“En la medida en que no haya déficit, la política monetaria puede garantizar inflación baja en dos años”, sostiene. “La política monetaria da respuestas muy claras y contundentes de un año a otro. Pero mes a mes es mucho más difícil pronosticar”, afirma. “El Gobierno generó la sensación de que el índice mensual de inflación depende de ellos. Y no es así”, analiza y agrega: “El Gobierno asumió ese rol y entonces ahora la gente dice: este mes, la inflación fue de 3 por ciento”. “El escenario global no ayuda pero no frena el proceso de disciplina fiscal que va a permitir el crecimiento sostenido”, asegura. “La guerra tarifaria llevará a una caída del 1 o 2 por ciento del PBI en un año pero la disciplina fiscal libera las fuerzas creativas del empresariado argentino y hace crecer la economía al 4 por ciento por año durante quince años”, subraya. “El costo de un acuerdo con el FMI es la exigencia de superávit fiscal, pero la Argentina ya lo tiene”, dice. “Para los tenedores de bonos argentinos, el acuerdo con el FMI es una señal”, subraya. “Tener reservas permite mayor músculo para responder a distintos sustos que pueda tener el mercado”, explica. “Si el año que sigue la disciplina fiscal y la inflación baja, el riesgo país puede bajar más que lo que suba la tasa de la Fed”, anticipa. “Es mucho más importante que la Argentina haga bien las cosas internamente que lo que está pasando afuera”, destaca.“Cuando uno resuelve el problema fiscal, no necesariamente resuelve el problema de la deuda que arrastra por los déficits anteriores. El acuerdo con el FMI permite tomar una deuda más previsible”, concluye.
El destacado economista Juan Pablo Nicolini, especialista en macroeconomía y teoría monetaria, estuvo en La Repregunta. Desde hace casi quince años, Nicolini es investigador senior del Federal Reserve Bank de Minneapolis, una de las doce instituciones que conforman el sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos, la Fed. Es doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Fue rector de la Universidad Di Tella. Es coautor de La historia de la política fiscal y monetaria de América Latina. 1960-2017.
¿Funcionará la nueva etapa del plan de estabilización en medio de la crisis global? ¿El acuerdo con el FMI es una buena señal? ¿Es alarmante la suba de la inflación este mes o no tanto? ¿El dólar se puede disparar en una devaluación global? Si aumenta la tasa en EEUU, ¿habrá crisis en la Argentina?
Nicolini aclaró que las opiniones vertidas en esta nota son a título personal y no comprometen al sistema de la Reserva Federal de EEUU. Aquí, la entrevista completa.
Antes y después de Trump y los aranceles. El impacto en la estabilización de Milei
-Cambió el tablero. Hay un antes y un después de esta decisión de política comercial de Donald Trump. Se ha debatido el acuerdo con el FMI de todas las maneras posibles. ¿Cambia el impacto de este acuerdo en la Argentina a partir de este nuevo escenario planteado por Donald Trump?
-Un poco. Pero no es el factor fundamental. El problema económico de la Argentina es una serie de errores autoinfligidos. Para resolverlos, tenemos que dejar de cometer esos errores. Fundamentalmente, hay que tener una política fiscal disciplinada: conseguir que el Estado no gaste más de los recursos que tiene. Eso es lo que la Argentina tiene que hacer ahora para poder construir una economía razonable y entonces, un país razonable. El nuevo escenario global no ayuda en este sentido: si el mundo estuviera creciendo al 4 por ciento y eso tirara hacia arriba los precios de las exportaciones argentinas, seguro que ayudaría. Pero no es lo fundamental. A la Argentina, el panorama internacional siempre le va a dar momentos agradables y momentos desagradables, como a cualquier otro país del mundo. Las tarifas que Estados Unidos le puso a la Argentina son de las más bajas. Una parte importante de los productos que Argentina exporta no van a los Estados Unidos. Por eso diría que el nuevo escenario global no es el factor fundamental: no ayuda, pero no necesariamente frena un proceso que debería sostenerse. Es el proceso de la disciplina fiscal, que va a permitir que la economía argentina pueda volver a crecer de manera sustentable.
