Jorge Sesán: de Pizza, birra, faso y Okupas a El Eternauta, el actor que nunca dejó su trabajo como albañil

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El éxito arrollador de El Eternauta no le cambió la vida a Jorge Sesán, como tampoco lo hicieron Pizza, birra, faso ni Okupas. Al igual que a sus 17 años, cuando debutó como actor en la película de Bruno Stagnaro y Adrián Caetano, Sesán sigue trabajando como albañil para poder subsistir, a la par que desarrolla su carrera en el cine independiente, tanto delante como detrás de cámara.

En una amena y sincera charla con LA NACION, el actor, director, productor y utilero de 46 años repasa su camino, cuenta por qué eligió rechazar producciones de Polka, opina sobre los subsidios del INCAA y reflexiona sobre las repercusiones que su participación en El Eternauta tendrá -o no- en su vida.

Ricardo Darín en la piel de Juan Salvo y Jorge Sesán, que interpreta a Franco, el maquinista, cuyos caminos se unen hacia el final de la primera temporada de El Eternauta

-¿Cómo te convertiste en actor?

Fue algo que se me cruzó en la vida un poco de casualidad y después le fui metiendo onda. Al casting de Pizza, birra, faso llegué porque un día fui a revocar la casa de un primo mío que estaba estudiando arte, y él estaba con un compañero haciendo una maqueta. Mi primo se borró y yo me quedé haciendo la maqueta con su compañero. Después, pasaron unos 6 meses y un día mi primo me llama al teléfono de una vecina para decirme que este muchacho iba a hacer el arte de una película, que era Pizza, birra, faso, y que quería que yo fuera al casting. Yo le dije obviamente que no, que nunca había actuado, pero mi primo me fue a buscar a Laferrere y me convenció. Después de dos, tres, seis castings quedé en la película y así arranqué.

-Y cuando quedaste, ¿te costó aceptarlo o pensaste en que te venía bien el trabajo?

-Me parecía muy extraño porque era un mundo que yo no entendía ni sabía nada. Pero me di cuenta de que los directores sí sabían lo que estaban haciendo, entonces me entregué a simplemente hacerles caso.

Héctor Anglada y Jorge Sesán, en la premiada Pizza, birra, faso, de Bruno Stagnaro y Adrián Caetano

-¿Cómo fueron las repercusiones en ese momento?

-Yo ya había dejado la escuela y estaba trabajando, entonces, las repercusiones la verdad es que no las sentí tanto porque seguí yendo a laburar de otra cosa. Estaba en La Matanza y eran como dos mundos aparte.

-¿Trabajabas para ayudar en tu casa?

-Sí, obvio, soy de un barrio en el que tenés que laburar para poder sobrevivir. Tenía a mi viejo re enfermo y bueno, tuve que salir a laburar con mi hermano para bancar la situación de la casa. Y así fue como lamentablemente dejé de estudiar porque iba a trabajar de albañil y estaba roto, eran muchas horas. Después me empezaron a salir películas y apunté para ese lado. Siempre tuve y tengo la espina de terminar el colegio porque es algo que me parece básico para cualquier persona, pero bueno, el oficio me fue llevando hacia otro lado y preferí profundizar en eso.

-A raíz de tu incursión como actor, también empezaste a desarrollar otros oficios detrás de cámara, como utilero y director de arte…

-Sí, el director de arte vio que sabía manejar herramientas y hacer cosas, entonces me llevó al equipo de arte y ahí fui entendiendo la dinámica del set desde otro lado. Yo laburé de albañil, de mecánico, de vendedor en los trenes; creo que todo sirve para todo. Y el cine también tiene mucho de sentido común. Así fui aprendiendo, y también tuve la suerte de cruzarme con gente que me enseñó mucho el oficio. Por eso, después de Pizza… hice tres o cuatro películas como meritorio de arte. Después pasé a ser ayudante utilero, asistente utilero, y Okupas fue mi primer laburo como utilero. Le siguió la película El bonaerense, y desde entonces vengo mechando las dos cosas.

