En un deporte dominado por grandes centros de alto rendimiento, presupuestos millonarios y estructuras sofisticadas, una academia pequeña, de raíces argentinas, lleva una década escribiendo una historia diferente: silenciosa, trabajada, y cada vez más exitosa. Se trata de la Hernán Rey Golf Academy (HRGA), un proyecto que nació hace diez años con una propuesta sencilla pero ambiciosa: formar golfistas con una mirada integral, tanto dentro como fuera de la cancha.
Hoy, HRGA tiene razones de sobra para celebrar. Este año, dos de sus talentos se consagraron en lo más alto del golf amateur internacional: Tomás Restrepo, joven colombiano de apenas 17 años, se proclamó campeón mundial junior en Japón, mientras que su compatriota María José Marín (18) se coronó en el certamen individual del campeonato de la NCAA, la competencia universitaria más importante de los Estados Unidos.
Restrepo tuvo su primer contacto con el golf con un palo de juguete que le regaló su padre, a los cuatro años de edad. Una escena lúdica que, proyectada en el tiempo, culminó con la consagración mundial juvenil en suelo japonés, en junio del año pasado, cuando alzó la Copa Mundial Junior Toyota 2025, un hito golfístico para su país. A los 12 se decidió por el golf, por eso es que cambió de colegio, del presencial pasó al virtual, y todos los días empezó a bajar al campo del Club Manizales; además, pegaba por las mañanas en el Bosque Popular el Prado.
Los resultados de Restrepo brotaron solos: fue campeón regional, nacional y sudamericano. Por sus condiciones se incorporó en la HRGA: allí estuvo en el campamento en agosto del año pasado, formó parte del programa “total coaching” a distancia, es alumno full time y logró su patrocinio, el que potenció con el que le ofrecen la Federación Colombiana de este deporte y la multinacional Callaway. Es un jugador paciente, que sabe cuándo debe atacar el campo. Es muy fuerte mentalmente, incluso, siempre el último día remata muy bien. Su consagración en Japón marca un hito para el golf juvenil colombiano y, al mismo tiempo, para la academia. Con su humildad, disciplina y madurez competitiva, el joven campeón refleja el espíritu que impulsa a HRGA desde su creación.
El caso de María José Marín es otro ejemplo claro: tras formarse con HRGA y desarrollarse en el sistema universitario norteamericano, la colombiana se consagró campeona individual de la NCAA, conquista que pocas latinas han logrado. Y con apenas 18 años, ya se proyecta como una firme candidata a sumarse al circuito profesional en el corto plazo. La jugadora de los Arkansas Razorbacks de la Universidad de Arkansas (estudia contabilidad) es sin duda una de las jugadoras a tener en cuenta en los próximos años y parece destinada a tener una carrera brillante.
Nacida en León (México) pero criada deportivamente en Cali, Marín ganó en 2022 once eventos del Ranking Mundial de Golf Amateur (WAGR), incluido el Amateur Sudamericano Femenino y el Amateur Mexicano Femenino. En 2023 y 2024 jugó el Augusta National Women’s Amateur. En su debut, a los 16 años, se convirtió en la primera sudamericana en llegar a la ronda final y terminó 14° y al año siguiente fue 30°. Otro mojón en su carrera: debutó en el LPGA Tour en el Walmart NW Arkansas de 2024, donde terminó 17°. En la última vuelta quedó en el mismo grupo que Lexi Thompson. Y recientemente superó el corte y finalizó 70° en el segundo major de su carrera, el Amundi Evian Championship, en Francia.
Ambos jugadores, formados bajo la guía de un equipo técnico encabezado por el exgolfista argentino Hernán Rey, son la punta visible de un proyecto que viene cosechando resultados con consistencia en el último lustro. “Esto no es casualidad”, asegura Rey. “Trabajamos desde hace años con un enfoque personalizado, apostando al crecimiento técnico, físico y mental de cada jugador. Lo que está ocurriendo ahora es fruto de ese proceso”.
Con base de operaciones en Orlando (EE.UU.) pero con una fuerte conexión latinoamericana, HRGA se consolidó como una plataforma de desarrollo para jóvenes golfistas de la región. Por sus filas pasaron talentos que ya dejaron huella. Uno de los casos más resonantes es el del argentino Mateo Fernández de Oliveira, ganador del Latin America Amateur Championship (LAAC), que lo llevó a competir en torneos como el Masters de Augusta, US Open y Open Championship.
