Kevin Benavides, el argentino más importante del Dakar, se cambia de las motos a los autos

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El cuerpo no le responde. “Me cuesta un h…”, dice, mientras el físico se rehúsa a cumplir la orden. De alguna manera, esa mente alocada de motociclista feroz entendió que no se podía seguir así. Le brotan lágrimas, pero de esa boca no sale aún la palabra que pone fin a todo. “Al no entregar mi cien por ciento, no puedo ser yo”, intenta explicar en una reunión con la prensa que acompañó su vida deportiva. Mira al costado, levanta las cejas como esperando que eso sea suficiente para no decir lo que sus labios nunca pronunciaron. El hombre que se repuso de mil contratiempos y fracturas, que entregó su vida al deporte casi de manera literal en el accidente que lo dejó internado con pronóstico reservado hace un año, está en una situación verdaderamente incómoda.

Suspira, gesticula y lo larga como puede: “Decidimos que… retirarme”. Pausas, revoleo de ojos, frases que no se conjugan y el golpe que implica decir en voz alta que se pondrá fin a la exitosa carrera deportiva sobre la moto, su pasión. Así es, tan Kevin Benavides que duele imaginar lo que está sufriendo por dentro. El salteño que conoció el Rally Dakar cuando pasó por su tierra hace más de una década, que sorprendió al mundo del motociclismo saliendo de un rincón desconocido hasta capturar los más altos logros, que destronó a los referentes del momento y se coronó dos veces como ganador del raid más duro del mundo, dice “adiós”.

El mayor de los hermanos Benavides se saca el casco para ponerse otro; retirarse de las motos en el Dakar es doloroso, pero consecuencia de otro dolor: el físico que le quita confianza para correr.

Kevin Max Benavides puso el punto final a su historia profesional sobre las motos, pero está listo para redactar un nuevo tomo. Ni siquiera cuando se despertó, extrañado con el camisolín de internación tras unos días en cuidados intensivos, se le cruzó la idea de parar por completo. Salió de la clínica, volvió a entrenarse, afrontó varias operaciones más y regresó a la acción tres meses después con el objetivo de correr en su noveno Dakar, hecho que cumplió en Arabia Saudita el último enero. Lo hizo, pero luego tomó la meditada decisión de enfocarse en la recuperación, que lleva más tiempo que lo que esperaba. Por esto anticipa un plan que tenía para el 2026: dejar las motos y pasar a una división de cuatro ruedas.

“Esta no es la manera en que quería retirarme, pero las cosas son como son y hay que aceptarlas. Este deporte me ha dado mucho y estoy muy agradecido. Agradezco también estar vivo, porque con el último accidente estuve muy cerca de pasar para el otro lado”, reflexiona el piloto de 36 años. Mientras KTM, su equipo actual, lo despide con honores en la sede central, de Austria, el salteño se hizo tiempo para hablar para LA NACION y abrir el pecho inflado con lauros para señalar el dolor interno y cuál será el siguiente paso. “Es un día importante para mí. Estoy cerrando una etapa mientras trabajamos en abrir otra”, lanzó.

Su victoria de 2023, la segunda en el Dakar

Respirando profundo, explica: “Venimos batallando desde hace tiempo con la última lesión, lo que me lleva a tomar esta decisión que me cuesta un h…. Pero creo que es la más acertada y sensata”. Practicando en Salta el 11 de mayo de 2024, Benavides sufrió un traumatismo craneoencefálico y una fractura del húmero izquierdo. Esperando la reabsorción de un hematoma que amenazaba con llevarse su vitalidad, debió postergar las operaciones para reconstruir el nervio radial dañado en su extremidad. Salió adelante en tiempo récord, sí, pero la lesión tiene un plazo indefinido de recuperación hasta que recobre completamente las funciones de la mano. Así no puede ir en la moto de carreras. “El brazo está muy débil y ante cualquier problema puedo tener una complicación mucho peor”, detalla el argentino más reconocido del Dakar. La competencia es demandante al extremo, en dos semanas en las que el piloto duerme poco y se cansa mucho, sin posibilidad de recuperación.

“Al no entregar mi cien por ciento, no puedo ser yo arriba de la moto”, insiste Benavides, que en los últimos entrenamientos se dio cuenta de que algo no andaba bien. En el aspecto físico experimenta una mejoría, pero Kevin ya no puede atacar como antes. “Me di cuenta de que manejo con cierta precaución porque no quiero golpearme el brazo. Entonces me dije «¿qué estoy haciendo acá?». No tiene sentido correr con precaución”, reconoce. Y blanquea: “En el rally se necesita un grado de locura y me he dado cuenta de que no puedo estar en ese nivel”.

Nadie puede cuestionar la lucidez de un hombre que practica un deporte del riesgo, por momentos insano, al advertir la necesidad de cambiar. De dar otro paso. Que en este caso no será al costado, sino adelante. “Corrí en el último Dakar porque sé manejar bien una moto, pero me mantuve con un brazo y medio”, recuerda, sabiendo que sin esa zanahoria delante tal vez nunca habría salido de la lesión. “No quiero seguir sufriendo arriba de la moto, porque adoro la moto, es mi pasión. Por eso, esto cierra la etapa de la manera más bonita, estando agradecido de estar acá, hablando. Porque tranquilamente podría no estar…”, concluye.

Kevin no decidiría bajarse de un vehículo si no supiera dónde puede continuar. “Yo quiero reinventarme. Cierro mi etapa con la moto pero abro mi etapa como piloto de autos. La idea es empezar a escribir otra historia ahí”, confirma el primer latinoamericano en ganar el Dakar en motos, el primero también en repetir y el primero en hacerlo con dos factorías (una victoria con Honda y una con KTM). Ahora quiere conseguirlo en autos.