En Okupas (2000), la miniserie de Stagnaro, Jorge Sesán interpretó a Miguel. También, fue su primer trabajo como utilero

-¿Las cosas que atravesaste en tu vida te llevaron a hacer esos personajes que viven en la marginalidad o fue de casualidad?

-En Pizza, birra, faso y Okupas por ahí sí fue de casualidad, pero de ahí en adelante empecé a rechazar personajes que tuvieran que ver con la marginalidad porque es algo que ya hice, lo sé hacer y me aburre. Y también creo que se armó como un producto de la marginalidad que no me simpatiza para nada, y que hay como una movida de que eso está bueno y es un estilo de vida, y me parece que está totalmente distorsionado.

-¿Es cierto que rechazaste algunas producciones como Tumberos?

Me quisieron encasillar hacia esos personajes y a mí, rechazar todo ese tipo de laburos me complicó económicamente. Me hubiese sido más fácil agarrar todos esos trabajos y no tener que salir a laburar de otra cosa [como pintar casas, según contó tras el estreno de El Eternauta]. Pero bueno, es una cuestión de cómo uno quiere construir su carrera. Después está si te la bancás o no.

-Y vos te la bancaste.

-Sí, obvio, acá estoy. Hace más de 25 años que me dedico al cine, pero hace 7 u 8 años que puedo decir que más o menos vivo de esto y, así y todo, de vez en cuando tengo que salir a hacer otras cosas. Elegí mantenerme en un lugar y creo que ahora está empezando a dar sus frutos. Me gusta muchísimo actuar, pero más me gusta el cine, y a mí me gusta actuar cuando los guiones me interesan, no agarro cualquier cosa.

Sesán forjó su carrera en el cine independiente, tanto delante como detrás de cámara, pero, como muchos actores, apela a otros trabajos para subsistir

-¿Por eso preferiste forjar tu propio camino en el cine independiente?

-Estoy muy contento con cómo construí mi camino porque a mí me conoce la gente que hace cine y que ve cine. La gente que mira la tele no me tiene, y eso está rebueno para mí. Fue una elección de un camino y funcionó. Estoy muy contento con muchas películas que hice, como La araña vampiro, de Gabriel Medina, o Al desierto, de Ulises Rosell. También fui el utilero de El secreto sus ojos. Tengo muchos trabajos en los que por ahí la gente no sabe que estuve. Y a medida que fui tomando conocimiento del oficio, me largué a filmar mis cortos, y la idea es seguir por ese camino.

-¿Cómo son tus cortos?

-Todo el mundo me dice “vos tenés que hacer hiperrealismo”, y para mí sería muy fácil agarrar una cámara e ir a Laferrere y hacer todo lo que estábamos hablando que no me gusta. Pero con mi compañera [su pareja], con Merlina, escribimos cortos fantásticos. Filmamos Los Áridos en Fiske Menuco, en Río Negro, y Las continuidades, en Tierra del Fuego. Nuestra idea siempre es filmar en el interior del país, no me gusta hacer mis proyectos acá en Capital porque me aburren mucho las historias de gente con problemas existenciales encerrada en un departamento en Palermo. Obvio que lo hacemos de forma independiente, juntamos unos mangos y bancamos la producción y todo lo que requiere ir a filmar al interior. Pero, después, realmente puedo filmar gracias al apoyo de amigos que me hacen el color, la postproducción de sonido y todo eso que es carísimo.

-¿Hoy es más complicado producir o sigue siendo igual de difícil que siempre?

-Para mí siempre fue difícil. Ahora, por la situación económica y el contexto general es mucho más difícil. Pero, en mi caso, nunca me presenté al Incaa a pedir subsidios por varias cuestiones. Primero, porque no me dan pelota y segundo, porque siempre a la hora de filmar te ponen pautas y limitaciones. Igual, para mí el Instituto en funcionamiento es lo mejor que puede pasar porque es formador de trabajadores. Yo me formé como profesional gracias a las películas del Incaa. Es más, El Eternauta está hecho por toda gente de cine. Más allá de que hay una megaplataforma que puso la guita para que se haga, toda la artística y la técnica viene del cine independiente. Por eso creo en un Instituto en funcionamiento y saneado, eso sería importante.

“No me hago cargo”

-¿Cómo llegaste a El Eternauta?