En el plano femenino, otra figura que emergió desde la academia es la rosarina Valentina Rossi, finalista del Women’s Amateur Latin America (WALA). A eso se suman múltiples títulos en torneos junior regionales y universitarios. El caso de Nicolás Echavarría, hoy exitoso en del PGA Tour, sigue entrenándose bajo el mismo sistema híbrido de presencial y distancia, tal cual lo hace cualquier junior que llega a HRGA.
El mérito de la academia no está solo en sus resultados, sino en cómo los alcanza. Lejos de ser una estructura masiva, HRGA apuesta por un modelo casi artesanal: grupos pequeños, atención individual, planificación a largo plazo y foco en los detalles. En un deporte donde muchas veces se busca el éxito rápido, esta academia se planta como contracara: cree en los ciclos, no en los atajos. “Cuando armamos esto, la idea no era tener volumen, sino calidad. No queríamos formar buenos jugadores solamente, sino buenas personas, con valores, responsables, con capacidad de adaptarse al profesionalismo o a las universidades de Estados Unidos”, explica Rey, quien también trabaja como comentarista de golf para ESPN y tuvo su pasado como jugador del Tour Europeo.
El trabajo de HRGA incluye coaching técnico, preparación física, asesoramiento académico y orientación en el proceso de becas universitarias, un camino que hoy siguen muchos de los mejores talentos latinoamericanos para acceder al golf profesional. “Hay algunas academias que les enseñan a todos el mismo swing: hacen ‘drills’ y entrenamientos generales. En nuestro caso, cada diagnóstico es personalizado porque cada persona es distinta, el cuerpo manda. Hay distintas características físicas: si un jugador Shane Lowry hiciera un test físico muy exigente, por ejemplo, quizás no lo pasaría. Sin embargo, él, con su codo volador y a su manera, ganó el Open”, ejemplifica Rey.
La academia se planta firme en la idea de conservar el ADN de cada jugador, sobre todo con los que ya son buenos: solo tratan de pulirlo y mejorarlo. Se empezó a trabajar en la entidad con Echavarría cuando el colombiano estaba fuera de los primeros 1000 del ranking mundial y no tenía tarjeta completa en el Korn Ferry Tour. Hoy figura top 50 del mundo. “Pensamos que cada jugador es una historia distinta. Nico [Echavarría] no tiene un finish muy estético; él creció en un driving en subida y deja la cabeza clavada y se pone chiquitito en el follow through. Pero cuando lo medimos, tiene una consistencia impresionante; de hecho, es el jugador que más consistencia tiene a través del impacto en la cara del palo. Entonces, pulimos lo que tiene: no tratamos de cambiarlo ni modificarle su ADN”, explica el instructor.
María José Marín mejoró a partir de un ajuste clave al momento del impacto: “Es una chica muy bajita y tiene un plano muy en redondo. Cuanto más bajo sos, más en redondo tenés el swing. Por eso, no es casual ver la sacada de palo con las manos bien estiradas. Lo que hicimos fue subirle el plano que recorre la cara del palo para darle un poquito más de consistencia”. Otro factor decisivo es observar y estimular la parte mental de los alumnos: “Hay jugadores que son fuego y otros, hielo; están los que necesitan canalizar las emociones para adelante, como Tiger Woods, Jon Rahm y Nadal en el tenis, y otros son más hielo, tales los casos de Federer, Dustin Johnson, Ricky Fowler, Koepka; estos últimos están en todo momento muy parejos en lo emocional y no demuestran nada”, ejemplifica Rey.
Se trata de personalizar cada producto, de ayudar a los alumnos a encontrar su verdad y su patrón de juego. Así como nada tienen que ver el swing o la personalidad de Scheffler con la de McIlroy, Morikawa y Rahm, tampoco había puntos de contacto alguno entre los carácteres de Ben Hogan y Lee Trevino: uno no hablaba y el otro no paraba de hablar. A una década de su fundación, la academia liderada por Rey se lanza desde la idea de que no hace falta ser grande en tamaño para ser grande en resultados. Intenta aplicar una filosofía clara, una metodología coherente echando mano a un equipo de especialistas comprometido, para transformarse en una fábrica de campeones. Lo mejor, quizás, aún está por escribirse.