Katia “La Tana”, de Gran Hermano: del bullying que experimentó en la casa al deseo de un cambio de vida

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Katia Fenocchio entró a Gran Hermano con un sueño: que el reality de Telefe la ayudara a cambiar su vida. Y aunque quedó afuera a pocos días de la final, siente que ganó. En diálogo con LA NACION, “La Tana de La Matanza” imagina una nueva vida, habla de los aprendizajes que le dejó la experiencia, cuenta cómo es el vínculo con su hija y revela sus más íntimos deseos.

-¿Esperás que una nueva vida comience a partir de ahora o solo buscás retomar la rutina?

-Quiero que la vida me cambie para bien. Siempre me las rebusqué, hice de todo y me gustaría hacer más de lo que disfruto.

-Si tenés que soñar, ¿cómo te imaginas de ahora en más?

-Me encantaría mudarme a un lugar más cómodo, tener mi propio stream en un cuarto, tener la barbería de “la Tana de La Matanza”. Estoy a 15 cuadras de la General Paz y quizá me mude del otro lado de la avenida, pero cerca del barrio; creo que es una buena opción. Y me gustaría actuar, hacer publicidades, series. Siempre fui caradura así que si sale algo… También quiero volver a cantar. Durante diez años canté en el grupo Las Wachiburras y ahora haría un estilo más moderno, acorde con la época. Y también estuve como extra en series; por ejemplo, estuve como tres meses grabando en la serie En el barro (spin off de El marginal, con la China Suárez y Valentina Zenere), que todavía no se estrenó. Siempre me lancé de caradura, nunca estudié ni canto, ni actuación. Estoy dispuesta a todo lo que sume.

-¿Cómo era tu vida antes de entrar al reality?

-Vivo con mi hija Zaira, que tiene 16 años, y laburo de lo que salga. Cortaba el pelo en casa, era barbera, tatuaba, hacía delivery de comida o viajes de mensajería; ya tengo mis tarjetitas. Vendía ropa, insumos para tatuajes.

-¿Por qué entraste a Gran Hermano?

-Ya me había presentado en otras ediciones y mi casting se viralizó. No se dio en ese momento, pero sí este año. Hablé mucho de mi vida en el casting, y en un momento me pregunté por qué lo hacía, sino es el psicólogo (risas). Evidentemente gustó mi historia y me convocaron. Yo quería cambiar un poco mi vida y pensé que era una buena oportunidad. Siempre soñé con ser conocida y decir que todo lo que sufrí no fue en vano; quería darle fuerzas a las personas que también pasan por situaciones difíciles. Antes tenía un merendero, porque hay dos villas cerca de mi casa, y venían a buscar mercadería y ropa. Quiero ayudar y ese es el granito de arena que puedo aportar siendo conocida.

-Un poco usaste de psicólogo a Gran Hermano, ¿no?

-Tal cual. Fue una experiencia que me sirvió para encontrarme con mi niña interior. Me di cuenta de que había cosas que no tenía resultas, muchas heridas que creía que había superado y no era así. Me abrí porque soy una persona muy emocional. El juego también sacó cosas feas de mí y me dio cosas positivas, hasta que decidí hacer las paces conmigo y soltar esas mochilas que no me dejan avanzar. Y ahora voy a tratar de resolver lo que me quedó pendiente. Siento que evolucioné demasiado y es muy indo porque dejé atrás las ansiedades y fobias. Fueron cinco años de terapia en cinco meses (risas).

-¿Qué disfrutaste y qué padeciste en la casa?

-Disfruté mucho el último tiempo cuando empecé a darme cuenta de que era un juego y que había cosas que tenía que hacer, aunque no fueran parte de mi esencia. Mostré mi lado más humano, cómo soy en la vida real. Y lo que más padecí fue estar sola los primeros dos o tres meses; la pasé bastante heavy. Me subestimaron también, me marginaron. Y me llevo ese pequeño dolor porque en la vida me han juzgado, me han hecho bulliyng. En el último tiempo estuve más cerca de Tato y Luz, aunque el tridente es muy cerrado. Y con nuestras diferencias, estuve cerca también de Sandra y Lulu; éramos como un mal necesario (risas).

-Saliste dos semanas antes de la final, ¿pensás que podrías haber ganado?

-Por un lado, nunca pensé que iba a llegar hasta acá; la verdad es que creí que me iba a ir mucho antes. Y, por otro lado, haber llegado tan lejos me daba esperanzas de llegar a la final y ganar un premio, porque mi meta era llevarle algo a mi hija y tener una casa, poder dormir todas las noches tranquila. Me dio frustración salir a tan poco de la final, pero al mismo tiempo, estaba saturada, no tenía ya ganas de pelear. Siento que ya gané, y ahora me enteré que hay gente que me apoya y me quiere, que generé mucho contenido. Y también extrañaba mucho a mi hija.

-¿Con quién se quedó tu hija?

-Es la primera vez que estuve tanto tiempo lejos de ella. Muchas veces me sentí mala madre, entre comillas, por estar en Gran Hermano. Y al mismo tiempo sabía que estaba ahí por ella. Durante estos meses mi hija se quedó con mi papá, y formaron un vínculo hermoso que nunca antes habían tenido. Los primeros tiempos la llevé bien, pero ya no podía disimular y cuando me hablan de Zaira me ponía mal o soñaba con ella.

Katia, la última eliminada de Gran Hermano

-¿La criaste sola o tenés ayuda del papá?

-La crie sola. Me separé hace ocho años y desde entonces el padre no aportó nada. Tengo la esperanza de que algún día él quiera recomponer el vínculo con su hija, porque sería hermoso. Y también espero que se haga justicia porque nunca aportó alimentos, aunque inicié el trámite hace siete años. Quiero que mi hija tenga un mejor pasar porque es lo que corresponde; él tiene una buena posición económica, está casado y me gustaría que viera en su hija.

¿Nunca más la vio?

-Alguna que otra vez, pero casi obligado. Y mi nena la pasó tan mal que no quiso verlo más. La familia de él a veces habla con mi hija, pero hasta ahí; no me ayuda ni me apoya. Siempre la peleé sola.

-Toda una guerrera…

-Siempre fui una guerrera. Y tuve que hacerme guerrera en la casa. Aunque a veces ya no tuviera fuerzas.

-¿Quién te gustaría que gane el reality?

-Devi (Juan Pablo). Tuvimos nuestras diferencias, pero sé que tiene un corazón muy grande y hasta me quiso dar un auto. También pasó por cosas tristes y se merece una oportunidad, una nueva alegría.

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