Juan Ignacio Chela, el “maleta” de la Legión: el miedo a la muerte por un aneurisma y la felicidad por ser padre adoptivo

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Juan Ignacio Chela fue uno de los protagonistas de la Legión, la generación de tenistas argentinos nacidos entre 1975 y 1982 que, en los 2000, se destacó en los torneos más valiosos del circuito. Nacido en Ciudad Evita y formado en el Círculo General Belgrano, llegó a ser número 15 del mundo (en 2004), obtuvo seis títulos individuales y perdió la misma cantidad de finales (una, en Sydney 2002, ante Roger Federer). En la Copa Davis, el Flaco jugó 12 años y participó de 14 series, una de ellas la final perdida ante Rusia en 2006, en Moscú.

Se retiró en 2012. Incursionó en distintos medios y divirtió a todos con su humor irónico en las redes sociales. Tuvo éxito como entrenador, especialmente de Diego Schwartzman. En 2021, sin previo aviso, la salud lo sacudió: fue operado por un aneurisma cerebral sin ruptura y le colocaron dos stents.

Chela durante su última serie de Copa Davis, ante Alemania en Bamberg, en 2012: jugó 14 series entre 2000 y 2012

Hoy, a los 46 años, la vida lo tiene movilizado (y ocupado). Junto con su esposa, Verónica Alonso, siempre buscaron ampliar la familia, anhelo que concretaron desde hace un puñado de meses al adoptar a Ayson y Milove, hermanitos haitianos de 3 y 5 años. El mayor logro de Chela en los Grand Slams fue haber alcanzado los cuartos de final tres veces, pero ser padre -y mucho más después de tanta búsqueda, angustia y expectativas- es como si hubiera ganado “dos, tres títulos” de esa jerarquía, sonríe el Flaco, muy feliz, durante su visita a la redacción de LA NACION para participar del ciclo Conversaciones.

-¿A tu mujer la conociste jugando al tenis?

-Ella jugaba al tenis, en el club Mitre; entrenábamos en el mismo lugar. Dejó a los 14 años. No la vi por un tiempo largo y a los veintipico nos encontramos. Nos casamos en 2008, una semana antes de la final de la Copa Davis del Mar del Plata. Que fue polémico porque vinieron todos y después perdieron esa serie y decían: ‘¿Para qué fueron al casamiento?’. Pero no tuvo que ver.

Juan Ignacio Chela y su esposa, Verónica Alonso, en la embajada argentina en Haití, con Ayson y Milove, los hermanitos que adoptaron

-Hace unos años se radicaron en el exterior, pero ahora se encuentran en Buenos Aires y hoy están movilizados. ¿Se amplió la familia?

-Sí, sí, justamente ahora estamos felices después de un proceso de muchos años. Adoptamos dos chicos de Haití: un nene de tres años y una nena de cinco. Y están con nosotros desde hace tres meses nada más. Así que estamos en etapa de adaptación. Están aprendiendo el idioma, ya empezaron el jardín, pero estamos felices, es algo que deseábamos hace mucho tiempo y, bueno, llegó. Parece que no va a llegar nunca porque es engorroso el proceso y son muchos años, pero ya están acá con nosotros.

-¿Intentaron adoptar en Argentina y desistieron por la burocracia o directamente lo hicieron en Haití?

-No, Argentina era una posibilidad, pero nosotros conocimos algunas familias que habían adoptado en Haití, nos interiorizamos bien con el proceso de los tiempos, nuestras características como pareja, nos cerraba por todos lados, la edad de los chicos también y fuimos por ahí. Fueron cinco años, más o menos; nos agarró la pandemia en el medio, también se atrasó un poquito por eso. Pero, bueno, acá estamos, viviendo esta aventura.

Sonrisas que llenan el alma: Ayson y Milove, de 3 y 5 años, con su papá adoptivo, el extenista Juan Ignacio Chela

-¿Y cómo te ves hoy? ¿Cómo cambió el día a día de la familia?

-Nos cambió la vida en todo sentido. Ya es todo el tiempo programar, organizar, pensar en ellos. Nosotros éramos muy independientes y hacíamos realmente lo que queríamos en cada momento y ahora eso se terminó, sumado a llevarlos al colegio, a hacer la comida, que descansen bien, como todo lo que significa ser padre y madre. Y estamos abocados al 100% en eso.