-Me llamó María Laura Berch para que haga el casting. Y después me llamó directamente la productora para hacer un personaje, que se fue reacomodando. Pero bueno, esa también es la mano de Bruno, que vira todos los personajes para donde él cree que es conveniente.

El actor asegura que le encantaría formar parte de la segunda temporada de la serie de Bruno Stagnaro, pero, de todas formas, dice que le parece bien si eso no sucede

-¿Habías quedado en contacto con Bruno Stagnaro después de Okupas?

-Sí, con él de vez en cuando nos juntábamos a tomar unos mates, a comer. Pero bueno, él es un director que no te va a llamar porque le caigas bien. Todo el mundo me relaciona mucho con él, pero hace 25 años que no filmábamos juntos y Bruno hizo cosas en el medio a las que no me convocó, y me parecía bárbaro.

-¿Y con Ariel Staltari, otro de los “okupas”, que también estuvo a cargo de la adaptación del cómic?

-Con Ariel también tengo la mejor. Con todos los de Okupas seguimos en contacto. A veces se pierde un poco, a veces nos reencontramos, como la vida misma.

-¿Cómo fue volver a trabajar con ellos?

-En lo emocional fue algo muy lindo para mí porque son personas con las que empecé a trabajar, hice mis primeras películas, y me alegró muchísimo y me hizo muy bien reencontrarnos ahora, todos evolucionados pero con la misma esencia.

-¿Y cómo fue la experiencia de trabajar en un proyecto de esta envergadura?

-Para mí fue totalmente enriquecedor y renovador desde el lado actoral, porque tuvimos que filmar en situaciones en las que nunca había estado, como con cromas, pantallas, imaginarte que hay bichos y un montón de cuestiones técnicas.

Sesán destaca el costado humano de la adaptación de El Eternauta:

¿Qué te pareció el resultado final de la serie?

-Me parece que está rebuena la adaptación y que es muy acertado que se haya traído a estos tiempos. Que Salvo [Juan, el protagonista, interpretado por Ricardo Darín] sea excombatiente de Malvinas resignifica un montón nuestra identidad como argentinos. Y después, me parece que va más allá de toda esa argentinidad, creo que habla del ser humano. Y que toda la tecnología y toda la megaproducción siempre está por detrás o acompañando a los personajes, nunca por delante. Eso está buenísimo.

-¿Te dijeron si vas a estar en la segunda temporada?

-Realmente no lo sé. No sé en qué estado está, sé que están escribiendo y todo el mundo dice que va a haber una segunda temporada, pero la productora no se comunicó conmigo todavía. Obvio que me gustaría formar parte, es algo relindo que se está filmando y me encantaría. Pero si no se da, también me parece bien.

-Con El Eternauta volviste a lo mainstream, a lo popular.

-Sí, ahora con El Eternauta explotó todo, pero no me hago cargo, yo ni siquiera tengo redes sociales. Entonces, no me contamino con toda la sobreinformación y toda la distorsión de la información que hay por ahí.

Después del estreno de la serie en Netflix, y mientras pinta algunas casas, Sesán viajó a Córdoba para hacer el arte, el vestuario y actuar en la película El fantasma y el trompetista, de los hermanos Sinay

-¿Y cómo te tomás las repercusiones en la calle, que la gente te reconozca y te pida fotos?

-Me está pasando mucho y es raro porque es una consecuencia del trabajo de uno, no es algo buscado. Y yo, aunque no parezca, soy bastante fóbico y me cuesta mucho que vengan y me feliciten o me quieran sacar una foto. Veo a los médicos, los hospitales públicos, los bomberos voluntarios, la gente que organiza ollas populares, a esa gente habría que pedirle autógrafos. Pero bueno, vivimos en un mundo en el que no es así.

-¿Sentís que el furor de la serie te puede ayudar a tener más trabajo?

-Puede ser que sí, pero puede ser que no. A mí, por ejemplo, en un montón de proyectos no me contratan por no tener seguidores. Entonces, yo sigo en la misma. Voy, actúo y al que le interesa que me busque; si está todo bien, lo hago. Algunas posibilidades me puede abrir, pero no las espero.

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