José Pablo Burtovoy: “El futbolista toma decisiones con una precisión quirúrgica en milésimas de segundo y afecta a millones de personas”

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José Pablo Burtovoy (Foto: Andrés Blanco)

La entrevista es en el auditorio de la OEI. José Pablo Burtovoy llega de impecable negro. Habla pausado, como si tuviera todo el tiempo del mundo para meditar cada palabra. Habla y da la sensación de que el compromiso se construye con cada frase.

Durante más de veinte años, Burtovoy se desempeñó como arquero de fútbol profesional. En su carrera pasó por varios equipos —de la Argentina, de México, de Colombia, de Bolivia, de Chile, de Venezuela, del Perú—, pero probablemente sea en Colón de Santa Fe donde más se lo recuerda: el 30 de abril de 1998 atajó cuatro penales frente a Olimpia en la definición por la Copa Libertadores; fue la primera participación internacional del club y él quedó en la memoria colectiva como el héroe de la noche.

Hoy, ya retirado, es director de Educación de Futbolistas Argentinos Agremiados y de FIFPRO Sudamérica, una organización que agrupa a los sindicatos de futbolistas profesionales de ocho países de la región y que trabaja por la defensa de sus derechos, dentro y fuera de la cancha.

En 2011, todavía en actividad, terminó el secundario. Fue un gesto privado: el cierre de una etapa. Pero a la vez fue un pronunciamiento público: el punto de partida de una tarea que lo ha llevado a velar por que otros futbolistas completen su formación, acompañarlos en el proceso y darles herramientas para construir un futuro posible más allá del rendimiento deportivo.

Con ese marco impulsó la campaña Volver a estudiar, que desde hace cuatro años desarrollan de forma conjunta Futbolistas Argentinos Agremiados y la Organización de Estados Iberoamericanos con el objetivo de acercar propuestas educativas a quienes forman parte del deporte, especialmente a quienes aún no finalizaron la escuela media. “La forma de impactar sobre el futbolista”, dijo hace algunas semanas, “es generando un lugar de capacitación, involucrarse con conocimiento”.

Ahora, en diálogo con Ticmas, Burtovoy reflexiona sobre la educación como eje estructural para los jugadores, la necesidad de pensar políticas públicas que los acompañen desde temprano y el modo en que el fútbol puede convertirse en una plataforma para el desarrollo personal y colectivo.

Alguna vez dijiste que sólo el 0,5% de los jugadores llegan a primera y que, de ese porcentaje, todavía son menos los que alcanzan cierto éxito. ¿Qué pasa con el 99,5 restante? ¿Cómo se piensa integralmente un jugador de fútbol?

—Es una pregunta hermosa. Al jugador lo tenés que abrazar desde un lugar que es fundamental, y que es del Estado nacional. ¿Por qué? Porque pertenece a una población muy representativa de nuestro país. En esta tierra, el fútbol y el futbolista son una parte muy importante de nuestra sociedad, de nuestra comunidad, nuestra idiosincrasia, nuestro folclore, de nuestra representatividad. Es un elemento maravilloso para cuidarlo, para potenciarlo, para que sea realmente un embajador 360 en el planeta. En el marco de la educación, hay que acompañarlos en la finalización de los estudios primarios y secundarios, porque son elementales para que los chicos y chicas puedan estar dentro del mundo. Es clave que se aborde desde el Estado Nacional y desde las distintas instituciones que venimos trabajando sobre esta población tan representativa, para que puedan elevar las cuestiones que los completarían.

Desde Futbolistas Argentinos Agremiados, Burtovoy es uno de los impulsores de la campaña

El fútbol como oportunidad de la educación

¿Es el fútbol realmente tan importante como lo plantea Burtovoy? Tal vez alcancen dos o tres ideas: Argentina ganó el Mundial 2022 y más de cinco millones de personas salieron a las calles a festejar; el presidente de uno de los clubes más importantes del país se convirtió luego en presidente de la Nación; incluso el actual presidente tuvo un paso por el amateurismo como arquero.

“Hagamos el ejercicio sin fanatismos”, dice Burtovoy. “La población que mayor representatividad y orgullo le dio a nuestro país a lo largo de la historia es el fútbol y son los futbolistas. Tenemos buena ciencia, tenemos buenos profesionales en todas las áreas, tenemos buenos artistas. Pero esa no es la media; no es lo que nos distingue. Son talentos producto de nuestra tierra. Lo que nos identifica y lo que nos posiciona en cualquier metro cuadrado del planeta es el fútbol”.

¿Cómo se los cuida, cómo se los impulsa?

