El lunes, millones de dispositivos y plataformas digitales quedaron fuera de servicio al mismo tiempo. Una caída global en Amazon Web Services (AWS), el sistema en la nube que sostiene un tercio de la infraestructura tecnológica mundial, interrumpió durante varias horas el funcionamiento de plataformas como Prime Video, Alexa, Canva, Fortnite, Roblox, Snapchat e incluso ChatGPT. Pero el impacto no se limitó a las pantallas: también se trasladó al hogar.
No anduvo el timbre… ni la cama
Los timbres y cámaras Ring —propiedad de Amazon— dejaron de enviar alertas. Las camas inteligentes Eight Sleep no pudieron regular la temperatura ni registrar el sueño de sus usuarios. Parlantes, luces y otros dispositivos conectados quedaron mudos. Lo que parecía un problema técnico remoto terminó afectando rutinas cotidianas y exponiendo una fragilidad profunda: la dependencia casi total de la conectividad.
The AWS outage has impacted some of our users since last night, disrupting their sleep. That is not the experience we want to provide and I want to apologize for it.
We are taking two main actions:
1) We are restoring all the features as AWS comes back. All devices are currently…— Matteo Franceschetti (@m_franceschetti) October 20, 2025
Durante la caída, muchos usuarios se encontraron con una escena desconcertante. Los comandos de voz no respondían, las aplicaciones no abrían y los aparatos, pensados para simplificar la vida, se volvieron imposibles de controlar. En cuestión de minutos, el hogar “inteligente” perdió su inteligencia: un error en la nube bastó para apagar el cerebro de miles de dispositivos alrededor del mundo.
El eslabón invisible
AWS no es una simple plataforma, es la columna vertebral del mundo digital. Alberga desde videojuegos hasta sistemas financieros, pasando por redes sociales, aplicaciones de transporte y servicios de streaming. Esa concentración hace que una falla puntual genere un efecto dominó que se propague en segundos por todo el planeta.
En esta ocasión, la caída afectó tanto a grandes corporaciones como a usuarios domésticos. Prime Video interrumpió su servicio; Alexa dejó de responder; Ring perdió la capacidad de transmitir video y audio; Canva y otras herramientas creativas quedaron fuera de línea. Incluso videojuegos como Fortnite y Roblox suspendieron sus partidas. La magnitud del problema fue tal que la desconexión se sintió simultáneamente en hogares, oficinas y empresas.
El episodio reveló algo que suele pasarse por alto: la “inteligencia” de los objetos conectados no reside en el dispositivo, sino en servidores ubicados a miles de kilómetros. Cuando esos servidores fallan, la tecnología que parecía sofisticada se convierte en un objeto común y, muchas veces, inservible.
Cuando la inteligencia se apaga
La casa inteligente se presentó como la promesa de una vida más cómoda, segura y eficiente. Pero cuando el sistema que la sostiene no contempla una interrupción, esa promesa se transforma en un recordatorio de vulnerabilidad. Durante las horas del apagón, los parlantes dejaron de reproducir música, los timbres no emitieron alertas y las camas conectadas quedaron inmóviles.
En muchos casos, los dispositivos no contaban con un modo manual o de uso restringido. Lo que antes se percibía como comodidad tecnológica se transformó en una dependencia en muchos casos (no en todos) absoluta de una red que el usuario no controla ni comprende.
Los riesgos de la dependencia
El apagón global de AWS fue una advertencia sobre los límites de la automatización y los riesgos de delegar funciones básicas a sistemas externos. La primera consecuencia es la falsa sensación de control. Creemos tener el manejo total del entorno porque todo está conectado, pero basta una falla para perderlo todo.
A esto se suma una dependencia estructural. Buena parte de los dispositivos del hogar utilizan el mismo proveedor de nube, por lo que una sola interrupción puede dejar a millones de aparatos sin respuesta. La falta de modos locales agrava el problema, ya que muchos productos no tienen interruptores físicos o alternativas manuales que permitan utilizarlos sin conexión.
Cómo debería ser una casa realmente inteligente
Un hogar verdaderamente inteligente no debería depender por completo de la nube para funcionar, y es cierto que muchos se comportan así, pero te enterás recién en el momento de crisis. Los dispositivos deberían poder operar localmente, al menos en sus funciones esenciales. El usuario tendría que tener la posibilidad de encender una luz, abrir una puerta o activar una alarma sin conexión a internet.
También resulta clave diversificar proveedores y plataformas. Si todo el ecosistema doméstico depende de una sola empresa, una interrupción puede paralizarlo.