La campaña electoral, reflejo de la decadencia

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El viento tóxico que suele cubrir el final de todas las campañas electorales arrastró esta vez torpezas con pocos antecedentes entre la hojarasca de viejas ruindades.

Estremece saber que las elecciones bonaerenses de mañana serán apenas un partido preliminar de la cacería de votantes que se espera para las elecciones nacionales del 26 de octubre.

Una rutina de desatinos y precariedad como el país sufrió durante estos días electorales duerme el sentido crítico y extiende la aceptación

La sucesión de disparates tiene menos impacto por el acostumbramiento de los argentinos a contemplar cómo la política y el poder se fueron convirtiendo en sinónimos de ordinariez y bajezas. Una rutina de desatinos y precariedad duerme el sentido crítico y extiende la aceptación. Todo parece dar lo mismo.

Es un gran negocio para el kirchnerismo que, aunque hundido por la condena de su fracaso, encontró en el oficialismo una oportunidad para su regreso. Cristina Kirchner y Axel Kicillof también hallaron en el Congreso un espacio para la conversión de transitorios aliados al gobierno libertario en cómplices para su proyecto de demolición.

Javier Milei pagó el precio de sus burlas e insultos y de repudiar toda negociación con los más cercanos; es decir, con la fracción parlamentaria que cree más en un cambio hacia el capitalismo que en el regreso al populismo kirchnerista.

El Gobierno se quejó de su propia desprotección frente a un supuesto espionaje, lo que agigantó la idea de que algo sucio debe ser investigado con seriedad

Bastó una reunión de gobernadores, tres meses atrás en el CFI, para que en nombre de la pelea por los fondos decidieran unirse a los bloques kirchneristas y sabotear la política de restricción del gasto del Gobierno.

No fue solo una torpeza de los libertarios. Son 17 los gobernadores –incluidos peronistas que venían votando con los libertarios– que se plegaron a la estrategia de la señora de la tobillera y ordenaron leyes para aumentar el gasto, empezando por un aumento a los jubilados.

Muchos de ellos, ya decididos a enfrentar a Milei, perdieron la oportunidad de diferenciarse tanto del Presidente como del kirchnerismo con proyectos en los que demostraran que son mejores que los libertarios para llevar al país lejos del desastre kirchnerista. Eligieron pegarse a Cristina.

Milei compró peleas innecesarias que no tenían real impacto presupuestario, pero son caras al sentimiento público, como los fondos universitarios y para los discapacitados. Armar tormentas donde no existen es una costumbre libertaria.

Mientras proclamaba que su equipo económico era el mejor de la historia, Milei compartió con el ministro Luis Caputo el error de exponerse a la desconfianza del mercado, que apenas pudo le mostró que prefería salir del peso y refugiarse en el dólar. Un clásico argentino de todas las campañas electorales; los inversores votan antes y el Riesgo País se disparó más por motivos propiamente financieros que por el temor a un resultado en las urnas.

La solución fue subir las tasas de interés hasta el límite de lo impagable para frenar la presión sobre el dólar y el traslado a precios que puede tener su aumento. Milei eligió preservar su tesoro electoral, la baja inflacionaria, al precio de paralizar la economía por tres o cuatro meses.

El peronismo bonaerense entregó una formidable cuota de brutalidad durante la campaña resumida en la decisión de correr a piedrazos al Presidente y sus candidatos

El martes, en Córdoba, en el encuentro nacional de los industriales, esa fracción significativa del país productivo se preguntaba cómo es posible que Milei y su equipo se hayan convertido en víctimas de sus propios errores. Un día después, Carlos Melconian decía en clave futbolera: “Hace cuatro meses, el Gobierno mete adentro las que van afuera”.

Los industriales no se referían solo a los errores económicos que condicionan la producción y el consumo por el freezer de las tasas altas. Incluían en ese espeso clima de preocupación los escándalos por el caso $Libra y las investigaciones de coimas en los medicamentos para discapacitados que explotaron en el mismo lugar: el despacho de Karina Milei. Sobre ella y su mano derecha, Lule Menem, recae la sospecha de la recaudación ilegal.

Un error siguió a otro, mientras serpenteaba la sospecha sobre si el último escándalo no había sido disparado desde el interior del mismo oficialismo. ¿Acaso todavía existe el Triángulo de Hierro? Queda solo la simbiosis de los hermanos Milei que, para defenderse, hicieron foco en las grabaciones clandestinas que primero expusieron a Diego Spagnuolo y, luego, dejaron escuchar la voz de Karina en su propio despacho. El pedido de censura previa para evitar la difusión de más grabaciones fue de una enorme torpeza. Es inconstitucional y multiplica la sospecha.

Y, por si fuera poco, el Gobierno se quejó de su propia desprotección frente a un supuesto espionaje, lo que agigantó la idea de que algo sucio debe ser investigado con seriedad: los contratos que esta administración hizo con proveedores de medicamentos y su distribución.

El revés de la misma moneda deja ver la mugre del submundo de los servicios de inteligencia para operar en medio de la campaña electoral y la fingida indignación de la oposición kirchnerista por las sospechas de coimas y sobreprecios.

El peronismo bonaerense también entregó una formidable cuota de brutalidad durante la campaña. Para muestra, apenas dos ejemplos: los piedrazos con los que patotas organizadas corrieron a Milei y sus candidatos en Lomas de Zamora la semana pasada, y la advertencia en tono mafioso del ministro de Seguridad de la provincia, Javier Alonso, sobre la inconveniencia de que el Presidente cerrara la campaña en Moreno, el miércoles último.

El primer hecho ocurrió en el mismo territorio de Martín Insaurralde, aquel enamorado navegante del Mediterráneo que pasó a la clandestinidad dejando una secuela de botellas de champagne a bordo.

En el otro extremo del Conurbano, la provocación de Alonso incluyó el fallido de describir el lugar del acto en Moreno, con sus calles de tierra, barro, anegamiento y mala iluminación. Toda una síntesis de la gestión del peronismo en la región más poblada del país.

Para enfrentar semejante aparato de poder, Milei se reconcentró en su pureza originaria y lejos de presentar una oferta que mostrara una variedad multicolor de adhesiones, impuso su color partidario a todos los recién llegados.

Es el mismo error de haber armado listas de incondicionales en todo el país, no por haber buscado candidatos nuevos en la política sino por haber elegido personajes sin formación, improvisados; algunos sólo especializados en creencias esotéricas.

En el desprecio al conocimiento de lo complejo y la predilección por la incondicionalidad también se asoma la reducción a la nada del sentido común de un país acostumbrado a perderlo.

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