La política monetaria da respuestas muy claras y contundentes de un año a otro. Pero mes a mes es mucho más difícil pronosticar
Crecimiento argentino. ¿Se frena? Entre la incertidumbre argentina y la trumpista
-En el discurso de la Asamblea del 1 de marzo de este año, Milei hizo una referencia a su persona y a un trabajo de investigación de su autoría. Dijo textualmente que su paper “muestra que alcanzar el equilibrio en la línea financiera como lo hace Argentina implica que Argentina tiene por delante una tasa de crecimiento sostenida del PBI per cápita del 4,5 por ciento”. En un mundo que está poniendo en jaque la globalización y el intercambio comercial, cuando se habla de un compás de espera en las inversiones y las decisiones de acuerdos comerciales hasta ver cómo se resuelve estos cambios estructurales que está imponiendo Trump, ¿todo esto no impacta en esa expectativa de crecimiento que ha calculado su trabajo y el presidente Milei también sostiene?
-Sí en un punto, pero no en el que más importa. Salieron trabajos tratando de evaluar el impacto de las tarifas en el PBI de los Estados Unidos. Los autores hablan de una caída de 1,5 por ciento del PBI dependiendo de distintos supuestos. Pero eso es el impacto en un año. Si un país está creciendo al 4,5 por ciento durante diez años, que un año crezca al 2 por ciento hace un poquito de diferencia pero no es importante. El problema de la Argentina es que lleva décadas sin crecer en promedio: crecemos a veces, después caemos. Creciendo al 3 por ciento por año, en dos décadas, se puede duplicar el PBI, se puede transformar el país, o sea, uno transforma la economía argentina como la economía española, haciendo eso. Esto es una turbulencia y no ayuda pero el orden de magnitud es completamente distinto a lo que implica ordenar la economía y permitir que las fuerzas creativas de la Argentina se representen en crecimiento de manera sostenida durante quince o veinte años. Lo ilustro con una imagen: si uno tiene una enfermedad crónica muy grave y encuentra manera de curarla, se puede empezar a recuperar físicamente. En algún momento, una gripe puede llevarte a recaer un poco pero la enfermedad seria es otra: estamos hablando de dos magnitudes completamente distintas. En algunos aspectos, esta situación internacional no ayuda. En otros aspectos, si la guerra entre China y Estados Unidos continúa y China saca del mercado de granos a los Estados Unidos con tarifas, los precios a los cuales la Argentina puede vender granos pueden ser más altos. Yo creo que es mejor un mundo sin tarifas. Pero en este río revuelto, hay ganadores y perdedores. Algunos van a perder mucho más que otros. Y en el caso de la Argentina, habrá algunos que pierdan y otros que ganen. Vamos a ver cómo queda el total. Pero insisto: esta guerra tarifaria que nos preocupa ahora, que agrega un montón de incertidumbre, tiene que ver con caídas que son importantes de 1 o 2 por ciento en un año en particular. Pero cuando se lo compara con una disciplina fiscal que libere las fuerzas creativas del empresariado argentino y que haga crecer la economía al 4 por ciento por año durante quince años, termina resultando una pequeña manchita en todo el proceso.
-¿Cree que ese crecimiento del 4,5 por ciento del PBI por año durante quince años puede empezar a concretarse en el próximo año, o en este año?
-Sin dudas.
El costo de un acuerdo con el FMI es la exigencia de superávit fiscal, pero la Argentina ya lo tiene
-¿Aún en este nuevo contexto? ¿Cómo? Me interesa escucharlo.