Tiempo de hacer las valijas para Benavides: al cabo de dos conquistas en motos, se marcha hacia alguna de las divisiones de autos, como lo hicieron, entre otros, Stéphane Peterhansel y Nani Roma.

Su fortuita primera moto de rally

Comenzó muy pequeño a montar en dos ruedas, compitió con menos de diez años de edad y en las últimas dos décadas lo hizo con entrenamientos de alto rendimiento. Cumpleaños, casamientos, festejos; todo quedó a un lado desde su adolescencia, cuando se embarcó definitivamente en el arte de ser veloz en cualquier terreno. Aunque sumó campeonatos junior y carreras emblemáticas representando a Argentina, no tuvo la exposición que merecían sus lauros hasta que un día entró una camioneta por el portón de su casa y descargaron una moto de rally, en una historia casual.

El argentino Demián Guiral protagonizaba el Dakar 2015 con asistencia de Honda Argentina y, en medio del salar del Uyuni, Bolivia, le cedió el manubrio de su CRF450 al español Joan Barreda para que éste, integrante del equipo oficial, reemplazara la pieza que tenía dañada y siguiera adelante. Los mecánicos argentinos que atendían las Honda debieron cargar con la moto de Guiral, que ya no estaba en carrera. Para MEC Team implicó llevar más peso en una larga caravana de viajes. Eso encendió la lamparita de Mariano Casarolli, capo squadra, que decidió pasar por la casa de los Benavides, en Salta. Ese día se hicieron mutuos favores: MEC descargó peso al dejar la moto allí y Kevin recibió una montura de rally-raid como para conocer de qué se trataba. “Yo le dejé la moto pensando que podía ser un buen piloto, pero nunca imaginé que sería el mejor argentino de la historia”, recuerda entre risas Casarolli, con quien corrió Kevin en los primeros años. Juntos ganaron etapas y sellaron el sorprendente 4° puesto -el mejor de Honda– al debutar en el Dakar 2016. Hasta su última carrera Benavides tuvo como mecánico personal a Germán Olivares, a quien conoció en aquellos primeros años.

Kevin es un profesional valorado que hizo todo para superar la grave lesión que casi lo pasó al

Se cierra una época en las motos y Kevin Benavides repasa el momento histórico, quiénes lo han marcado y quiénes lo exigieron. “En el último tiempo se han retirado Toby Price, Sam Sunderland, Matthias Walkner, Pablo Quintanilla, Joan Barreda y ahora yo”, enumera el doble vencedor del Dakar. “Cada uno fue parte de mi historia y yo fui parte de las de ellos”, exalta. Y dedicó un párrafo a su amigo Paulo Gonçalves, el portugués que perdió la vida en la carrera del 2020. Era nueve años mayor que él y fue uno de los primeros en reconocer las dotes del argentino: “Siempre me motivó Paulo Goncalves, como compañero, como persona, como piloto, en la pista y fuera de ella”. Y recuerrda sus comienzos, aquellos de cuando fue reclutado en el equipo Honda South America y al año fue ascendido al mundialista Honda HRC: “Él me dio muchos consejos. Éramos rivales en la carrera pero me ayudaba, me guiaba y se alegraba por mí, cuando normalmente es difícil que eso suceda”.

Kevin tiene su “Mr Hyde”: un manejo agresivo que él llama “estilo Max”, en referencia a su segundo nombre. Es la versión más alocada y de ataque que transita por su cuerpo y que sale a flote cuando hay que definir por el champagne o el suero. “Uno que me llevó a crecer en la parte competitiva es Joan Barreda, un piloto superrápido al que, tal vez, nunca se le llegaron a dar las cosas. Como él era rápido, yo quería ser más rápido”, afirma Benavides, que venció al astro español en un mano a mano cuando era un novato, en el clásico Desafío Ruta 40, de Argentina. “Fui rápido por haber tenido rivales rápidos como él y como Toby Price, a quien cuando entré al rally miraba como a alguien imposible de vencer, pero terminamos teniendo batallas juntos”, halaga. Ambos definieron el Dakar 2023, pocas semanas después de ver a la Scaloneta consagrarse en Qatar. Kevin advirtió, al estilo de Dibu Martínez, “mirá que te como”, cuando recuperó terreno ganando la penúltima etapa. Largaron con 12 segundos de diferencia en favor del australiano, que se transformaron en ventaja de 43 para el salteño al terminar el último día, con la euforia de los argentinos que volvieron a ilusionarse.

Un festejo en Tucumán en el Desafío Ruta 40, la carrera argentina que forma parte del Mundial de Rally-Raid y en la que el salteño derrotó al prestigioso piloto español Joan Barreda.

“Estoy muy agradecido por lo que conseguí y lo que mostré desde Salta, desde Argentina, desde Latinoamérica. Siempre nos han visto como «sudacas» y acá hay mucho talento que, si trabaja bien, puede hacer las cosas”, es su mensaje de despedida de las motos. Con profesionalismo, no empaña hablando de otras marcas la fiesta que KTM le dedicó en Austria, pero no pasará mucho hasta que avance hacia su nuevo objetivo, los autos. “Me caigo y me levanto. Lo hice muchas veces y este es otro inicio”, enfatiza. Ahora se quitó de encima el mensaje del adiós y se apropió del de la reinvención. Ahora sí, el cuerpo le responde otra vez.

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