En un nuevo episodio de La Fórmula Podcast, el escritor y sacerdote católico Pablo d’Ors compartió cómo la meditación transformó su vida y se convirtió en el eje de su camino espiritual. Explicó que meditar no es reflexionar, sino contemplar, y que se trata de un proceso lento de maduración.
Además, reflexionó sobre el miedo, la culpa y el apego como grandes obstáculos de la vida, y cómo la confianza, el desapego y la gratitud permiten vivir en plenitud. También habló del valor de escuchar sin juicios, de dedicar tiempo a lo esencial y de comprender que la felicidad no está en optimizar el tiempo sino en entregarlo. El episodio completo podés escucharlo en Spotify y YouTube.
Pablo d’Ors es sacerdote católico, escritor y maestro espiritual español, reconocido por difundir la meditación y la contemplación como caminos de crecimiento interior. Nieto del crítico Eugenio d’Ors, se formó en Filosofía, Teología y Filología Germánica, obtuvo un doctorado en Roma con una tesis sobre teopoética y fue ordenado en 1991, combinando desde entonces su labor pastoral con la escritura de ensayos y novelas traducidos a varios idiomas, entre ellos Biografía del silencio, obra referente en espiritualidad contemporánea. Además, fundó la red Amigos del Desierto, dedicada a la práctica contemplativa, y el proyecto Tabor, un monacato secular que impulsa una vida espiritual en el mundo actual.
— Sos un gran meditador. ¿Practicás la meditación a diario?
— Soy un buen discípulo de la meditación y sí, practico una hora por las mañanas y una por las tardes.
— ¿Por qué incorporaste ese hábito en tu vida? ¿Qué beneficios te trajo que nos puedas contar?
— Lo incorporé hace más de 20 años. ¿Por qué? Porque estaba en crisis. Llegó un momento de mi vida donde todo lo exterior se derrumbó y sentí la necesidad de mirar dentro y poner fundamentos más sólidos. La meditación para mí ha sido muy fructuosa o fecunda no a corto plazo, sino más bien a medio-largo plazo. Es decir, que quienes quieren obtener frutos muy rápidos, en general es un proceso de maduración lento el que tenemos los seres humanos. Siempre recuerdo que Confucio decía: “A los 50 años comprendí los decretos de la vida y a los 60 empecé a practicarlos”. Y realmente me siento bastante identificado. Yo tengo ahora 62 y creo que realmente he empezado a liberarme de ese peso del ego… pues hace poco, un año o dos. Y es una experiencia de gran libertad. No, no digo que sea un gran iluminado, ni mucho menos, pero cuando empecé a meditar a los 40 con un maestro zen, le pregunté: “¿Cuánto tardaré yo en iluminarme?” Y él me miró y me dijo: “Uno como tú unos 20 años” (risas). Y yo pensé que era una broma, pero realmente algo de verdad había.
— Cuando hablas de “desprenderte del ego”, ¿qué significa? ¿Desprenderte de qué cosas de la vida?
— En realidad, de todo (risas). Porque nosotros creemos que somos cuerpo, mente, corporeidad y personalidad. Y ciertamente tenemos un cuerpo y una mente, pero lo que somos es el yo profundo. Las emociones están relacionadas con el cuerpo. Las compartimos con los animales. Los sentimientos, no. Nosotros podemos tener admiración, envidia que son sentimientos. Los animales no tienen eso, pero todos los animales tienen miedo, tristeza, ira, alegría, sorpresa y asco, que son las seis emociones básicas y se trabajan contemplativamente.
¿Qué significa esto? Cuando te sobrevenga ira o miedo se trata de mirarlo. Por eso hablamos de contemplativo. Entonces, solamente mirarlo ya te distancia de eso. Y si encima a esa mirada le pones una tonalidad, una impronta indulgente, de comprensión, tú ya no eres víctima de esa emoción, sino señor de la misma. Entonces, una vez que has ido purificando tus emociones, y por supuesto que te siguen asaltando, pero cada vez menos, entonces es el momento de entrar en el quién soy yo, qué soy yo. Porque ya estás desidentificado de tus emociones, de tus pensamientos, sentimientos, de tus deseos y afectos, y entonces ahí es la pregunta: ¿quién eres si no eres todo eso? Y solamente, cuando hagas la experiencia de que no eres nada, harás la experiencia de que eres todo. Es la misma experiencia. Por eso da tanto miedo. La nada y el todo, el vacío y la plenitud, son lo mismo. Pero solamente si saltas, corres el riesgo de caer, pero también la posibilidad de volar.