-Justo este año estamos rebotando de una recesión. No sigo de manera directa los números de la Argentina trimestre a trimestre pero la gente que lo hace imaginaba tasas de crecimiento del 5 por ciento para este año. En este escenario, puede ser que baje a 4 por ciento. Pero de todas formas va a estar dentro de ese orden de magnitud. En este momento es más importante que se mantenga la disciplina fiscal y que se use el acuerdo con el Fondo para estabilizar la parte monetaria. Cuando hay superávit fiscal o cuando no hay déficit fiscal, es mucho más fácil. Venimos con una historia en la que cada vez que el Banco Central entraba en problemas, terminaba mal porque por debajo había un déficit fiscal que estaba empujando. Hoy no hay déficit. Si mantenemos ese superávit fiscal, es más fácil resolver cuestiones monetarias. Puede haber turbulencia en la medida que se modifique el esquema cambiario, si es que el Gobierno lo hace. El dólar se puede escapar y puede haber un poco más de inflación en algún mes y puede haber turbulencias. Pero el superávit fiscal da previsibilidad en la macroeconomía local.
Milei y el FMI. El acuerdo, ¿una noticia para celebrar o una señal de aumento del riesgo argentino?
-Dijo algo importante: quiero entenderlo bien. Dijo que en la medida en que no hay déficit fiscal, no hay presión sobre el Banco Central. ¿Cómo se da esa conexión entre una cosa y la otra? Porque el Gobierno venía sosteniendo que la insolvencia del Banco Central era un problema aún cuando no hay déficit fiscal.
-Es verdad, pero eso no tenía que ver con el déficit fiscal hoy sino con la deuda del Banco Central. Por eso, en un sentido, en la medida en que no hay déficit fiscal financiero, la deuda no aumenta. Lo que permite endeudarse con el Fondo es poder cubrir otra deuda que el Gobierno tenía de antes de que empiece el superávit fiscal: los déficit fiscales de toda nuestra historia es lo que generaron la deuda. El Estado gastó más de lo que tenía y tuvo que pedir prestado durante décadas. Cuando uno resuelve el problema fiscal, no necesariamente resuelve el problema de la deuda inicial. Y el problema de la Argentina es que esa deuda estaba en parte en el Banco Central, y tenía que pagar. El acuerdo con el FMI tiene que ver con tomar una deuda más previsible y negociable a tasas más bajas. Estos organismos financieros internacionales están para eso. Desde el punto de vista de la tasa de interés, el endeudamiento con el Fondo es un endeudamiento barato, con buenos términos en el tema plazos. El costo de un acuerdo con el Fondo es que pide superávit fiscal, pero Argentina ya lo tiene.
-¿El acuerdo con el FMI es una noticia a festejar o es una señal de alerta respecto de una situación crítica de la Argentina? El año pasado el Gobierno había logrado recomponer reservas con, por ejemplo, los ingresos del blanqueo y de la balanza comercial energética que empezaba a mostrar signos positivos pero finalmente se encontró otra vez con reservas negativas netas. ¿Qué significa la ansiedad por cerrar el acuerdo? Aún antes del cambio de panorama global por el tarifazo de Trump, el viceministro de Economía, José Luis Daza, estuvo en el Congreso y subrayó la necesidad de aprobación del acuerdo: planteó que había una vulnerabilidad central de la Argentina, la falta de solvencia del Banco Central. ¿El acuerdo borra ese problema? Con el acuerdo, ¿el Banco Central es solvente o es una solvencia demasiado precaria?
-El tema tiene que ver con manejar la deuda existente en el Banco Central, como decía, que pagaba tasas relativamente altas y era de plazo relativamente corto. Todo el año pasado, la Argentina siempre tuvo la necesidad de ir refinanciando esa deuda. Todos los meses, el Ministerio de Economía hacía nuevas emisiones de bonos para cancelar los bonos anteriores e iba renovando esa deuda. Eso siempre genera una cierta fragilidad financiera: el tema es qué pasa después, cuando el mercado no te quiere prestar más. Esta situación internacional hace que el riesgo país suba porque todo el mundo está más riesgoso, no necesariamente la Argentina. Hoy se da una respuesta del riesgo país que no necesariamente es autoinfligida. El contexto internacional hace que esté más latente ese riesgo de que no te renueven la deuda. Y en ese sentido, el Fondo, el Fondo Monetario viene y dice “estoy dispuesto a prestar”. La expectativa es que eso genere muchas más garantías de que esta deuda se va a poder renovar. Y que en el caso de que el mercado no lo haga, el Fondo lo va a hacer a tasas más bajas, por lo menos parcialmente. El acuerdo da mucha más espalda financiera para poder enfrentar la deuda de corto plazo heredada.
