La costa turca: mar turquesa, pueblos de pescadores, templos y gastronomía en un viaje por la costa del Egeo

admin

Había cimerios, jonios y eolios. También había atenienses, eretrios, otomanos, además de espartanos, léleges, carios, lidios, sátrapas, milesios, seléucidas… había toda esa gente y más porque había Grecia y había Roma, Persia y Asia Menor (hoy Turquía), territorios transmutados en otras realidades geopolíticas y mortales de identidades extinguidas. Perduró la pléyade de emperadores, militares, reyes, filósofos, escritores, cristianos santificados y otros notables, pero hasta ciertas divinidades que se presumían inmarcesibles se esfumaron.

Pescador recogiendo sus redes en el puerto de Assos.

La venerada Artemisa, hija de Zeus y hermana melliza de Apolo, mereció un inmenso templo por ser la diosa de la fertilidad, la caza y la guerra; lo diseñó el arquitecto Quersifronte en el siglo VI a.C.; y tal fue la grandeza que se lo consideró una de las siete maravillas de la Antigüedad. Sin embargo, de sus 127 columnas de 18 metros de alto sólo queda una –una– y de la estatua de la diosa que se guardaba en su interior, ni rastros.

El Templo de Adriano en Éfeso es un monumento romano del siglo II d.C., dedicado al emperador Adriano.

La costa occidental de la península de Anatolia es un enorme reservorio arqueológico que convoca a especialistas y viajeros. Además de la riqueza histórica que atesora, resulta que sus enclaves urbanos son a la medida del entorno que los contiene: bellísimos.

Sirince: en lo alto, las casas

A unos ocho kilómetros de Selçuk y otros tantos de Éfeso, la ruta se aleja del bullicio para internarse en las colinas. Allí aparece Şirince, un pequeño pueblo de la provincia de Izmir que, sin ser secreto, parece protegerse del turismo masivo con un encanto discreto.

Son menos de 700 habitantes, casas que se apilan en la pendiente, hileras de viñas, olivares y frutales que anticipan la llegada. El paisaje rural cobra protagonismo, y el pasado, aunque presente en cada piedra, no impone su peso: acueductos romanos, cerámicas antiguas, una historia que se deja ver pero no interrumpe.

Vista del pueblo de Sirince.

Las calles son angostas y empedradas, trepan entre moradas del siglo XIX, construidas con la impronta de una arquitectura cristiano-otomana que todavía late. Algunas historias cuentan que el nombre original fue Çirkin (“feo”, en turco), una trampa para espantar curiosos. Otros afirman que proviene de una tribu turcomana con ese apellido. Lo cierto es que en 1926, alguien tuvo la buena idea de cambiarlo por Şirince, que significa “agradable”.

Las crónicas hablan de un pueblo cristiano y agrícola, de más de 300 casas griegas, de 1.500 personas que hablaban turco mezclado con un dialecto antiguo, de mujeres con velos y hombres con pistolas y yataganes, herencia de alguna vieja pelea con piratas en la isla de Samos. Plantaban viñas, tabaco, higos, aceitunas. Criaban ovejas, tenían colmenas.

Una vendedora de flores secas en el mercado de Sirince.

Pero también llegaron las crisis. En 1923, tras la creación de la república turca, las familias griegas se fueron. En su lugar llegaron musulmanes desde Grecia, sin tradición agrícola, que derribaron olivos y dejaron que la tierra se replegara. Şirince se vació. Mientras tanto, Selçuk crecía.

Fue recién en los años 90 cuando empezó el renacer. Sevan Nişanyan, lingüista y escritor, y su esposa Müjde Tönbekici decidieron instalarse y reconstruir las casas antiguas usando materiales y técnicas tradicionales. Así nació Nişanyan Evleri, un hotel con espíritu patrimonial que inspiró a otros habitantes a hacer lo mismo.

La iglesia de San Juan Bautista construida en el siglo XIX en Sirince.

Ömer y Charlotte Samli siguieron ese impulso. Él, turco; ella, inglesa nacida en Oxford, profesora de teatro en Estambul. Se mudaron tras el terremoto de 1999. Lo que reconstruyeron juntos —las casas de Terrace Houses— es mucho más que alojamiento: es una forma de estar en el mundo. Un parral, una higuera, un granado, y esa vegetación que también cura.

