Un cúmulo de fotógrafos y periodistas se amontonan en uno de los salones VIP del Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Es el lunes 20 de agosto de 1990 y acaba de arribar a la Argentina una mujer europea que se encuentra en la cima de su fama, tanto en su país como en los más diversos puntos del mundo. Se trata de Ilona Staller, más conocida como la Cicciolina.
El atractivo de esta rubia de sonrisa cándida, nacida en Hungría pero naturalizada italiana, es doble. Por un lado, fue elegida tres años antes como diputada para el Parlamento de Italia. Pero por el otro, la recién llegada al país es una de las más populares estrellas internacionales en la industria del cine para adultos.
Es así, la Cicciolina es una actriz porno. Y como si necesitara demostrarlo, aquella mañana invernal, ante la turba de periodistas y reporteros gráficos, ella tomó uno de los breteles de su etéreo vestido turquesa y lo bajó, con lo que dejó al descubierto uno de sus dos atributos delanteros. Luego, subió hasta el hombro ese bretel, pero procedió a bajarse el otro.
Este era un gesto muy repetido por la célebre pornostar, casi un clásico, en sus distintas presentaciones por el mundo. Pero era la primera vez que lo hacía en nuestro país, para estupor de los presentes en el aeropuerto.
Así fue, con esa exhibición oscilante entre el erotismo y la provocación, como comenzó la primera visita de la Cicciolina a la Argentina. Aquí la esperarían unos 10 días con algunos compromisos, que incluyeron visitas a la televisión, un par de presentaciones de tinte erótico en la noche porteña, un compromiso en el Congreso Nacional y, posiblemente, una visita al presidente Carlos Saúl Menem, que finalmente no se concretó.
“Una presencia inquietante”
“Cicciolina, una presencia inquietante”, titulaba LA NACION la crónica de la llegada de la actriz, publicada en la sección “Temas cotidianos”. Se aseveraba allí que la mujer había llegado “con ánimo exhibicionista”.
Lo cierto es que la visita de esta celebridad no pasó desapercibida. La década del ‘90 que sería pródiga en la mixtura entre política y farándula, comenzaba con la llegada de una señorita -ella aseguró que no tenía novio ni marido- que unía en su figura esos dos mundos. Era, al mismo tiempo, diputada y actriz pornográfica.
La información de esos días señalaba que la singular parlamentaria italiana había sido contratada por Ovidio García. En ese entonces, este hombre era el productor de Hola, Susana, el programa que Susana Giménez conducía con enorme éxito en el Canal 9 de Alejandro Romay.
Cicciolina y Susana
Por ello no extrañó que una de las más rutilantes presentaciones de la Cicciolina fuera en el living del ciclo de la diva de los teléfonos. Dos potencias se saludaban.
Susana la recibió con un elegante vestido negro de cuello alto con detalles en dorados y joyas. La estrella italiana, en tanto, llegó con su look más tradicional: vestido rosa con escote, con volados de tul, una vincha de plata y su clásica corona de flores. En sus brazos, como en casi todas sus presentaciones, llevaba un osito de peluche rosa.
“La pornografía es una parte muy chiquita de la Cicciolina”, aseveró la invitada de Susana en el comienzo de la charla. Y más adelante enumeró los temas de los que le gusta hablar y por los cuales, según ella, la votaron para acceder al parlamento: “Mi piace parlare (me gusta hablar) de las focas, de salvar los bosques del Amazonas, el agujero de ozono, la ecología, el problema de la droga y después, hablar de la libertad sexual”.
La Cicciolina hablaba en italiano y Susana traducía en simultáneo. Cada vez que la visita mencionaba algo de índole sexual, la conductora ponía cara de asombro y de susto, tal como si nunca hubiera oído hablar del tema. O decía: “¿Y esto cómo lo traduzco?“, provocando la risa de los que estaban tras las cámaras.
El piano de la Cicciolina
La conductora le preguntó a la Cicciolina por su costumbre de bajarse los vestidos con asiduidad en sus presentaciones. “¿Por qué siempre hacés ‘¡Plin!’?, preguntó la diva, imitando el gesto del destape frontal. “Lo hago porque para mí es natural mostrar”, le respondió.