-En este contexto, con un riesgo que ya no es un riesgo país autoinfligido, según usted explica, porque tiene que ver con el cimbronazo global, es una buena noticia que el acuerdo se concrete. Antes, con el riesgo país en niveles mucho más bajos, rondando los 600 puntos, ¿no era tan necesario el acuerdo en esa lógica financiera de qué deuda se tiene que repagar?
-El Fondo presta a una tasa menor a los 600 puntos que mencionabas. Si el Fondo no prestaba, la Argentina se podría haber endeudado en el mercado a esas tasas. Pero al haber subido el riesgo país, va a ser más caro todavía el endeudarse en el mercado. Por eso está la opción del Fondo. Además, un acuerdo con el Fondo también implica que hay técnicos mirando por detrás: que el Fondo diga `este es un programa que está funcionando’ es una señal para el mercado. Para los tenedores de bonos de Argentina, funciona como una señal. La conversación con el Fondo había empezado hace muchos meses y no había sido siempre feliz. No es que las negociaciones con el Fondo empezaron en estos dos meses, desde que el temor a las tarifas: está sobre la mesa desde antes. La noción de que la deuda existente era algo que había que resolver ya existía. Por eso el Gobierno mantiene el cepo, entre otras cosas.
Es mucho más importante que la Argentina haga bien las cosas internamente que lo que está pasando afuera
Caputo, entre el FMI y los dólares de libre disponibilidad. ¿Crece el riesgo de devaluación en medio de la crisis global?
-Se discute otra razón por la que el gobierno quiere fondos nuevos del FMI: tener libre disponibilidad de una parte, en algún porcentaje, para poder intervenir en el mercado del dólar. En un mundo mucho más riesgoso, donde los países van a tender a devaluar sus monedas, ¿cómo puede darse esta lógica en la Argentina?
-Hasta ahora, con estas tarifas, el dólar perdió un poco de valor. El euro subió. Desde el punto de vista del tipo real de cambio de la Argentina, se habla de “atraso”. A mí no me gusta decir “atraso”. Me gusta decir que la Argentina está claramente cara en dólares comparado con el pasado. Eso va a mejorar un poco. Desde el punto de vista de lo que está pasando con las monedas, el dólar está perdiendo fuerza, por lo menos hasta ahora. Hay que ver qué es lo que pasa más adelante. En ese contexto, si uno está caro en dólares, no está tan caro en euros o en reales, y la Unión Europea y Brasil también son partners comerciales de la Argentina. En ese punto, no veo necesariamente una complicación. El Gobierno mantuvo el cepo pero siempre fue algo que pensaron temporario. No imagino a este gobierno con cuatro años de cepo. El acuerdo con el Fondo le permite al Banco Central pensar en una transición, aunque no sé cuál será. La tendrán que decidir, porque para eso están presidiendo el Banco Central. Les permite tener más respaldo, como vos decías, justamente para poder intervenir puntualmente en el mercado de cambio en esta transición. El ejemplo que más me gusta es el de Chile. A finales de la década del ´80, en 1990, cuando Chile vuelve a la democracia, tenía una inflación muy parecida a la que tenemos nosotros hoy, alrededor del 2 o 3 por ciento mensual. Y bajó la inflación al 5 por ciento anual. Tardó, eligió hacerlo con mucho tiempo, tardó toda la década del 90 y lo hizo con bandas cambiarias. En vez de fijar el tipo del dólar, le puso un piso y le puso un techo y los fue bajando a lo largo de la década, y así consiguió bajar la inflación. Es un mecanismo posible. Para eso, se necesitan reservas para poder intervenir cuando se llega al techo. Cuando estás en el piso comprás dólares. Cuando estás en el techo, vendés. No digo que vayan a hacer eso. No tengo la menor idea. Pero este Gobierno tiene en agenda una transición cambiaria desde el momento cero: nadie piensa que quería el cepo para toda la vida. Tener reservas permite mayor músculo para poder responder ante distintos sustos que pueda tener el mercado de manera puntual. Entonces, no es no es fundamental pero es conveniente para poder reducir la incertidumbre y la volatilidad. En la medida en que no tengas déficit, es decir, superávit fiscal, la política monetaria puede garantizar una inflación baja en dos años. Pero para la transición de esos dos años, es bueno tener reservas para poder mostrarle al mercado que ante pequeños miedos o incertidumbre se puede responder y estabilizar.
