas. Yo iba de visita, pero, fiel a mi estilo burgués, siempre me volvía. Digamos que ahí el estilo hippie era distinto: era un estilo hippie gauchesco. Había que aprender a vivir cara a cara con la naturaleza y no había casi medios de comunicación con el exterior. Todo era muy silvestre.
Aquellos clásicos
-¿Cómo nacieron los temas más emblemáticos del dúo?
-Para ser sincero: no tengo mucha idea. Miguel hacía los temas porque tenía muchas cosas leídas, era muy lector, sobre todo de poesía y del movimiento tercermundista. Por eso empezó a escribir canciones cada vez más de protesta, cosa que yo no hacía. Yo no leía casi nada, era bastante bruto en ese momento. Ni siquiera sé con seguridad cómo surgió “La marcha de la bronca”. Tal vez se inspiró en una protesta general o se trató de una observación del estado de situación. Lo que sí sé es que no fue para nada un tema violento, como algunos creen. “La marcha de la bronca” era un tema pacifista; termina diciendo: “bronca sin fusiles y sin bombas”. Nosotros siempre adherimos al movimiento pacifista y al no a la guerra. Hoy sigo pensando que si la música logra cambiar los corazones de la gente, la gente, luego, cambiará el mundo. No creo que nada se pueda cambiar a la fuerza y que los cambios generales siempre empiezan por los individuales.
-¿Cómo surge “Catalina, bahía”? ¿Quién inspiró el tema romántico del dúo?
-En el verano posterior a la grabación del primer álbum de Pedro y Pablo, volvimos a tocar a Punta del Este, esta vez a un bolichito sobre la playa llamado Gurú, donde también tocaba Facundo Cabral. Allí apareció una parejita habitué, conformada por Alberto y Katy. A esa altura nosotros ya teníamos 22 años y ellos 18 ó 19. Ellos iban todas las noches, hasta que un día Miguel se puso a hablar con ella y luego, cuando retornó a Buenos Aires, la llamó. Fue su primera pareja y, es más, yo creo que también fue su primera mujer. Nunca lo hablamos, pero yo creo que él era virgen y debutó con ella, que también era virgen. Por eso el tema es tan pero tan especial. No sé si hago bien en contar esta infidencia, pero lo hago porque muchos piensan que Catalina era un prostituta, y nada que ver. La de ellos fue una relación de inocencia total. Por eso, además, la canción resultó -y aún hoy sigue resultando- tan bella.
-Por último, ¿es cierto que hoy vivís en una casa flotante? ¿Es tu retorno a la naturaleza?
– Es una forma de volver al hippismo o a otro tipo de hippismo, en fin, de celebrar un retorno a la naturaleza. A mí me gusta mucho el río porque mi papá tenía un barco en el Club San Fernando, entre mis ocho y 12 años, con el que íbamos a Carmelo. Bueno, ahora, ahí mismo, tengo amarrada una casa que construí yo mismo y de la que me siento muy orgulloso. Aún recuerdo cuando en las clases de música, en el colegio, teníamos que cantar “Canción del jangadero” y siempre, en el medio de la canción, me ponía a llorar. Es evidente que tengo una conexión muy fuerte con el río y que, con solo mirarlo, me emociono. Sí, sigo siendo un romántico.
Para agendar
Jorge Durietz, en concierto. Sábado 13 de julio, a las 21. En Clásica y Moderna (Av. Callao 892). Entradas: por Plateanet.