Tarde o temprano, todos sucumben ante Augusta National. Hasta Scottie Scheffler, que se perfilaba como gran candidato a obtener su tercer saco verde en cuatro años pero quedó relegado al cuarto puesto. Sin embargo, la nonagenaria Elizabeth Thacker resulta imbatible y nadie puede con ella en cada Masters: pese a las múltiples ofertas que recibió para vender su casa en 1112 Stanley Road de Augusta, se mantiene firme en la idea de seguir viviendo allí, a 457 metros del exclusivo club donde se disputa el primer major de la temporada. A esta altura, una declaración de principios que sostendrá hasta el día de su muerte.
La historia se recicla y en estos días posteriores al brillante triunfo de Rory McIlroy volvió con fuerza a los medios estadounidenses, que reflejaron la impotencia de las autoridades de Augusta para concretar la compra, pese al enorme poderío económico de la entidad. Simplemente, la señora de 92 años no quiere vender. “Sí, todavía es nuestra. Y sí, mamá aún vive allí”, confirmó su hija, Robin Thacker Rinder, a FOX Business. “Tiene una voluntad muy fuerte”, enfatizó. Según la empresa de mercado inmobiliario Zillow, la residencia vale alrededor de 366.000 dólares, considerando su tamaño (tres dormitorios) y su ubicación tan cercana al campo mágico. Esta cifra supera el precio promedio de venta en Augusta, de US$ 215,000, según Realtor.com. Lo particular es que es la única casa que queda en pie en esa zona generosa en árboles y serpenteada por varias calles internas.
A medida que fueron arrasando el vecindario contiguo al club, la oferta subió. El propietario William Hatcher solo pudo aferrarse a su idea de no vender hasta 2013, año de su último “no”. Finalmente, recibió US$ 960.000 por sus tres ambientes de 2704 Hillside Lane. “Mis hijos vieron la demolición, pero yo no pude”, reconoció en su momento Hatcher al sitio NJ.com. Ese barrio contempló como desaparecían de a poco aquellas viviendas y eran reemplazadas por amplios estacionamientos, priorizando el paisajismo al que aspira ANGC para mantener esa imagen verde e inmaculada. La pequeña casa de ladrillo frente a la Puerta 6-A, vecina de Berckmans Road y muy cercana de la arteria principal de esa zona, Washington Road, permanece incólume. En ese portón es donde ingresan la masa de espectadores y los periodistas acreditados cada año.
El afán expansionista de Augusta National no se detuvo en las últimas dos décadas. A golpe de billetera, la idea es controlar la logística alrededor de un certamen que cada abril moviliza a una ciudad de 200.000 habitantes y que este año repartió una bolsa de 21 millones de dólares y 4.200.000 para el campeón. El 13 de abril de 2020, el lunes después de lo que suponía sería la ronda final del Masters –aplazado ese año a noviembre por la pandemia- el club adquirió en 26 millones de dólares el centro comercial National Hills, de 6 hectáreas, ubicado frente a la esquina noroeste del Augusta National, a solo unos cientos de metros de la entrada principal en Magnolia Lane. Y en febrero de aquel año, la entidad completó una obra maestra de ingeniería cerca de la Puerta 1: un túnel de ocho metros de profundidad y 36 metros de largo que facilita el acceso al Global Broadcast Village, el moderno complejo de transmisión del torneo.
Las inversiones y la adquisición de inmuebles son continuas para que la institución de las magnolias y azaleas tenga el control y se maneje a sus anchas con la realización del Masters. Pero allí está, como siempre, la propiedad de los Thacker con sus ladrillos rojos, persianas negras y cuatro ventanas en la fachada. El esposo de Elizabeth, Herman Thacker, murió en 2019 a los 86 años. Hasta poco antes de su fallecimiento mantenía su testarudez frente a una posible venta en una nota con Golf Digest: “¿Adónde vamos? Este es nuestro hogar. Nos encanta estar aquí”. Y recordaba su lema primordial: “El dinero no lo es todo”.
Los Thacker criaron en esa “rebelde” vivienda a sus dos hijos. Y luego la familia se agrandó con cinco nietos y cinco bisnietos; un lugar ideal para pasar las vacaciones, con un jardín de cuatro hoyos construido por Herman. Scott Brown, uno de los nietos y hoy golfista profesional, ensayó swings y sacó sus primeros divots de ese césped, en un hogar lleno de recuerdos que hoy le hace frente a la impetuosidad de Augusta National.
Jerry Thacker, el hermano de Herman, aguantó todo lo que pudo. Era dueño de una de las mejores propiedades del vecindario, una casa blanca colonial de dos pisos que estaba asentada sobre un terreno de primera categoría. Pero resulta que Augusta National quería redirigir Berckmans Road, una calle ruidosa que corre a lo largo del borde de la cancha del Masters. La idea era mejorar el flujo de tráfico durante la semana del torneo. La avenida –para la que el club prestó 17 millones de dólares a la ciudad de Augusta- estaba proyectada directamente sobre el jardín de la casa de Jerry. Y así fue como el club compró la casa colonial y otros dos inmuebles de esta rama de los Tucker en 3,6 millones de dólares. Sin embargo, todavía no puede con el cálido hogar de Elizabeth.