Milei y Caputo. ¿Se puede seguir bajando la inflación y crecer o crecen las complicaciones?
-La política de estabilización que eligió el Gobierno ya lleva un año y cuatro meses. La baja de inflación sostenida que se venía comprobando empieza a mostrar un parate, empieza a subir muy gradualmente y acercarse otra vez a 3 puntos habiendo encarado ese nivel de ajuste y habiendo tomado decisiones muy racionales que usted ve razonables y positivas. ¿Se puede complicar esta idea de que la inflación en algún momento va a tender a cero y que el crecimiento se va a dar y va a volver? No se estaría comprobando del todo. ¿Hay algo del escenario previo a Trump, vinculado con la política económica argentina que esté generando algún tipo de dificultad en ese sentido?
-Tomo los dos puntos que mencionás. Por un lado, inflación y por el otro, crecimiento. Desde el punto de vista del crecimiento, ya se estaba viendo. Las estimaciones de los economistas que siguen los números argentinos en detalle pronosticaban entre 4 y 5 por ciento de crecimiento para este año: el rebote ya se veía venir. Esto de los aranceles quizás lo frene en alguna medida, pero hay que ver. La Argentina no es un país tan abierto, mucho de eso podía ser recuperación de consumo interno. No soy experto en estos números, pero no diría que necesariamente ese crecimiento va a ser muy distinto o se va a frenar significativamente, por lo menos por lo que vimos hasta ahora. Lo de la inflación es un poquito más complejo. Es relativamente sencillo bajar la inflación de 20 por ciento mensual a 2 por ciento. Pero es más complicado bajarla mes a mes de 2 a 0,4 por ciento. Pero estoy convencido de que con superávit fiscal, Se pueden hacer muchos tipos de política monetaria distintos, o sea, el menú es amplio para que el año que viene la inflación esté alrededor del 12 por ciento anual, o 10 o incluso 8 por ciento, con lo cual podemos estar debajo del 1 por ciento mensual en promedio. Ahora, es mucho más difícil saber si bajará el mes que viene. La política monetaria da respuestas muy claras y contundentes. Cuando hay inflación muy alta, las puede dar muy rápido como fue lo que pasó el año pasado. Llevar la inflación de este nivel que estamos navegando ahora en torno al 25 por ciento anual al 10 por ciento es también relativamente sencillo de un año a otro. Pero mes a mes es mucho más difícil pronosticarla. Si no hay sobresaltos, y suponiendo que no se salga del cepo y que tuvieran este 1 por ciento de devaluación todos los meses, ¿es razonable esperar que la inflación esté mucho más cerca de 1 por ciento mensual para fines de año? La respuesta es sí. Eso se debería esperar.
-¿Pero eso va a estar muy atado al contexto global? Si el dólar empieza a producir desfasajes en todo el mundo y los países empiezan a devaluar, ¿la Argentina va a tener que tomar decisiones también en ese sentido? Sabemos que en la Argentina el precio del dólar, cuando sube, impacta en los precios.
