La campaña ya tiene libreto y enemigo

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Apagada la ebullición por la condena a Cristina Kirchner, el Gobierno empezó esta semana a delinear la campaña electoral. Lo más arduo, la negociación con Pro por los lugares en las listas en la provincia de Buenos Aires, tiene todavía muchos puntos por definir, pero la estrategia avanza al menos en lo medular: excluida la expresidenta de cualquier candidatura, el adversario elegido es Axel Kicillof.

Como si el fallo de la Corte hubiera contribuido a clarificar las cosas más allá del entusiasmo que había provocado en el oficialismo la posibilidad de enfrentar a una líder desgastada. La mirada libertaria viró entonces hacia el gobernador, a quien se intenta ahora exponer con mayor nitidez: cuanto más kirchnerista, mejor. Hasta el operador bonaerense Sebastián Pareja, uno de los que hablaron anteayer en el acto de La Plata, se refirió a él públicamente como “el soviético”.

La propuesta mantiene el eslogan de la elección porteña: “kirchnerismo o libertad”. Un debate entre dos cosmovisiones. “La espiral de declive del modelo de la casta”, definió Milei. Kicillof está ante un dilema porque, a diferencia del Presidente, que viene de derrotar en las urnas a Pro, él no dirimió aún el liderazgo de su carril ideológico. Y eso lo limita para abrirse a sectores con los que venía insinuando un reposicionamiento hacia el PJ no kirchnerista. ¿Le conviene ahora, por ejemplo, acercarse a la Asociación Empresaria Argentina de Paolo Rocca o, peor, de Héctor Magnetto, a quien en el Instituto Patria acusan de las desventuras de su jefa? Había empresarios trabajando en un encuentro, pero todo quedó en la nada.

El gobernador está tironeado. A la reunión que el PJ hizo ayer en Matheu ni siquiera fue. De entre sus dirigentes de confianza solo estuvo Mario Secco, intendente de Ensenada. Tampoco le conviene quedar tan cerca de los camporistas. El martes, cuando Verónica Magario desempataba la votación que le dio media sanción al proyecto para reelecciones indefinidas de diputados y senadores bonaerenses, Kicillof estaba en La Plata con intendentes. La paridad y el desenlace lo sorprendieron. ¿Alguien había llevado las cosas hasta forzar el desempate para exponer a su vice? La sospecha partió de colaboradores y aliados que saben que el proyecto no era del gobernador. Se lo había pedido Cristina Kirchner días atrás, durante la única reunión que tuvieron en los últimos siete meses. El argumento de ella fue que dos jefes comunales propios, Gustavo Menéndez y Leo Nardini, lo necesitaban para sus legisladores.

Aquel encuentro fue duro, pero valioso, para el jefe bonaerense. Pudo sentarse frente a Cristina Kirchner sin intermediarios, de líder a líder. Ahí acordaron que él haría un llamado a la unidad, algo que cumplió horas después en una entrevista con Gustavo Silvestre en C5N, y que se harían reuniones para armar las listas. Ella propuso decirle a su hijo Máximo que se sumara porque, agregó, lo veía reticente. Y en eso quedaron. Pero el entusiasmo duró poco porque la primera convocatoria, prevista para anteayer en la sede del Banco Provincia, se frustró el mismo martes del desempate de Magario. Día raro. Y eso que estaban acordados hora y lugar.

Kicillof había aceptado hacerlo en la Capital Federal, no en La Plata, para que Máximo estuviera cerca de lo de su madre ante cualquier eventualidad. No quiso como sede la casa de Mariano Recalde, la propuesta inicial, porque tampoco era cuestión de ceder tanto. Pero tenía pensado ir con sus cuatro negociadores, Julio Alak, Andrés Watson, Fernando Espinoza y Alberto Descalzo, y exigir un 50% de representación en las listas. “Me correspondería el 60%, pero quiero mostrarme flexible”, había dicho. No pudo ser. El martes recibió una llamada de Federico Otermín, único interlocutor que tiene con los camporistas, que le pedía posponer la reunión con un argumento extraño: como también iba a estar en la mesa Secco, del Frente Grande, no podía hacerse sin sumar también a Massa como representante del Frente Renovador. “Que venga Sergio”, contestó Kicillof. Otermín fue entonces más sincero: los kirchneristas no estaban del todo convencidos.