Acto seguido, la italiana elogió al hombre argentino -«mi piace molto»– y señaló la “boca sensual” de Aquiles Ruggero, el famoso “Maestruli” a cargo del piano y la música del programa de Susana. El rostro del músico viró fuerte al colorado al escuchar el piropo.
Más adelante, con el afán de aprovechar al personaje la máximo posible, llevaron a la Cicciolina a tocar el piano del programa. Mientras el Maestruli sostenía su peluche, la estrella del cine para adultos se entusiasmaba en su concierto particular. Susana gritaba: “¡Bravo, Ciccio!“, como para que fuera cerrando una actuación que duró bastante más de lo esperado.
Sobre el final, la actriz y parlamentaria compartió el living con el resto de quienes habían sido invitados al programa de Susana. Lo que dio como resultado un simpático cambalache de figuras: Ivo Cutzarida, Luis Landriscina, Víctor Laplace y Enrique Pinti.
Miss Hungría, modelo y espía
Elena Anna (Ilona) Staller nació en Budapest, la capital húngara, en 1951. Su padre era empleado del ministerio del interior y su madre, partera. Signada por su belleza desde los primeros tiempos, a los 20 años, enrolada en una agencia de modelos importante de su país, la muchacha fue elegida Miss Hungría.
La joven comenzó a trabajar en un hotel magiar de alto nivel, donde según algunos biógrafos su misión era intimar con empresarios internacionales para recabar información para los servicios secretos húngaros.
Así conoció al calabrés Salvatore Martini, 25 años mayor que ella, con quien se fue a vivir a Italia. El matrimonio terminó muy pronto, algo que le dejó a la chica un sabor amargo pero también su condición ciudadanía italiana.
Tras una incursión en el cine convencional, la joven se haría famosa como la Cicciolina (algo así como “cosita sexy”) por su participación en un programa radial nocturno, Voulez-vouz coucher avec moi. Allí, con voz seductora respondía consultas relativas a las relaciones humana y la sexualidad.
La pornodiputada
En 1979, Ilona ingresó en el mundo del cine porno, un género que frecuentó por más de una década convirtiéndose en una figura legendaria en ese ámbito. Allí llegó a compartir cintas con los más grandes exponentes de la industria, como Rocco Siffredi y el mítico John Holmes.
Su carisma deslumbrante y su aura de estrella italiana, sumado a un cierto hartazgo de la gente por la clase política llevaron a la Cicciolina a ser electa para ocupar una banca en el parlamento italiano. Fue en 1987, cuando la rubia con la piel blanca como la nieve accedió a un escaño parlamentario por el Partido Radical de Italia.
Sus propuestas no se alejaban mucho de cuestiones que tenían que ver con su expertise artística. Es decir, el sexo. Así, proponía campañas de educación sexual en las escuelas, así como programas de tratamiento y prevención de embarazos y enfermedades venéreas y también políticas para brindar información sobre un flagelo de la época, el SIDA.
El show en New York City
Con todo ese currículum sobre sus espaldas, esta abanderada de la sexualidad sin pudores llegó a la Argentina. Y en este país, desembarcó en un boliche que entonces era el emblema de la noche porteña: New York City, ubicado en Villa Ortúzar. Allí presentó un show que prometía ser erótico, pero no lo fue tanto.
La diva venía precedida con la fama de hacer verdaderas performances escandalosas en Italia. Allí se enroscaba una serpiente pitón en su cuerpo desnudo y, de una forma u otra, hacía participar a los espectadores.
Pero en Buenos Aires el espectáculo fue distinto. En principio, la exhibición incluía otras atracciones. Su presentador era el cómico uruguayo, Andrés Redondo, aquel de las “Veladas paquetas”, que, con smoking, una vela encendida en la mano y en tono serio anticipó lo que vendría con una ironía fina: “La cultura se ha apoderado de este recinto”.