-Estamos analizando una hipótesis que no creo que suceda: que el Gobierno mantenga el cepo de aquí a fin de año y que mantenga la devaluación mensual del 1 por ciento. Si se hace eso, es atar la moneda al dólar pero haciéndola ir al 1 por ciento más rápido por mes. Con lo cual, si en Estados Unidos hay una inflación del 3 o el 4 por ciento, uno esperaría una inflación de alrededor del 18 por ciento en la Argentina. ¿Qué pasa en el resto de las monedas? Eso puede hacer que la Argentina esté más cara o más barata relativa a Brasil. Pero desde el punto de vista de la inflación, uno podría estar esperando ese tipo de números. Hoy, con una inflación entre 2 y 3 por ciento, está por arriba de una inflación del 18 o 20 por ciento. Durante la transición, es difícil saber qué es lo que pasa mes a mes, cuándo converge. Cuando uno mira otras experiencias, a veces en el siguiente mes no funciona. Cuando pasan períodos relativamente largos, la política monetaria tiende a ser muchísimo más efectiva. Si hay tarifas impuestas por Estados Unidos, se podría esperar que los precios que los argentinos ven bajen un poco. Eso no tiene que ver con un éxito de la política monetaria. Tiene que ver con lo que llamamos shocks reales, que supone que algunos precios bajan y otros suben. ¿Cómo la política monetaria consigue que el promedio de suba de los precios se ajuste? No es un analgésico: te lo tomás y te para el dolor. Es más como los remedios que te bajan el colesterol: los tenés que tomar todos los días y entonces, seis meses después, cuando te hacés el análisis de sangre, el colesterol bajó. Pero cuando medio y te tomas mañana el colesterol y el colesterol ya bajó.
Milei y las elecciones 2025. Baja de la inflación mensual, ¿la promesa equivocada?
-Ahora, el gran problema para el Gobierno son las elecciones de este año. El gobierno necesita mostrar resultados muy contundentes para garantizar un éxito electoral que le permita en el largo plazo llegar mostrar ese resultado más estructural.
-Sin dudas. Ahí se mete, la política. Este Gobierno generó la sensación de que el índice mensual de inflación depende de lo que hacen ellos. Y yo creo que no es así. Que la inflación sea mucho más baja este año que el año pasado, eso sí depende de la política monetaria. Pero lo que pasa mes a mes depende de un montón de otras cosas. Pero bueno, el Gobierno asumió ese rol y entonces ahora la gente dice: “este mes, la inflación fue de 3 por ciento”. No hay mucho que se pueda hacer para que este mes no llegue a 3 porque hay cosas, además, que tienen que ver con la estacionalidad, con problemas en distintos productos que entran en la canasta. Desde la teoría monetaria sabemos que la política monetaria puede generar inflación baja en el mediano plazo pero que mes a mes pueden estar pasando cosas que no se manejan. En 2021 y 2022, la inflación de Estados Unidos no tuvo que ver con política monetaria. Tuvo que ver con las cadenas de valor. Aclaro algo: hablo sobre lo que yo pienso, y no representa la posición del sistema de la Reserva Federal ni al Banco de la Reserva Federal de Minneapolis.Mucha gente le adjudica esa responsabilidad al Fed. Yo creo que no la tuvo. Creo que manejó la política bastante bien. La inflación tuvo que ver con otras cosas.
Trump y el arancelazo. ¿Más geopolítico que económico y comercial? Argentina, ¿más riesgo o no tanto?
-Vayamos a las decisiones que ha tomado el presidente Trump. Hay un gran debate acerca de si su perspectiva es razonable. Algunos dicen que es cierto, que Estados Unidos tiene un déficit en su balanza comercial con el resto del mundo. Pero el argumento es que se debe a que Estados Unidos es la principal economía del mundo, la más rica y la que más consume: nadie puede consumir en la misma medida, nadie puede comprar productos a Estados Unidos en la misma medida. ¿Es sostenible ese argumento? ¿China, por ejemplo, podría comprar más productos de Estados Unidos y no lo está haciendo?