— Hay algo que te escuché decir que el tiempo no hay que aprovecharlo sino que hay que vivirlo y entregarlo. Siento que es un mal común que tenemos hoy en día el pensar en optimizarlo y muchas veces nos obsesionamos con eso.
— Mi padre siempre me decía: “Pablo, aprovecha el tiempo”. Y eso, pues, evidentemente supone una cierta presión, porque es como entender que el tiempo fuese una naranja o un limón que hay que estrujarlo, ¿no? Y entonces eso ya te pone una actitud no de disfrute, sino de presión. Mi maestro, Franz Xalics, un jesuita húngaro que ya falleció hace cuatro años, hablaba de entregar y, de hecho, sugiere, y yo lo practico, que en cada momento de meditación, los que somos creyentes, digamos: “Este tiempo te lo entrego a ti, Señor”. A los que no son, este tiempo es un regalo. Porque lo que hace que algo sea espiritual, que realmente construya el fondo del ser de las personas, es la gratitud no la utilidad.
Entonces, nosotros funcionamos muy a menudo con una mentalidad pragmática, utilitarista, que pervierte espiritualmente las cosas. Si tú te sientas a la meditación con pretensiones, expectativas, quien siembra una expectativa, cosecha una desilusión. En cambio, si te sientas a meditar para estar con Dios o para estar con tu verdad más profunda, eso da fruto. Aquí y ahora, que se habla tanto ahora, es la eternidad que has hablado toda la vida. Es decir que cuando realmente estamos bien, tenemos la sensación de eternidad. Es decir, que nos olvidamos del pasado y nos olvidamos del futuro por completo, cuando estamos realmente bien. Y ¿por qué? ¿Qué es estar bien? ¿Qué es disfrutar? Es estar en comunión completa con la realidad. Hay un día a la semana que yo procuro hacer retiro, es decir, desconectarme de los artilugios tecnológicos y también ayuno y no hablo, estoy en silencio. Un día a la semana. Y eso me sirve como regenerador, ¿no? Y luego también tengo siete momentos al año de retiro. Puede ser muy cortito, los otros días un poquito más largo. Yo cuido mucho los momentos de desconexión del mundo, porque si no, no se podría. Pero disfruto todo. No solamente la desconexión, también la conexión.
— Mucha gente toma como sinónimo de meditación a la reflexión. Y en realidad te escuché decir que es opuesto porque cuando uno medita no tiene que estar reflexionando, pensando ni haciéndose preguntas.
— En la tradición cristiana, por meditación se entiende reflexión. “Vamos a meditar esto”, significa vamos a pensar sobre esto. Pero ahora se está extendiendo cada vez más el concepto oriental de meditar, que para los cristianos equivaldría a contemplar, a la oración contemplativa. La meditación como contemplación, no es otra cosa que el silenciamiento mental y la quietud corporal. Es decir, que meditar es quedarse quieto, porque la quietud es el silencio del cuerpo. Observar los pensamientos, porque solamente observándolos, se va vaciando la mente, ¿no? Y cuando la mente se vacía, aparece el testigo, empieza a aparecer la conciencia.
Hay gente que tiene una predisposición más natural. No, no es mi caso. Para mí ha sido un combate y alguna vez lo es todavía, ¿eh? Para mí no es una experiencia siempre y solo plácida. ¿Por qué es combate? Porque fundamentalmente es el lugar donde aparece nuestro inconsciente. Nuestro inconsciente aparece en los sueños, en forma de pesadillas y en la meditación en forma de sombras. Cuando estás sentado en silencio y en inquietud, aparecen primero la inquietud corporal, luego la distracción mental y por último todo lo sombrío, es decir, todo lo que no está bien reconciliado y, y de alguna manera pide ser trabajado espiritualmente.
Y eso no es fácil, porque claramente tenemos mucha oscuridad dentro, mucho inconsciente, muchos monstruos, y hay que mirarlos a los ojos y transitarlos, ¿no? De hecho, lo que actualmente se conoce como “sombra” en el lenguaje junguiano, en la tradición cristiana de vida interior es denominado “demonios interiores”, según los padres y madres del desierto. Por eso la gente no quiere meditar o tiene miedo, porque sabe que va a salir lo oscuro. Meditar es romper el envoltorio, atravesar el territorio sombrío y llegar al núcleo de luz. Pero claro, para atravesar el territorio sombrío has tenido que librar la batalla del héroe, de que luchas contra los monstruos y realmente merece la pena porque somos ese misterio de luz y sombra, pero lo más nuclear es la luz.
