El 1 de junio de 1926, en un hospital de Los Ángeles, nacía Norma Jeane Mortenson, registrada luego como Norma
Jeane Baker, quien décadas más tarde conquistaría al mundo con el nombre de Marilyn Monroe.
Fue más que una actriz; se convirtió en un fenómeno cultural, una figura icónica del siglo XX que encarnó las contradicciones de la fama, la belleza y la soledad en la era dorada de Hollywood. Su cabello platinado, su risa encantadora y su andar seductor se convirtieron en símbolos de una sensualidad estilizada por los estudios, pero detrás de esa fachada había una mujer profunda, culta y vulnerable, que se rebeló silenciosamente contra la industria que la convirtió en mito.
Marilyn emergió de una infancia desestructurada —marcada por orfanatos, abusos y abandono— para alcanzar una fama descomunal en apenas una década.
Debutó en papeles menores hasta ser dirigida por los más grandes: Billy Wilder, Howard Hawks, John Huston. Encabezó éxitos como Los caballeros las prefieren rubias (1953), La comezón del séptimo año (1955), Bus Stop (1956) y Con faldas y a lo loco (1959), por la que ganó un Globo de Oro como mejor actriz de comedia. Sin embargo, sus verdaderas ambiciones iban más allá de los estereotipos de “rubia tonta” que la persiguieron.
Fundó su propia productora, Marilyn Monroe Productions, en una época donde pocas mujeres tomaban control de sus carreras. Estudió actuación en el prestigioso Actor’s Studio, leyó filosofía, psicología y poesía, y mantuvo largas discusiones con intelectuales, artistas y escritores. Su inteligencia era notable: se le atribuía un coeficiente intelectual de 165, por encima del promedio de los grandes genios.
Más allá de la pantalla, Monroe fue un ícono de la moda. Su estética sigue influenciando generaciones: desde su maquillaje de labios rojos y delineado negro, hasta su estilo sofisticado de alfombra roja. Fue, además, un espejo de las presiones del estrellato y la imagen pública, atrapada entre el deseo de ser valorada por su mente y el peso de ser deseada por su cuerpo.
A casi un siglo de su nacimiento, Marilyn sigue generando libros, documentales, homenajes y teorías. Su legado no está solo en las películas o las fotografías, sino en la complejidad con la que vivió su vida y en el esfuerzo constante por ser reconocida como una mujer con voz, pensamiento y propósito, más allá del mito erótico que la convirtió en leyenda.
Ícono de estilo e influencia estética
Marilyn fue una revolucionaria del estilo. Su presencia marcó tendencia: desde el mítico vestido blanco sobre la rejilla del metro hasta su peinado platino y labios rojos. Diseñadores como Jean Louis, William Travilla y Emilio Pucci moldearon su imagen, que décadas después sigue siendo emulada por figuras como Madonna, Britney Spears o Kim Kardashian.
Su perfume preferido era el Chanel Nº5, y sus medidas —94-58-92— se convirtieron en símbolo de la feminidad hollywoodense. Sin embargo, ella misma detestaba ser reducida a su físico. Le molestaba que la prensa y los productores ignoraran su talento, algo que la impulsó a estudiar actuación con Lee Strasberg en el Actor’s Studio de Nueva York, uno de los centros más prestigiosos de formación actoral.
Una lectora voraz en busca de respuestas
Pocas personas imaginan a Marilyn Monroe leyendo a Nietzsche entre escenas, pero su biblioteca personal, compuesta por más de 400 libros, revela una vida interior rica, intelectual y muy distinta al estereotipo de Hollywood.
La subasta de sus libros personales realizada por Christie’s Nueva York en 1999 confirmó su interés profundo por la filosofía, la poesía y la literatura universal.
Entre los títulos destacados que poseía, figuran:
- Ulises, de James Joyce (lote #14), fotografiada leyéndolo por Eve Arnold.
- El extranjero (The Fall), de Albert Camus (lote #5).
- Crimen y castigo, de Fiódor Dostoyevski (lote #350).
- Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca (lote #268).
- En el camino, de Jack Kerouac (lote #17).
- El arte de amar, de Erich Fromm (lote #12).
- Poemas escogidos, de DH Lawrence (lote #18) y varias otras obras del autor.
- El profeta, de Kahlil Gibran, de la cual poseía al menos cuatro ediciones (lotes #13, #306, #308, #341).
- La vida y obra de Sigmund Freud, de Ernest Jones (lote #131).
- El derecho a la gente, de William Douglas (lote #299).
- La Biblia judía (Tanaj), edición masorética (lote #154), obsequio de Paula Strasberg, en el contexto de su conversión al judaísmo.
- La poesía y prosa de Heinrich Heine (lote #246), de quien también fue fotografiada leyendo en la cama.
Estas obras —junto con volúmenes de Shakespeare, Whitman, Freud, Thomas Mann, Proust, Rilke y Nietzsche (aunque este último no figura en la subasta)— demuestran una lectura consistente, variada y reflexiva.
Según el libro Fragments (2012), editado por Stanley Buchthal y Bernard Comment, Monroe escribía y reflexionaba con profundidad. Más allá de su imagen pública, fue una mujer que buscó en los libros consuelo, comprensión y sentido.