-El déficit de balanza comercial sistemático, durante muchos años, no tiene que ver con la riqueza. Es como con el déficit fiscal: quiere decir que Estados Unidos está consumiendo más de lo que produce de manera sistemática, lo cual quiere decir que se están endeudando afuera, porque alguien está prestando para que pueda importar más cosas de lo que exporta. Cuando un país tiene déficit de balanza comercial, quiere decir que se está endeudando afuera. Y efectivamente es así. Parte del fenómeno es que hubo muchísimos bancos centrales que decidieron acumular reservas. La manera más segura de hacerlo es comprar bonos del Tesoro de Estados Unidos. La única manera en que eso puede pasar es que Estados Unidos tenga déficit comerciales, porque quiere decir que alguien está comprando papeles. Yo particularmente no me preocuparía demasiado por eso, porque la tasa de interés que paga Estados Unidos por esta deuda es realmente muy baja. Pero lo que se hace subiendo tarifas es reducir importaciones y exportaciones. No está muy claro que la tarifa sea lo que hay que usar para cerrar el déficit comercial. El efecto es la reducción del comercio internacional, pero no garantiza que vayas a comprar menos, porque si comprás menos, también vendés menos. Para mí, el argumento va más por otro lado. Tiene que ver con una posición interna de Estados Unidos, que ya ha existido en el pasado. Tiene que ver con el aislacionismo. Hay un grupo importante que cree que lo que está fuera de los Estados Unidos no ayuda necesariamente y que mejor, dado además que hay dos océanos de por medio y América del Sur abajo, que no es una amenaza, es no involucrarse demasiado con el resto del mundo. Está cambiando el rol de Estados Unidos como vigía de Occidente, como decía Serrat en sus canciones. Las tarifas son una manera de decir: ahora voy a hacer lo que yo quiera y lo voy a hacer pensando nada más que en las cuestiones domésticas y que estas son las maneras directas en la que uno afecta a otro país. Si uno quiere generar fricción con otros países, subir tarifas de la manera más directa de hacerlo. Tiene más que ver con una política en ese sentido: tiene más que ver con la geopolítica que con el déficit comercial en sí mismo.
-Trump le está demandando al Fed que intervenga con las tasas de interés. ¿Cómo puede afectar este movimiento en la Argentina?
-Las presiones del Poder Ejecutivo sobre los bancos centrales son comunes en muchos países. Creo que es más discurso político que otra cosa. El Fed tiene una estrategia bastante clara sobre qué es lo que hace con la tasa en función de la inflación y de la creación de empleos. Cuando el Fed sube la tasa, sube la tasa para la Argentina también. Subidas de tasas en la Reserva Federal, hacen que suba la tasa a la cual la Argentina puede pedir prestado en el mercado internacional. No aplica a los préstamos del Fondo, porque son tasas más institucionales. Desde ese punto de vista, para la Argentina, cuando sube la tasa, no son buenas noticias. De todas maneras, cuando el Fed sube la tasa, la sube en una proporción menor que lo que implica los movimientos del riesgo país para la Argentina.a Los efectos de la tasa de la Argentina son mucho más grandes que lo que el Fed puede generar. El Fed sube la tasa el 0,5 por ciento. Lo ha hecho con valores más grandes, pero fue para bajar la inflación de 2021 y 2022. Es decir, las subidas de tasas de la Fed no son buenas noticias para la Argentina pero los porcentajes son muy menores comparado con lo que Argentina puede conseguir por sí misma bajando el riesgo país y generando políticas macroeconómicas disciplinadas. O sea, si el año que viene tenemos inflación más baja, si el superávit fiscal se mantiene, si está claro que los políticos en la Argentina se pueden pelear pero se mantiene la disciplina fiscal, puede bajar el riesgo país mucho más que de lo que puede subir la tasa del Fed.
-Muy interesante: una mirada muy diferente sobre si la Argentina está más expuesta o no a mayores riesgos en este cambio de escenario. Su mirada es mucho más no sé si diría optimista, pero sí más tranquilizadora respecto a esa posibilidad.
-Sí. Es mucho más importante que la Argentina haga bien los deberes puertas adentro que lo que está pasando afuera. El contexto internacional ayuda: un viento de cola siempre es bueno para un avión, pero los aviones también vuelan con viento de frente.