El show, un signo de época
Pasaron de inmediato por el escenario montado en “La City” los grupos musicales femeninos Las Guerreras y luego, Las Primas, con sus canciones picarescas, como “Saca la mano Antonio”, que eran furor entonces. Y para rematar una previa que era todo un signo de época, llegaron los chistes zafados de Jorge Corona. ¡Simultánemente!.
Luego sí apareció la estrella del espectáculo. Pero lo suyo no llegó a ser un show completamente erótico. De acuerdo a las crónicas de entonces, la muchacha realizó algunos movimientos sensuales acariciando grandes muñecos de felpa, intercambió bromas sexuales con el público y realizó algunos mohines provocativos, pero no mucho más.
Los que pagaron 40 dólares para presenciar una exhibición más caliente se fueron con gusto a poco. En un lapidario comentario, el crítico de LA NACION Eduardo Di Bitonto, que presenció la performance aquella noche escribió: “En la pasarela, la Cicciolina dejó un poco de lado a la diputada y buena parte de las gasas para lucir al natural tanto sus discretos encantos físicos como sus limitadas condiciones artísticas”.
La faceta política y un presidente “muy ocupado”
En la faceta política, la Cicciolina, o, por mejor decir, la diputada Cicciolina concurrió al Congreso de la Nación Argentina, junto con otros congresales de su país de un Congreso de Modernización Parlamentaria.
Pero, en este sentido, la sensual celebridad no pudo obtener la frutilla del postre, que era visitar a Menem, ya sea en la Casa Rosada o en la Residencia de Olivos. Según lo que informó entonces el director de ceremonial de la Casa de Gobierno, Enrique Kaplan, el presidente “está muy ocupado atendiendo asuntos de Estado”.
La actitud recatada y responsable del mandatario en esta ocasión no sería la misma cuando llegaron al país, a lo largo de los ‘90, otras estrellas mundiales como Madonna, Claudia Schiffer, los Rolling Stones o Xuxa, entre otros, que sí pudieron obtener, más adelante, su propia foto junto al líder riojano.
Luego de sus días en la Argentina en los que fue tratada como una verdadera celebridad, el 3 de septiembre de 1990, Ilona Staller abandonaba el país. Lo hacía con la corona de flores de siempre, unos anteojos negros que bloqueaban el celeste de sus ojos y con un oso de peluche verdaderamente gigante (“Es mucho grande”, expresó) que apenas podía cargar y que fue, según dijo “regalo de los Argentinos”. Como dato de color, la cronista que despidió en su partida a la italiana fue Silvia Fernández Barrio.
Denuncias por exhibiciones obscenas
Pero no todo el mundo se mostró contento con la presencia de la actriz porno en estas pampas. Lejos de regalarle un osito de pelucho hubo un señor, Roberto Bases, que la denunció ante la justicia por “exhibiciones obscenas”. Según el argumento de este ciudadano, la Cicciolina había violado el Código Penal argentino al poner al descubierto sus senos en un ámbito público.
La denuncia fue presentada en el juzgado del doctor Omar Fasciutto e incluía el pedido de que a la sexy legisladora se le prohibiera la salida del país. Pero esta solicitud no tuvo efecto y la Cicciolina retornó, con todo y sus atributos, a la tierra que eligió para vivir.
También hubo dos diputados argentinos, José María Díaz Bancalari y Eduardo Budiño, que presentaron un proyecto de resolución para que “se exprese el desagrado y repudio por la descalificación pública de la femineidad y del sistema legislativo que implica la presencia y alto nivel publicitario dado a la pornodiputada”. Se deduce de esto que, afortunadamente, en la Argentina de agosto de 1990 no habría temas más importantes para tratar por el Congreso.
La Cicciolina visitó la Argentina un par de veces más. Lo hizo en 1997 y en 2008. En esta última estadía participó, sin mucho éxito, en el concurso Bailando por un Sueño, de Marcelo Tinelli. Pero, más allá de estas otras visitas al país, aquella de 1990, de la que se cumplen hoy 35 años, fue quizás la más memorable. Como todas las primeras veces.