—Yo creo que ahí entra, una vez más, el desarrollo del intelecto. En la primera línea de la industria del fútbol mundial, la técnica siempre tiene una lucecita más. Pero se busca una variable diferente, que es el intelecto. El atleta tiene mucho más espacio para perfeccionarse a través de su intelecto. Pero si salimos de las primeras líneas y vamos al pueblo, el fútbol es más grande de lo que nosotros creemos que es. Es una oportunidad maravillosa para cruzar la educación con el deporte que nos distingue. En las escuelas, en los municipios, en las comunas, en los pueblos, en las ciudades, en la provincia y en la nación: imagínate todo lo escalable que es esta mixtura. ¿Cómo no vas a cuidar a esta población que transforma la vida de la gente?

3.000 estudiantes

Si bien el eje fundamental de Burtovoy en Futbolistas Argentinos Agremiados tiene que ver con la finalización del secundario, han implementado otros campus donde desarrollan temáticas asociadas a idiomas, tecnología y salud. También pusieron en marcha el programa “Futbolistas que capacitan a futbolistas” donde Daniel Vega lleva adelante una capacitación financiera, Iván Moreno y Fabianesi trabaja el coaching deportivo, Pablo Lugüercio de asesoría deportiva y Nicolás Burdisso dirección deportiva.

—Agremiados trabaja con mucha fuerza desde hace muchos años —dice Burtovoy—. La AFA acompaña estos desarrollos, que venimos trabajando articuladamente. Ahí te dije una situación: articuladamente. Tenemos que articular. La educación tiene que ser un eje fundamental en la construcción de nuestro país. En pandemia, un medio celebraba que los futbolistas alemanes estudiaban. Es una noticia maravillosa. Pero ¿si te digo que en Argentina hubo más de 3.000 futbolistas que también estudiaban? Eso es algo que tenemos que empezar a ver. Con nuestras dificultades y nuestras diferencias, nosotros prosperamos. Hacemos que las cosas sucedan. Celebremos las cuestiones de otros lugares, pero tenemos que poner en valor las cosas buenas que hacemos.

¿Cómo se debería comunicar esa clase de éxitos? Lo pienso en un contexto donde permanentemente se juzga al deportista en sus aciertos y sus errores.

—Nuestra población necesita que las cosas sucedan. Su voz es mucho más expansiva que una campaña de marketing. No quiero decir que no se necesite; estoy compartiendo un pensamiento sobre una población que construye en silencio y que, después, cuando vio, cuando creyó, cuando lo vivió, tiene en los futbolistas una voz importante. Por eso es clave trabajar permanentemente en educación. Es un trabajo de todos los días. Es multicontextual. Te mantiene en un estado constante de aprendizaje. Pero para eso tenés que reconocerte imperfecto, un tema que el fútbol tiene que revisar. Vos lo dijiste: juzgamos permanentemente situaciones límites de acuerdo a la presentación de un juego. Es muy, muy fuerte. Es muy impactante. Hay que atravesar todo eso desde un nivel intelectual y un nivel espiritual muy diferente para impactar positivamente en la gente.

Decís la palabra “juego”, pero los futbolistas se juegan la vida.

—Hay una variable no menor, que es el tiempo de ejecución. Tenés que tomar decisiones con una precisión quirúrgica en milésimas de segundo y esas decisiones impactan en la misma milésima sobre 80.000 personas en un estadio y, si lo ampliás al televidente, a otros millones. Para llegar a ese punto hay muchos años de preparación, hay muchos sueños, hay mucha emoción, hay mucha gente pendiente de que te vaya bien. Pero no nos olvidemos de algo: estos chicos son muy jóvenes. Todo el análisis que nosotros podamos hacer a nuestra edad, ellos no lo hacen por una cuestión de tiempo biológico. Por eso digo: ¿cómo lo llevamos en el fútbol? Hay que reaprender. Hay que repensar para volver a aprender de nosotros mismos.

¿Cómo tomaste la decisión de terminar el secundario?

—Yo vengo de una familia de fútbol. Mi padre fue futbolista profesional; mis hermanos. Después de veinte años de jugar profesionalmente, me quedaba una materia para finalizar y la pregunta de mi madre era: “Bueno, qué bien, ¿cuándo terminás el secundario?”. Fue muy emocionante cuando lo hice. Fue una manera muy especial. Y acá estamos.

Por entrevistas anteriores que hemos hecho con deportistas, siento que se puede transmitir la importancia de estudiar, pero, para que se dé, hay que acompañarlos emocionalmente.