Ayson y Milove, hijos adoptivos del extenista Juan Chela y Verónica Alonso, teniendo sus primeras experiencias con el tenis

-Hace cuatro años, en octubre de 2021, te sucedió algo inesperado vinculado a la salud: una cirugía programada por un aneurisma cerebral.

-Sí, yo estaba lo más bien, sin ningún problema, y estaba almorzando un día y tuve un dolor muy fuerte de cabeza y en el ojo, toda la parte izquierda. Justo me había llegó un mensaje, agarro el teléfono y como que lo veía mal. Dije: ‘Esto no es normal, es raro’. Fui a mi casa, me molestaba la luz, me acosté y dormí un ratito, cuando me desperté dije: ‘Tengo que hacerme ver porque no es normal’. Empecé con los estudios, fui al médico y me dijeron que tenía un aneurisma, que depende del tamaño y de la ubicación. El problema es cuando se rompe. Lo bueno fue que lo pudimos detectar antes, pero fui a ver a varios médicos y todos me recomendaron operarme, porque donde estaba ubicada no les gustaba y se podía romper. Pero la decisión fue durísima porque yo estaba bien, había tenido sólo… en realidad después tuve otro, fueron dos dolores de cabeza. Estaba lo más bien. Y la decisión era operarme de la cabeza, que te pongan dos stent y había riesgo. Hablo con los médicos y me dicen que había un 5% de… Dije: ‘Decime la verdad, ¿cómo es esto?’. Y me dice: ‘Hay un 5% de chances de que quedes mal motrizmente, en el habla, en la memoria o la muerte’. Pero, bueno, en ese 5% está todo el mundo. Gente que tiene otros problemas, con sobrepeso o con otros vicios. Decidimos que lo mejor era operarme y me operé. Fue en el único momento de mi vida que estuve emocionalmente muy inestable. Tenía momentos que estaba bien, momentos que estaba re mal, momentos de llorar, de decir: ‘Me voy a morir’. Y lo bueno es que, si la operación salía bien, estaba curado. Tenés que tener el control durante un año y después ya está, ya estás de alta. Y al mismo tiempo yo estaba trabajando con Diego (Schwartzman). Me acuerdo que Diego estaba jugando cuando me operan (se empieza a tentar de la risa). Salgo de la anestesia, sabía que jugaba, creo que con Norrie, y digo: ‘¿Cómo salió Schwartzman?’. Y me dicen: ‘6-0 y 6-2’. ‘Menos mal que estaba anestesiado’, digo. Salió todo bien y por suerte tuve ese año de control y ahora ya está solucionado el tema. Fue un susto.

El Flaco Chela, más delgado que nunca, jugando su primera final de Challenger, en Lima 1998: perdió ante el austriaco Stefan Koubek

-Habrá sido difícil la decisión de operarte.

-Sí, fue dura la decisión. Lo que sí, el médico estuvo bien, pero en el momento fue duro también, porque venía un fin de semana largo y me dice: ‘Pensalo y decime si te querés operar’. Yo el domingo no podía más y le digo: ‘Me quiero operar’. Me dice: ‘Bueno, te hablo el martes y coordinamos’. El martes hablo con él y me dice: ‘Yo tengo que viajar, puedo mañana’. ‘¿Cómo que mañana?’, le digo. Me dice: ‘Sí, puedo mañana. Venite temprano, prequirúrgico, te opero al mediodía’. El médico era Pedro Lylyk, una eminencia, un crack. Y así fue. Fui al otro día y me operó. No pude ni pensar. Después me enteré que lo había hablado con mi mujer y fue una estrategia, porque yo estaba asustado.

-¿No te dejó escuelas?

-Tuve medicación durante un año y los estudios. Y, después, nada más.

-¿Qué parte de tu infancia te gustaría revivir?