Y ayer, en Matheu, según confirmó Secco, no se habló de listas. Tampoco sobra el tiempo. ¿Alguien busca retrasar todo para poner condiciones a último momento? Es lo que intuyen cerca del gobernador. “Yo no tengo problema en romper, me quedo con dos diputados: pero lo hago por ustedes”, les advirtió él esta semana a intendentes.

En el PJ saben que ir separados sería un suicidio. Además del reemplazante de Cristina Kirchner en la tercera sección, donde descuentan un triunfo, deben resolver quién encabeza la lista de candidatos nacionales. “Sergio, ¿y por qué no vas vos?”, le propuso el diputado Julio Pereyra a Massa, y el de Tigre lo rechazó con una respuesta ambigua: “No seas boludo, no seas boludo”. Massa dice en la intimidad que no le interesa ser candidato o que no está todavía en condiciones. “Tengo el auto chocado, necesito un service”, argumenta, aunque se muestra dispuesto a trabajar por el acuerdo general. Aun con esfuerzos como el que, dice, hizo en Matheu la última vez. “¿Se creen que estoy contento con esa foto?”, dijo. Se refería a su imagen junto a Guillermo Moreno y, sobre todo, a Grabois, con quien, admite, se detestan: lo acusa de haber construido imagen a costa de criticarlo. “Lo inventé yo”, bromea.

La encrucijada no es sencilla. Nadie está en condiciones de distanciarse tanto de Cristina Kirchner, a quien creen víctima de una operación judicial, pero todos ven al mismo tiempo la necesidad de ampliarse a otros sectores. Al de empresarios críticos del Gobierno, por ejemplo. El martes, en la reunión del comité ejecutivo de la Unión Industrial Argentina, volvieron a escucharse objeciones al programa económico. La mayoría admite que esperaba para esta altura del año una mayor reactivación. “Estamos entre 15 y 25% abajo de 2023”, dijo a este diario uno de los presentes.

El futuro no los incluye a todos y lo saben. El Gobierno lo admite. La transición hacia el nuevo régimen económico será escabrosa porque el despegue de los sectores que considera viables no parece ni cercano ni abrumador. Las mineras, por ejemplo, han reconfigurado sus portafolios por la caída en el precio del litio. Hay más posibilidades con el cobre, cuyo valor se mantiene gracias a la expectativa de transformación en la matriz energética. El cobre es, después del oro y la plata, el mejor y más barato transmisor: un auto eléctrico lleva 5 veces más de ese metal que uno a nafta o gasoil.

Son proyectos que podrían traer a la Argentina unos 20.000 millones de dólares y que, sumados a los energéticos, le hacen al Gobierno proyectar ingresos generosos de divisas. José Luis Daza, secretario de Política Económica, les dijo anteayer en el Banco Galicia a empresarios que no estaba preocupado por el déficit de cuenta corriente. Pero son estimaciones de largo plazo y no despejan las dudas del presente.

Un sondeo de Bloomberg y la consultora AtlasIntel ubica todavía a la Argentina por arriba de Brasil y México en “riesgo político”, una categoría de elaboración propia que va del 0 al 100 sobre tres ítems: inestabilidad institucional, conflicto social y criminalidad y corrupción. La comparación muestra sin embargo una evolución en estos meses. El país registraba en febrero un índice de riesgo político de 56, solo superado por Perú, y se recuperó en mayo a 45, ya mejor que Chile y Colombia. ¿Qué tan probable es que la Argentina enfrente los siguientes riesgos o desafíos en los próximos 6 meses?, pregunta más adelante el mismo informe, que enumera varios problemas. El de “falta de mayoría gubernamental en el Congreso nacional” se lleva un 53% de las posibilidades.

Por eso al Gobierno le urge negociar con Pro. Algunos de los proyectos de la oposición que representan más gasto público, como la moratoria y el aumento previsionales, ya obtuvieron media sanción gracias al respaldo de macristas y radicales y, hasta ahora, como están los votos en el Senado, podrían resistir un veto de Milei. El Presidente dice que, si salieran, serviría al menos para mostrarle a la sociedad qué partidos conviene desterrar para siempre de la política. Un costoso “principio de revelación” que comprometerá el equilibrio fiscal. Es decir, la piedra angular del programa. Confrontar con un modelo 100% opuesto le suma entonces al Gobierno por todos lados. El fantasma soviético es útil en la campaña y en el Congreso.

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