—Los líderes de tecnología, de ciencia, de economía, consideran que es mucho más importante desarrollar las habilidades blandas que el conocimiento duro. Ahí entra la emoción. Me parece maravilloso poder redescubrirse. Eso te ayuda a conocerte. Este es un tiempo donde se puede decir: “Tengo miedo”. Donde se puede decir: “Estoy preocupado”, “Esto me gusta”, “Esto no me gusta”. Es una apertura para manifestarte y para que encuentres tu mejor versión aceptándote. En otro tiempo, cualquiera de estas manifestaciones podía dejarte fuera del circuito.

¿Hoy es posible fracasar?

—Siempre. Lo que pasa que el error tiene que ver con quien lo absorbe mejor y a quien le resulta un gran pesar. Y de las conducciones inmediatas donde trabajen cómo salir mejor de esa situación. En el fútbol hay un montón de escenarios: hay escenarios confortables donde se puede acudir al entrenador, al profesional en el área específica, al área social de la institución, y hay escenarios en los que no. Te empezás a autogestionar y quizás lo hacés con un amigo y quizás tenés la bendición de encontrar a alguien sabio que tenga una palabra para compartirte. Pero es muy amplio. Por eso insisto en esto: es maravilloso sentir que hay que aprender constantemente.

La voz del futbolista: sin ataduras, sin limitaciones, sin miedo

En tu carrera, pasaste por varios clubes, incluyendo equipos en México y Venezuela. ¿Qué roce te dio a nivel personal vivir esas otras realidades?

—Me tocó vivir algo maravilloso. Sentí que, más allá de jugar fútbol y de cumplir con los estándares por los que me contrataban, podía absorber un montón de variables que tienen que ver con la cultura, la geografía, la economía, la música, la gastronomía, el origen de las poblaciones. Hay una materia muy linda que trabajamos, que se llama Inteligencia cultural. Es un espacio para ver cómo se interpreta una situación en distintas culturas. Muchas veces, si no lográs interpretar correctamente la cultura, estás estrictamente atado a un buen rendimiento en el campo de juego. Pero si uno entiende culturalmente algunas variables, a tu rendimiento se le agrega algo más. Y esa gente no quiere que te vayas de su tierra. Imaginate lo que es tener un lugar que te espere a vos, a tus hijos, a tus nietos: eso es el fútbol. Eso hacen los futbolistas argentinos.

¿Cuál es tu rol como director de Educación?

—Es construir comunidad permanentemente. Nosotros hemos desarrollado distintos programas, distintos tipos de formaciones con distintas instituciones, que han prosperado mucho, pero que todavía es la nada a lo que se puede hacer. Realmente creo que las cosas suceden. Nos hemos ocupado de que esas cosas sucedan. No salimos a decir qué íbamos a hacer: lo hicimos. Y cuando cada uno de los protagonistas consideró que había que manifestarlo, lo hizo con sentimiento. Y eso generó un impacto muy alto. Todas las instituciones quieren tener a los futbolistas en sus programas por el impacto de su voz. Cuando los futbolistas se manifiestan lo hacen en forma genuina, sin ataduras, sin limitaciones, sin miedo.

¿Podrías profundizar la idea?

—Es lo que hablamos al inicio de la conversación. Es la población que tiene mayor representatividad y orgullo de nuestro país. Eso es un dato. No hay fanatismo. Por eso es importante que el fútbol y el futbolista sigan haciendo hincapié en la educación, en la formación, en la capacitación. Porque la experiencia que tiene con la formación y la vocación que abrace a todo eso transforma la vida de la gente. Pero salite de espacios maravillosos y rutilantes, como puede ser la selección nacional, y llevalo a algo más chico: en cada espacio de nuestra tierra, esas personas son de alto impacto para su comunidad. Es importante que desde el fútbol empecemos a ver otras muchas cuestiones, porque somos un elemento de esa articulación constante. Hay que prepararse para eso. Si no, son anécdotas deportivas. Hay que salir de las anécdotas deportivas. Hay que tener el conocimiento preciso para articular con las personas precisas en distintas áreas. Y prosperar.

La campaña “Volver a estudiar” de la OEI lleva ya cuatro años con la compañía. ¿Qué balance podés hacer?

—Nosotros la creamos junto con la OEI y el balance es positivo. Celebramos que se sumen distintas instituciones, como el Comité Olímpico. Hay que seguir en el campo. Hay que hacer que las cosas sucedan, y para eso necesitamos articular. Te puedo decir las cosas más lindas, si querés. Pero tenemos que hablar de lo que hay que hacer. No pedimos recursos. Pedimos la activación de algunas cuestiones que bendicen a toda la población. Cuando activamos suceden cosas maravillosas. En Alemania, cuando estábamos en pandemia, los jugadores estudiaban. Pero ¿y los miles de los nuestros? Es tiempo de que nos pongamos en valor.

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