— Hay una frase también que me gustó mucho que es: “El miedo es el cáncer del futuro. El apego es el cáncer del presente y la culpa es el cáncer del pasado”. ¿Cómo podemos lidiar con esas tres cosas?
— La culpa, el miedo y el apego, obedecen a una mala comprensión de la realidad. Por ejemplo, tú no puedes cambiar lo que hiciste. Si, por ejemplo, asesinaste a alguien y te sientes culpable por eso, pues es que has asesinado a alguien, esto es indudable, ¿no? Pero sí puedes cambiar lo que hoy te cuentas de lo que hiciste. No podemos cambiar los hechos del pasado, pero sí podemos cambiar la comprensión de esos hechos en el presente. Y lo que, lo que nos hace sufrir realmente no es lo que hicimos, sino lo que nos contamos de lo que hicimos. Se trata de trabajar la comprensión. Todos lo hacemos siempre lo mejor posible. Si realmente integráramos esto, sencillamente no habría juicio.
Una vida no es buena ni mala, sino lo mejor de lo que es capaz cada persona en ese momento. Y luego también me ayuda mucho para este tema de la culpa y del juicio, porque la culpa es resultado del juicio, diferenciar claramente entre juzgar y evaluar. ¿Cuál es la diferencia? Es que quien enjuicia introduce su emocionalidad. Y entonces cuando introducimos la emocionalidad, ya no accedemos a la experiencia en sí misma, sino que estamos metiendo lo propio. Y de hecho esta es una buena definición de qué es escuchar. Escuchar es acoger lo que el otro dice sin meter lo propio. Si tú me dices: “Estoy triste”, y yo digo: “Pobrecilla, está triste”, ya estoy metiendo mi emocionalidad y, por tanto, ya no te estoy acogiendo realmente, no te estoy escuchando.
— Si un amigo, por ejemplo, te llama mañana y te dice: “Pablo, estoy muy triste”. ¿Cuál sería la respuesta o, por lo menos, en dónde se sitúa una persona que sabe escuchar?
— Lo fundamental es dejarle drenar esa herida que realmente él vaya hablando y luego, pues, hacerle como un eco, lo que se llama la técnica del reflejo. Porque ayudar a otro, fundamentalmente, es creer en él. Si tú crees en alguien le haces el mejor servicio, porque le das a él la posibilidad de creer en sí mismo. Le das tu energía para que crea, para que tenga confianza. Entonces, yo primero diría: “Bueno está triste, pero tiene la energía suficiente para no estarlo”. Entonces, vamos a trabajar con él para que él mismo se dé cuenta de que puede salir de ese agujero. No dándole consejos ni nada por el estilo sino devolviéndole lo que él dice para que vaya indagando en su tristeza, dándose cuenta de que es un sentimiento legítimo, pero obedece a una mala comprensión.
Es como la soledad. O sea, tú puedes sentirte solo, pero realmente no estás solo. Es un sentimiento respetable, pero un sentimiento equivocado. Eso es lo que hay que hacer: ver a las personas que realmente podemos respetar nuestros sentimientos, pero hay que valorar si son adecuados a la realidad o no, y por tanto lo que nos hace sufrir es una ilusión, una mala comprensión. El verdadero propósito de la vida, el destino que tenemos los seres humanos es ser aquello que estamos llamados a ser y, por tanto, el propósito fundamental sería caminar hacia la autotransformación. Para ello es importante el autoconocimiento. No podemos cambiar si no nos conocemos. Y la verdadera autotransformación conduce a la autorrealización. Y una persona iluminada, una persona con luz, es el mejor servicio que puede prestar a la humanidad, porque una persona que está bien, irradia a un montón.
— En situaciones universales para todo ser humano, como la muerte de un ser querido, una ruptura o un desamor, saber que alguien más atravesó lo mismo y logró salir adelante ¿puede ayudar a no sentirte solo en tu sufrimiento?
— Lo que ayuda no es que el otro lo haya padecido, sino que lo ha padecido y lo ha superado. Esto sí. Lo extraordinario de haber padecido heridas es que si las has cerrado, puedes ayudar a otros, porque lo has transitado. No puedes conducir a nadie por un lugar donde tú no has ido. No podemos vivir sin haber sufrido, pero sí podemos dejar de sufrir. Esta es la cuestión. Todo este camino espiritual es para ir más allá del sufrimiento. Si yo no pudiera decir hoy sufro menos que hace un año, que hace tres, y cada vez sufro menos, no podría hablar, no tendría la autoridad moral para presentarme ante un micrófono. Creo que este camino es eficaz, es eficiente, ayuda a la plenitud que buscamos.
