La relación entre música y matemáticas es tan antigua como la historia misma. Pitágoras, uno de los filósofos más destacados de la antigua Grecia, afirmaba que la música era el lenguaje de las matemáticas, sugiriendo que la armonía y la secuencia de los sonidos seguían reglas precisas, casi científicas. A lo largo de los siglos, esta idea fue explorada de diversas formas, desde la musicología hasta la neurociencia, pero la pregunta persiste: ¿qué hace a una canción realmente especial y, sobre todo, cómo puede la ciencia explicarlo?
En un mundo cada vez más inclinado a la objetividad de los datos, se realizaron esfuerzos para identificar la “mejor” canción de todos los tiempos mediante el análisis científico. Un equipo de neurocientíficos y expertos musicales, encabezado por el sitio Gizmondo, se embarcó en un proyecto ambicioso para encontrar una respuesta. Sorprendentemente, la elección fue la canción “África” de Toto, lanzada en 1982. Pero, ¿por qué esta canción en particular? La respuesta puede estar tanto en su estructura teóricamente perfecta como en su capacidad de evocar una reacción emocional en quienes la escuchan, publicó Far Out.
Música: una ciencia de la percepción
La música, como se menciona en el artículo, tiene una base teórica sólida, definida por las reglas matemáticas de las escalas y los armónicos. Desde los tiempos de Pitágoras, sabemos que los sonidos armoniosos no son una simple casualidad; responden a frecuencias que se alinean perfectamente con las leyes físicas. Sin embargo, más allá de la ciencia de la composición, lo que realmente define a una canción como “la mejor” es su capacidad para conectar con el oyente de manera emocional.
Un claro ejemplo de esto es la canción “Hallelujah” de Jeff Buckley, cuyo poder evocador no necesita ser explicado en detalle para que todos comprendan que, al escucharla, uno no puede evitar sentir la tristeza profunda de una despedida. La ciencia logró identificar cómo el llanto, en este caso implícito en los sonidos de la música, afecta a nuestra psique. “La liberación de dopamina, asociada al placer, revela que nuestras emociones están profundamente conectadas a la música”.
“África” de Toto: una elección científica y culturalmente acertada
El veredicto sobre la mejor canción, que recaía sobre “África” de Toto, podría sorprender a muchos. Sin embargo, según los expertos, la elección de esta canción no es arbitraria. La canción presenta una estructura musical que cumple con las normas de armonía y repetición que el cerebro humano encuentra placenteras. Es una pieza que, a pesar de su estilo característico de los 80, no tiene errores evidentes y presenta un flujo perfecto de sonidos que la hacen pegajosa, algo que la convierte en imposible de olvidar.
El neurocientífico Daniel Glaser explicó que la mejor manera de evaluar una canción sigue siendo a través de la respuesta humana directa, ya sea mediante escáneres cerebrales o analizando la liberación de dopamina. Incluso pequeños movimientos involuntarios, como un pie que se mueve al ritmo de la música o una sonrisa al escuchar, son indicadores de una respuesta positiva a la canción.
El gusto musical y la subjetividad
No obstante, esta respuesta no es universal. Los gustos musicales varían considerablemente entre diferentes individuos y culturas. A pesar de los avances en la neurociencia, la belleza auditiva sigue siendo un fenómeno subjetivo, profundamente enraizado en las experiencias personales de cada individuo. Amy Belfi, una experta en la reacción cerebral a la música, destacó que la diversidad de respuestas emocionales a las canciones es lo que hace difícil determinar qué convierte a una canción “buena”. Lo que es profundamente placentero para una persona puede ser simplemente molesto para otra.
Esto se pone en evidencia en el estudio realizado con la tribu boliviana Tsimane, que desafía las convenciones musicales que consideramos universales. La música de los Tsimane es atonal y, a primera vista, parece desafiar las reglas matemáticas que guían la música occidental. Sin embargo, un estudio realizado por el MIT y el Instituto Max Planck demostró que la audición de los Tsimane no difiere biológicamente de la nuestra, lo que sugiere que el concepto de lo que es armónico está profundamente influenciado por factores culturales.
El poder de la música: más allá de la teoría
El impacto de una canción en la memoria y la identidad cultural también juega un papel fundamental en su valoración. Las canciones son simples secuencias de notas, y tienen el poder de evocar recuerdos, crear identidad y conectar a las personas a través de generaciones. La canción “África”, por ejemplo, logró trascender los límites de su tiempo y género, convirtiéndose en un himno generacional que sigue siendo relevante hoy en día.
A pesar de que la ciencia puede ofrecer un marco teórico sobre lo que hace que una canción sea “buena”, la experiencia personal y la conexión emocional siguen siendo las fuerzas más poderosas a la hora de determinar qué canción es realmente la mejor. En última instancia, aunque la ciencia pueda explicar los mecanismos detrás de las respuestas emocionales que la música provoca, “es su capacidad para resonar profundamente en nuestro ser lo que la convierte en un arte universal”, aunque no necesariamente uniforme.
La música como una experiencia subjetiva y colectiva
El debate sobre la “mejor canción de todos los tiempos” puede parecer superficial, pero refleja la compleja interacción entre la ciencia, la cultura y las emociones humanas. Mientras que la estructura teórica y las reglas de la física pueden guiarnos para entender cómo se construyen las canciones que nos afectan, son las diferencias personales y culturales las que realmente dan forma a nuestra percepción de la música. Así, aunque la ciencia puede declarar a “África” de Toto como la mejor canción desde una perspectiva técnica, la belleza de la música sigue siendo, en última instancia, una experiencia personal que trasciende cualquier medición objetiva.