-Fui muy feliz en la infancia. Era esa época en la que podías estar con tus amigos jugando a lo que quieras, andando en bicicleta, jugando a la escondida, estar en la calle. Ciudad Evita era un barrio muy tranquilo, familiar. Lo único que quizás cambiaría es que estaba muy lejos de todo. Cuando empecé a entrenar, a andar un poco en el centro de entrenamiento, estaba en el club Mitre y tenía dos horas de colectivo. Era tan fuerte mi pasión y mi deseo de jugar al tenis que lo pienso, miro para atrás y digo: ‘¿Cómo hice?’. No había manera. Me movilizaba la pasión por jugar. Me tomaba un colectivo hasta la General Paz, que tardaba una hora. Después, otro que recorría toda la General Paz, otra hora.

Chela y la mirada fija en la pelota, en un duelo ante Ivan Ljubicic en el US Open 2007

-¿Y qué sentías dentro de la cancha?

-Yo disfrutaba, disfrutaba mucho.

-¿Te enojabas?

-Sí. Cuando era chico, de la impotencia de perder, lloraba. Jugaba, corría como un perro, quería ganar, pero lloraba y lloraba cuando iba perdiendo. Y a mis viejos siempre les decían: ‘¿Por qué llora? ¿Lo obligan a jugar? ¿Qué pasa?’. Ellos decían: ‘Nooo. Le encanta, pero bueno, lo vive así’. El tenis se trata de controlar las emociones.

-“De chico era bastante maleta. Los de mi generación se metieron rápido entre los 50 mejores y yo ni siquiera pasaba la clasificación de los torneos”, dijiste una vez. ¿Qué evolucionó para que llegaras a ser N° 15?

-Es verdad lo que dije. Es más… (sonríe), en un torneo, jugando en Córdoba, contra (Gastón) Gaudio, que era de los mejores, yo corría y metía, mientras él era todo talento, toque, slice. Ya de chico gritaba, era igual. Decía: ‘¡Qué malo que es este flaco, yo no puedo perder’. Me ganó igual, pero me consideraba muy malo. Pero el cambio fue muy grande, porque hasta los 16 o 17 años no estaba entre los mejores de mi categoría y a los 20 años gané un ATP, que hoy es un (categoría) 500 y se jugaba en el Distrito Federal. ¡Con 20 años! Fue impresionante la evolución y el avance. Creo que fue el trabajo.

Chela y su primer trofeo de campeón: en el Abierto de México de 2000, al vencer a Mariano Puerta en la final

-¿Qué pensabas al escuchar a Gaudio decir eso?

-Sí, en el momento te molesta, pero a Gastón lo conozco de toda la vida. Todo el show que hacía en Roland Garros, lo hacía desde chiquito en la cancha 29 de cualquier club, entonces sabías quién era. Él tenía torneos muy buenos y otros muy malos… bueno, un poco como de profesional.

-¿Cómo describirías esa suerte de movimiento colectivo en un deporte individual como fue la Legión?

-La realidad es que muchas veces me preguntaron periodistas de afuera. ‘¿Qué pasa en Argentina que de golpe hay 15 dentro del cuadro principal de un Grand Slam, cuatro en un Masters, cuatro en las semifinales de un Masters 1000, tres en las semifinales de Roland Garros y yo en cuartos?’. Y la realidad es que no tenía respuesta. Decía: ‘Mirá, tenemos grandes profesionales, hay una cultura deportiva muy importante en el país, nos apasiona, todo el mundo hace deporte, todo el mundo iba a los clubes, hay muy buenos entrenadores y preparadores físicos’. Pero que haya cuatro tipos en un Masters de ocho a fin de año, cuando estás compitiendo con federaciones que invirtieron millones y millones… Nosotros no tuvimos esa posibilidad. Sinceramente, no tenía la respuesta. La necesidad de cada jugador, el hambre por destacarse y lograr algo, las ganas de tener un futuro, hacen que siempre en Argentina salgan jugadores.

-Y aprovecharon la ley de convertibilidad: el “uno a uno” para poder viajar con más facilidad.

-Sí, también tuvimos eso. Seguía siendo un deporte caro, pero más fácil que después con el peso devaluado. Eso nos ayudó.

Una parte de la Legión: Gaudio, Zabaleta, Chela, Acasuso, Gastón Etlis, Calleri y Mariano Hood

-¿Por qué esa generación no pudo ganar la Copa Davis?