— ¿Qué es para vos o dónde encontrás la felicidad? Es una palabra que tiene mil significados y que se usa de distintas formas, pero ¿cuál es lo que más se le acerca?
— Esta charla. La felicidad es últimamente todo lo que vivo en este momento. O sea, porque realmente lo disfruto. A lo mejor luego me toca ir a almorzar y me preguntan qué es la felicidad y digo: “Este puré que me estoy tomando o una paella”. Cuando estás entregado a lo que está sucediendo… es lo máximo, o sea, no puedes aspirar a nada más.
— Quiero volver a las dos cuestiones que nos quedaron pendientes, que son el apego y el miedo. Si querés, empezamos con el miedo, que lo definís como el cáncer del futuro.
— El miedo no es otra cosa que la falta de confianza. Y siempre hay dos motores fundamentales en la vida, el temor o el amor. O sea, confiamos o desconfiamos. Y si confiamos, nos sentimos bien y si desconfiamos, nos sentimos mal. Es que es así de claro. Entonces, ante cualquier situación, pregúntate cuál es la energía predominante, porque tampoco es que sea neto ciento por ciento, pero sí predominante. Entonces, si la energía predominante es el temor, hay que revisar. Precisamente, la meditación es un entrenamiento de la confianza.
Tú te sientas confiando en que esa práctica tan desnuda, tan aparentemente de pérdida de tiempo es rehabilitadora y es constructiva. Los seres humanos, en general, han hecho un ídolo de la seguridad, buscan el control, pero es imposible controlar la vida y tener todos los parámetros bajo control porque siempre hay nuevas cosas que se escapan y, por tanto, eso es una carrera sin meta, que nos hace sufrir. No debes controlarlo todo. Esto es lo que descubre la meditación, que el mundo te es propenso, es decir, que todo se conjura para que tú seas tú. Y por tanto, no tienes que tener ningún miedo, porque los miedos son lastres.
— ¿Hay alguna frase, por ejemplo, algo que te digas a vos mismo cuando sentís que te arrebata el miedo?
— Sí. Nadie ni nada puede alterar mi paz interior. Activar esto, me ayuda.
— ¿Y con respecto a los apegos?
— Pues esta es la gran cuestión: lo que nos hace sufrir es que nos agarramos a las cosas. Por ejemplo, empieza una relación de amor, de amistad o de pareja y querer que sea tuyo, que no se escape, meterlo en una jaula. Apegarte a tu hijo, a tu ser amado. Pero si tú quieres de verdad, si una madre quiere de verdad a su hijo, cuando ya es adulto, cuando ya es un joven mayor, le deja ir, no le tiene ahí bien agarrado para que no se escape. Es decir, que amor y libertad van de la mano. En cambio, el apego es esa dependencia, esa no libertad. Y hay que entrenarse para desapegarse de todo. Yo lo practico en los bienes materiales, en las ideas. Muchos creyentes, católicos están muy apegados a sus creencias. Pero la religión está al servicio de la espiritualidad. En el cielo no habrá religiones, sino que estaremos todos unidos, con independencia de que sea de un país o de una religión o de otra. No puedes absolutizar una religión. El absoluto es Dios, aparte de que absoluto significa soltar, precisamente, absolver, soltar.
— ¿Cuáles son algunos signos, si me pudieras así como delinear, de lo que para vos es una persona cultivada?
— Pues fundamentalmente aquella que dedica tiempo a lo esencial, no tanto a lo urgente. O sea, es urgente sacar al perro porque tiene ganas de hacer sus necesidades, pagar las facturas, contestar correos, hacer la compra… Todo eso es urgente, porque hay que hacerlo, si no, no se puede vivir. Pero es esencial, pues jugar con los niños, escuchar a los ancianos, meditar, hacer ejercicio físico, pasear por la naturaleza. Entonces, es importante dedicar tiempo, porque es una persona cultivada que cultiva todo esto para tener el alma en su sitio. Esto es lo fundamental. Si no hacemos todo eso, es imposible. Es decir, que no puedes tener energía si no te alimentas de los recursos energéticos que hay. Los niños, por ejemplo, dan mucha energía a la naturaleza o al agua, el mar.
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