Tras su victoria en la provincia de Buenos Aires, el gobernador bonaerense se posiciona como figura central del peronismo y desafía el liderazgo de La Cámpora. La estrategia de autonomía, el mensaje a Milei y el armado federal que ya comienza a delinearse.

La contundente victoria electoral de Axel Kicillof en territorio bonaerense no solo reafirmó su gestión, sino que lo catapultó como uno de los principales referentes opositores frente al gobierno de Javier Milei. En la intimidad de su entorno, el gobernador interpreta el resultado como un “plebiscito” a su modelo de Estado presente y como un freno al avance libertario en áreas sensibles como salud, educación y obra pública.
Kicillof se muestra decidido a romper con la tradición de gobernadores que no logran proyectarse a nivel nacional. “Se plebiscitó mi gestión”, repite ante funcionarios y dirigentes, convencido de que su figura trasciende el kirchnerismo clásico. En sus recorridas por el interior bonaerense, el mandatario enfatiza políticas concretas como la apertura de casas de la provincia, la instalación de frigoríficos municipales y el impulso a centros universitarios.
La estrategia de desdoblar el calendario electoral provincial le permitió marcar distancia del armado nacional y consolidar una identidad propia. Incluso en distritos donde el peronismo perdió, como Ranchos y Pila, Kicillof volvió para reforzar presencia territorial, convencido de que la gestión puede revertir tendencias adversas.
El triunfo bonaerense reconfigura la interna del peronismo. Kicillof desafía abiertamente el liderazgo de La Cámpora, con quien mantiene una convivencia tensa. “Si quieren venir, que vengan. Y si no, que se queden”, deslizan desde su entorno, en alusión a Máximo Kirchner. La unidad alcanzada para las legislativas se sostiene en un equilibrio frágil, pero el gobernador ya dio señales de que buscará construir un proyecto presidencial con base federal.
Dirigentes como Jorge Ferraresi lo respaldan abiertamente: “El domingo llenamos las urnas y el lunes empezamos a construir el triunfo para que Axel sea presidente en 2027”. La frase resume el clima político que se vive en el peronismo bonaerense, donde Kicillof emerge como el candidato natural para disputar la Casa Rosada.
En sus intervenciones públicas, Kicillof contrapone su modelo de gestión con el programa libertario. En actos recientes, como el de General Madariaga, destacó la inversión pública como motor del desarrollo, en contraste con la retirada del Estado que ensaya el gobierno nacional. Para el gobernador, Milei y su gabinete son “irresponsables” por desfinanciar áreas clave como salud y educación.
La victoria en Buenos Aires, sumada a los escándalos que golpean al oficialismo nacional, como el caso de corrupción en Discapacidad, fortalecen la posición de Kicillof como referente opositor. En este contexto, el mandatario bonaerense comienza a tender puentes con gobernadores de otras provincias, en busca de una construcción política que exceda los límites del PJ tradicional.
Axel Kicillof se siente validado por las urnas y decidido a disputar el liderazgo del peronismo. Su estrategia de autonomía, su confrontación directa con el modelo libertario y su creciente protagonismo en el armado federal lo posicionan como uno de los principales aspirantes a la presidencia en 2027. La interna peronista, lejos de cerrarse, se recalienta con un nuevo actor que ya no se conforma con gobernar la provincia más grande del país: quiere gobernar la Nación.