-Muchas veces lo pensé, lo he hablado con otros chicos: yo creo que en algunos casos tuvimos un poco de mala suerte y, en otros, malas decisiones, malas relaciones. Creo que en algunas ocasiones, si hubiésemos tenido mejor relación entre todos, el mismo objetivo y tirado todos para adelante y priorizar realmente lo que había que priorizar, se hubiera ganado antes la Copa Davis. Es más, para mí es injusto que esa generación como fue la Legión no la haya ganado.

-¿Los egos o que haya más de un “cacique” perjudicó para el objetivo?

-Sin dudas, sin dudas. El tenis es un deporte muy individualista, de mucho ego, estás solo dentro de la cancha, te formás desde chiquito para estar vos compitiendo contra todo, contra cualquier adversidad y eso lleva a equivocarte y a llevar ese estado a otras cuestiones que están mal. No es lo mismo tener en el grupo un cacique que tener tres o cuatro, donde todos quieren ser líderes, hacer las cosas como ellos quieren y eso generan problemas.

Chela y  Nalbandian, en un ensayo de la Copa Davis en el Belgrado Arena, antes de las semifinales contra Serbia, en 2011

-¿Qué tan bueno y exigente en el trato era Nalbandian?

-Creo que nuestra generación tuvo dos cracks, que fueron Coria y Nalbandian. Coria debe haber sido el mejor junior de la historia o por ahí. Era una cosa impresionante: vos lo veías jugar y ponía la pelota donde quería, competía de una manera espectacular. Él te quería ganar 6-0 y 6-0. Y David fue diferente. Tardó un poquito más, obviamente era un crack, pero tenía una personalidad muy ganadora y uno está acostumbrado a tomar todas las decisiones, a armar su equipo de trabajo y moverse por el mundo así. Y la Davis es el único torneo que es en equipo, donde hay un capitán, que en realidad lo ves poco. Y armar el rompecabezas con todas esas personalidades es complicado.

-Jugaste más de diez años la Davis, incluso la final contra Rusia 2006.

-Jugué mucho la Copa Davis, pero me pasaba algo increíble. Mi mejor ranking fue 15° y quizás era el quinto jugador del país, entonces nunca estaba seguro en el equipo. Me gustaba la Davis. Sí era desgastante porque sentís otra presión…

-¿Sí? ¿Es real?

-Es real, es real. Cuando estás en el circuito, por más que estés jugando Grand Slams, no sentís tanta responsabilidad, que tenés un país atrás.

El capitán Luli Mancini, Calleri, Nalbandian, Acasuso y Chella durante el sorteo de la final de la Davis ante Rusia, en Moscú, en 2006, ganada por los locales

-¿Cómo fue jugar la final contra Rusia [en Moscú, los locales ganaron 3-2]?

-Fue lindo, fue duro, porque era una superficie muy rápida, una carpeta y me costaba jugar. Pero ese fue un año muy bueno en la Davis, se jugaba siempre en Parque Roca y prácticamente se ganaba 5 a 0. En la final, yo juego el primer día con Davydenko, pierdo en cuatro sets y perdimos 3-2, porque David ganó los dos singles, se perdió el dobles y el otro singles. Fue la primera final después de la de Vilas [y Batata Clerc, ante EE.UU., en 1981], habían pasado 25 años. Perdimos la final, pero fue todo positivo. Después, Argentina volvió a llegar a las finales y se perdía. Decían: ‘¿Cuándo la van a ganar?’. Hasta que la ganaron los chicos.

-Y se ganó [en 2016] jugando las cuatro series de visitante.

-Sí, contra equipos muy duros, en superficies difíciles. Pero sacando a Juan Martín (Del Potro), que todos sabemos lo que representa para el tenis argentino y mundial, que fue un crack y ganó partidos que sólo él podía ganar, los chicos acompañaron muy bien. Pella, Mayer, Delbonis, en el último punto. Estaba la historia en juego, así que fue muy meritorio.

Chela dialogando con Del Potro, durante un entrenamiento de la Copa Davis en Sevilla, antes de la final contra España en 2011

-¿Qué significó Guillermo Vilas para vos?

