La arquitecta que da vida a diseños que contrastan con el tradicional brutalismo paulista

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San Pablo envuelve con sus brazos brutalistas que hibridan con la luz y el clima tropicales. El hormigón visto se erige en una piel porosa, que dialoga con sombras profundas, pilotes abiertos y brise-soleil, configurando una poética del espacio duro y, al mismo tiempo, hospitalario. Frente a esto, su centro financiero, con rascacielos como el Martinelli o el Altino Arantes, constituye una traducción sudamericana del imaginario metropolitano de Nueva York o Chicago.

En medio, se cuece un diseño con identidad urbana, pero sofisticadamente intimista, como la que Mariana Simas ha creado para el más reciente proyecto del magnate brasileño Gero Fasano en el barrio Itaim Bibi con la idea de lograr personalidad en una megametrópolis que no para y que compite por lo más vanguardista, lo más insólito, lo más irreverente…

Mariana Simas nació entre libros y software. Es la tercera hija de un historiador y una ingeniera informática. “Estaba destinada a ser un nerd antes de que el concepto se pusiera de moda”, cuenta.

–¿Cómo se inició en la arquitectura?

–Me pareció una disciplina lo suficientemente elegante como para mostrar mi lado creativo, pero a la vez lo suficientemente sólida para sustentar mi amor por los números. Estudié en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de San Pablo, una obra maestra brutal diseñada por Villanova Artigas. En la universidad fui directora financiera de la asociación de estudiantes. Después de graduarme, participé en la tarea de completar la Casa del Muelle con Gabriel Grinspum, un proyecto que llamó la atención de Suzana Glogowski y Marcio Kogan, y me uní al Studio MK27, en 2008. Casi sin darme cuenta, me convertí en director ejecutivo del estudio. Siempre mezclé mis dos preferencias y así mi trayectoria profesional se forjó entre planos y presupuestos.

–¿Qué tan relevante considera que es el modernismo brasileño hoy en día?

–Creo vive un momento de esplendor y es más significativo que nunca. A medida que el estilo internacional, con sus ideales eurocéntricos e impersonales, se desvaneció en un desdén por las culturas y entornos locales, el modernismo brasileño resurgió. Adaptó los principios de la Bauhaus para incorporar calidez, luz y ventilación, revestidos con maderas nobles, azulejos vibrantes y versiones tropicales de musharabias y cobogós. De este modo, tejió un diálogo contemporáneo entre el entorno construido y la naturaleza, arraigando la arquitectura en su paisaje y cultura únicos. Esa es una de las ideas que se puede ver en Fasano Itaim, el proyecto que trabajé para Gero Fasano.

La impresionante cava del restaurante Gero.

–¿Cómo se puede interpretar la arquitectura de San Pablo en términos históricos?

–El caótico horizonte de San Pablo refleja su espíritu vibrante y dinámico. Su apariencia cuenta la historia de una ciudad que ha crecido rápidamente, y a menudo de forma improvisada, impulsada por una secuencia de momentos de auge económico y terribles crisis. Esta evolución desenfrenada ha dado lugar a una mezcla ecléctica de arquitectura, en gran parte autoconstruida, con zonas de imponentes rascacielos y algunas estructuras históricas, creando un paisaje desolado, pero innegablemente lleno de carácter. La cultura trabajadora y acogedora de la ciudad ha servido durante mucho tiempo como un imán para migrantes de todo Brasil y del extranjero.

–Con un aporte creciente de impacto en lo urbano…

–Así es. A lo largo de los años, diversas comunidades han enriquecido el tejido cultural de San Pablo, desde sus inicios con la colonización portuguesa y los pueblos indígenas hasta la afluencia de inmigrantes italianos durante la industrialización y, más recientemente, oleadas de personas de Japón, Corea, Bolivia, Siria, Venezuela y otras partes del mundo. Sin embargo, a pesar de su espíritu animado y diversidad cultural, la ciudad es un caos. Su política aún no ha consolidado este rico tejido con infraestructura urbana esencial, como transporte público eficiente, amplias aceras peatonales y viviendas asequibles para todos los residentes.

El lounge tiene muebles de la firma italiana Minotti, lámparas traídas de tiendas de antigüedades europeas por Ana y Gero Fasano y piezas únicas de diseñadores locales.

–¿Podríamos decir que existe, existió o está surgiendo un “estilo San Pablo”?

–Creo que hay un esbozo que se compone de aparentes opuestos: duro, pero humano. Brutal, pero elegante. Concreto, pero exuberante. Industrial, pero orgánico. Alto y bajo.

–¿Cuáles son sus desafíos al crear proyectos hoy en día?

–Equilibrar la creatividad y los plazos es como hacer malabarismos con dinamita y plumas. Crear lujo con discreción. Para eso la arquitectura es trascendental. Cito a Louis Kahn: incluso un ladrillo quiere ser algo.

–¿Qué particularidades atribuye a su estilo de trabajo?

–Estratégico, colectivo, versátil y un poco autoritario.

El rooftop y su extensa pileta, con vista del skyline paulista.

–¿Qué desafíos ha supuesto su colaboración con Fasano?

–La marca fue cocreada por Marcio Kogan en los 90 para su primer hotel en San Pablo. Desde entonces, su esencia se refleja fácilmente en nuestros diseños. Sus interiores son oscuros, con paredes revestidas y con iluminación puntual. Una luz natural difusa filtrada por cortinas de lino, creando una atmósfera etérea. La interacción humana y el voyeurismo se colocan como acto principal. El mobiliario elegido confiere permeabilidad visual, sillones y sofás bajos y estantes vacíos realzan la extensión del espacio. Con un balance de piezas brasileñas, como los sillones Drummond y Gio, de Sérgio Rodrigues; y la mesa de centro Bank, de Jader Almeida, junto a contemporáneos de Minotti, la fábrica de muebles más famosa de Italia, incluyendo algunas colecciones del Studio MK27, como los sofás Brasilia.

–¿Podría elegir una obra de arquitectura que la inspire? ¿Por qué?

–Sin dudas, el primer proyecto diseñado por Marcio Kogan que vi, aún siendo estudiante de arquitectura, fue la Casa DP. Una propiedad austera con un patio rodeado de muros de piedra y amplios vanos que enmarcaban el paisaje. Me impactó y me marcó para siempre.

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