SANTIAGO DE CHILE (de un enviado especial).- Un ejercicio futbolístico de superioridad que rozó la excelencia -y redujo a la nada a su urgido oponente- durante 45 minutos, con músicos nuevos que conocen bien la melodía de tanto escucharla abajo del escenario, le dio paso a un segundo tiempo más mundano, como si aquello del arranque de la noche hubiera sido suficiente retribución para los compatriotas que por momentos conocieron la felicidad de ser testigos. Esa paleta de colores diversos ofreció la Argentina ante Chile, hasta terminar firmando un triunfo por 1 a 0 tan merecido como ajustado en el vistazo global. Voraz, inconformista, hambrienta, a fin de cuentas a este equipo parece no importarle todo la que ya tiene, porque solamente mira hacia adelante. ¿Será ese su mayor atributo? Difícil decantarse por uno cuando son tantos, después de una noche en la que Scaloni volvió a reversionar la partitura, un mensaje inequívoco: que nadie vaya a creerse que los asientos para subirse al avión que llevará a la selección campeona a defender la corona ya tienen nombres intachables… No hay mejor estímulo para seguir acrecentando la leyenda.
Abruma Argentina. La pelota va de un lado a otro del campo, imantada por los pies de los de camiseta celeste y blanca. Los de rojo ni se animan a intentar quitársela; para qué, si cuando lleguen al que la tiene, ya no estará ahí. De pronto, de la tribuna cabecera en la que se amuchan unos diez mil argentinos brota el “ooole, ooole” al son de los pases fuertes y al ras del impecable césped del estadio Nacional.
Es, por momentos, una exhibición de la selección campeona del mundo ante un público local impávido, que va aminorando sus decibeles con cada minuto que pasa. De Paul se apoya en Dibu Martínez, el arquero se la da a Balerdi, el central encuentra a Thiago Almada desmarcado, el petisito gira, acelera y ya nadie lo podrá detener hasta que habilite a Julián Álvarez, que da tres pasos cortitos de ajuste y levanta la pelota con un toque sutil por encima del desesperado Cortés. ¿Gol? Golazo, lindo para hacer docencia con aquellos que siguen creyendo que es muy riesgoso cuidar la posesión en el área propia: de punta a punta de la cancha, también de las Eliminatorias y de todo lo que el calendario le propone, este equipo homenajea el fútbol de toda la vida.
¿Qué es “la nuestra”, esa idea que se propone resumir la esencia argentina? Esto que se ve esta noche fría en Santiago de Chile. Jugadores que se ordenan a partir de la obsesión por tocar y pasar, tirar un desmarque, abrir un pasillo, picar, frenar. Palacios es la referencia en el mediocampo, ubicado en el centro. ¿Y después? El caos organizado que arman un general (De Paul) y tres aspirantes (Giuliano Simeone, Almada y Nico Paz). “La nuestra” es que a Cuti Romero (recio capitán) no le tiemblen las piernas para combinar con el ascendente Balerdi, de gran primer tiempo. Y también “la nuestra” es que su máximo exponente disfrute la mayor parte de la obra en el banco de suplentes: Messi construye su legado también en noches como ésta, en las que elige ser parte de esta doble jornada aunque en Miami hubiesen preferido otra cosa. ¿Quién puede dudar de cuáles son sus prioridades?
Lo mejor del partido
El partido ofrecía una perspectiva interesante: observar cómo resultaba la prueba de jugar con tantos intérpretes poco frecuentes. El desarrollo del primer tiempo, que por momentos fue un concierto dirigido por la exuberancia futbolística de Almada, entregó respuestas saludables. Scaloni ya sabía que tenía una segunda línea competitiva, pero resulta que ahora abrió otro cajón del armario y encontró nuevas prendas, que le calzan bien al traje del campeón de todo. Y en ese apartado, brillaron especialmente el mencionado Almada, indescifrable para el desconcertado mediocampo local, y la última perla de la familia Simeone: Giuliano es un tren que no frena en ninguna estación, va y viene sin pausas, a tal punto que a veces sus compañeros le quedan atrás…
El único lunar que se le notó a la Argentina en el primer tiempo fue su falta de efectividad. Insultó al aire Scaloni luego de una débil resolución de Almada, ya en el filo del entretiempo, cuando la jugada exigía asegurar el 2-0; antes. el propio Giuliano había rematado alto luego de controlar con el pecho un pase larguísimo y exacto de Romero. Chile era lo que indica la tabla de posiciones: el peor de las Eliminatorias. Vidal, ya lejos de sus años dorados, trataba de sacar tajada de las palabras más que de las piernas, pero no influía, tanto que Gareca lo reemplazó en el descanso, luego de que el árbitro lo hubiera amonestado en uno de los mil roces que tuvo con De Paul.
Perdido y obligado, Chile salió al segundo tiempo con otra convicción, aunque el juego nunca le fluyera. El espíritu de Loyola, ahora volante, combinaba con Lucas Cepeda, el mejor futbolista local, con diferencia. Zurdo, rápido, encarador y decidido, obligó a Martínez a esforzarse dos veces en los primeros minutos; el delantero de Colo Colo era la cara de la esperanza chilena de no decirle adiós (casi) definitivamente al Mundial. Pero fue justo él quien desperdició la jugada más clara de gol en la que parecía la ocasión más sencilla: con el perfil a su favor, tiró arriba del travesaño una pelota que el estadio intuía adentro. Ni Dibu parecía creerlo, que abrazó instintivamente a Cepeda.
Ya sin el control total de la primera parte, Argentina bajó las revoluciones y Scaloni mandó rápido a la cancha a Messi por Paz, el que menos había mostrado sus probadas cualidades. El equipo tuvo menos vértigo y, por momentos obligado a retroceder, pasó sofocones impensados si se atendía el guion del primer tiempo. Pero eso es también el fútbol: entender que el registro de un partido puede cambiar sin que alguien pueda explicar la causa fehacientemente.
En ese tono más parejo, hubo espacio para un pase filtrado y precioso de Messi a Giuliano, que se deshizo del arquero, pero luego falló en el remate. Y también para que Franco Mastantuono sume sus primeros minutos, con apenas 17 años, y se transforme en el futbolista más joven en jugar un partido oficial en la selección: en la primera que le llegó, arrió a un rival hasta que tuvieron que bajarlo. Messi se acercó y le chocó la palma de la mano, un gesto aprobatorio. El partido bien podría haber terminado en ese instante… En esa imagen se pinta el clima de época: el rey le daba la bienvenida a un nuevo aspirante a heredarlo. Porque nadie quiere que esta dinastía se termine.