-Guillermo es, sin dudas, por resultados y todo, el jugador más grande que tuvo nuestro país. Y también, por lo que me comentaron, fue número 1. A mí me ayudó mucho. Compartí mucho con él en su club. Yo tuve un problema de doping en 2000, apenas me metí dentro de los 100 (mejores) y estaba totalmente desamparado, con un equipo de trabajo que decíamos: ‘¿Qué está pasando acá?’. Y hablé con él. Me ayudó mucho. Me recomendó unos abogados, se involucró, declaró en el juicio y para mí, si ya era grande, se convirtió en gigante.

-Habrá sido un gran apoyo emocional en ese momento.

-Sí, la verdad que sí, en todo sentido. El juicio fue en Miami, Guillermo viajó con su mujer y con una persona que era su mano derecha… ni los pasajes le pagué yo. Me dijo: ‘No te preocupes, yo voy a estar ahí, voy a declarar’. En los meses en los que yo no podía jugar [por la sanción] iba a jugar con él todos los días. Es más, le decía: ‘Guillermo, quiero descansar un día. Me faltan dos meses para volver’. Y él quería jugar todos los días.

Chela y su ídolo, Guillermo Vilas, en el programa que hacía en DeporTV

-Jugaste en una era dorada, en la del Big 3 o Big 4, si sumamos a Murray. Pero Federer fue tu debilidad.

-Impresionante lo de Roger. Es, para mí… el tema es que lo pasaron en los números, pero para mí es el más grande. Encima yo lo viví en carne propia: entraba a jugar y… O sea, a Rafa (Nadal) una vez le gané, a Murray también, a Nole (Djokovic) no, pero tuve match point. A Roger le gané un set, nada más, una vez en Miami, pero yo no me podía parar en la cancha. Yo era un jugador que necesitaba ritmo, necesitaba llegar a la sexta u octava pelota, pero con Roger no podía. Me sacaba de la línea de base, me hacía un gran saque o me tiraba un drop o se me venía de devolución o me sacaba tiempo con la derecha y ya me sacaba de la cancha. Además, si vos me pedís que le diga al ChatGPT que me haga el tenista ideal, yo creo que hace a Roger. Después los otros (Djokovic y Nadal) lo superaron en los números, con otras características, pero la facilidad, el talento y la clase de Federer creo que no la tiene nadie.

Chela y Federer durante la ceremonia de premiación del torneo de Sydney 2002, ganado por el suizo

-¿Entonces Djokovic no es el más grande?

-Sí, es el más grande. En números… Es que son tres superhéroes con diferentes poderes. En mi época, Sampras había ganado 14 Grand Slams y parecía imposible que alguien lo alcance. Y otras leyendas tenían, no sé, ocho, nueve, seis, siete Grand Slams. Estos pibes pasaron los 20. Es una locura.

-¿Cuál crees que es tu mayor virtud?

-La lealtad.

-¿Qué cosas te dan bronca?

-Me dan bronca las injusticias. Me pasó algo… nosotros tuvimos que ir a Haití a buscar a los chicos, estuvimos una semana ahí. Y la realidad es que el 90% de la capital está tomada por bandas. Y la gente no está viviendo, o sea, sobrevive como puede. Y ver eso me hizo replantear un montón de cosas. Desde quejarme que voy al médico y tengo que esperar media hora y ya me quiero ir y estoy puteando, a decir: ‘¿Cómo llega un país a ese estado? ¿Quién está manejando eso? ¿Por qué está pasando esto?’. Está a dos horas de Estados Unidos, en el medio del Caribe. Me parece una injusticia. Y hay un montón de otros países, ¿no? A mí me tocó ver, en carne propia, este, pero eso me da mucha bronca, que se descuide tanto a la gente o a un país y que no tengan ni siquiera las necesidades básicas, parece horrible.

Chela, en el Abierto de Italia, en Roma, cuando su pupilo, Schwartzman, derrotó a Rafael Nadal en 2020, sin público por la pandemia

-Lo fuerte que habrá sido el momento de ir a buscar a los chicos.

-Fue un momento fuerte y por momentos nos daba miedo, porque está muy peligroso. Tuvimos que estar una semana porque había que terminar algunos trámites, ir al consulado argentino a hacerle los pasaportes y cuando terminamos todo, que fue un poquito antes de lo que pensábamos, sacamos un helicóptero y nos fuimos a otra ciudad que está más tranquila porque nos daba miedo. Era tocar con la persona que no tenés que cruzarte y chau, final.

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