Hoy, Şirince se deja recorrer con los sentidos despiertos. En sus calles florecen puestos de manteles bordados, ropa colorida, el aire huele a especias, y los vinos locales, sencillos pero nobles, acompañan sin esfuerzo una tarde en alguna terraza al sol.

Una casa tí­pica del pueblo de Sirince.

El pueblo no apura. Los sonidos se mezclan entre el murmullo de los visitantes, los dialectos lejanos, el tintineo de una copa o el soplido del vidrio en manos de un artesano.

Almuerzo en el hotel Terrace House en Sirince.

Şirince es ese atardecer que arrastra la brisa del mar, y ese momento en que las casas del valle empiezan a encender sus luces, una por una.

Éfeso: portuaria y grecorromana

En otra época, Éfeso recibía oleadas de turistas que avanzaban en grupos por la Vía de los Curetes, esa calle de mármol que alguna vez pisaron legisladores, filósofos y comerciantes del mundo antiguo. Hoy, con menos multitudes, el lugar se ofrece de otra forma: más silencioso, más íntimo, y tal vez por eso, más conmovedor.

Caminar por sus calles es como recorrer una ciudad detenida en el tiempo. La avenida principal se extiende por dos kilómetros, y su tramo inicial es una sucesión deslumbrante de ruinas, donde la piedra y la historia se entrelazan con la luz del sol.

La  antigua Biblioteca de Celso fue construida en honor al senador, cónsul y procónsul romano Tiberio Julio Celso Polemeano. Es una de las de las grandes atracciones de Éfeso.

La Biblioteca de Celso, sin dudas el gran tesoro del sitio, sorprende por su elegancia: fue construida entre los años 114 y 120, y estaba orientada al este para aprovechar la luz de la mañana en las salas de lectura. Se dice que albergaba hasta 12.000 pergaminos, y aún hoy es una de las postales más imponentes de la arqueología clásica. Justo antes de entrar, un candelabro de siete brazos grabado en el mármol recuerda la huella de quienes también vivieron aquí, aunque sin nombre.

Éfeso fue griega, romana, cristiana, otomana. Fue puerto y fue templo. Fue un cruce de civilizaciones. Como toda ciudad milenaria, su historia es compleja, pero no hace falta recordarla toda para sentir su peso mientras se camina entre columnas caídas y muros que ya no sostienen nada.

En Éfeso, se encuentra un relieve de Niké, la diosa alada de la victoria, que originalmente formaba parte de la Puerta de Hércules.

Uno de los puntos más bellos es el sector donde se conservan las casas adosadas de los patricios romanos, decoradas con frescos y mosaicos. La calle baja hacia la Puerta de Adriano, hasta llegar a la biblioteca, y luego continúa hacia el gran teatro, con capacidad para miles.

No todo fue gloria: terremotos, guerras, sedimentos que colmaban el puerto y hasta la llegada de los godos terminaron por quebrar su esplendor. En un momento, el mar se alejó, y la ciudad perdió su razón de ser.

Teatro grecorromano de Éfeso.

Aun así, la huella de quienes pasaron permanece. Aquí vivieron Pablo de Tarso, Juan el Apóstol y hasta Ignacio de Antioquía, conducido rumbo a Roma por orden del emperador Trajano.

Con el tiempo, llegaron los árabes, luego los selyúcidas, y después los otomanos, que construyeron la mezquita de İsa Bey y rebautizaron el asentamiento como Ayasoluk (hoy Selçuk). A principios del siglo XV, el turco-mongol Tamerlán arrasó con todo, pero parte de lo destruido se reconstruyó.

Puertas de Hércules en Éfeso

En 1863, el arqueólogo John Turtle Wood inició las excavaciones en busca del templo de Artemisa, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Hoy, del templo solo queda una columna. Pero desde 2015, Éfeso forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, y su legado —en ruinas, en sombras, en mármol— sigue vivo para quien quiera perderse entre sus caminos.

Assos: de piedra y mar

El camino a pie se abre entre arbustos y piedras volcánicas, en ascenso constante, hasta alcanzar la cima de un risco que ofrece una de las vistas más inolvidables del Egeo. Arriba, donde antes se erguía majestuoso el templo dórico de Atenea, hoy quedan solo cinco columnas en pie. No sostienen ya nada, más que el aire, pero su verticalidad serena basta para que uno se quede largo rato mirando el horizonte.

En temporada, Assos recibe visitantes, aunque muchos bajan directo al mar y dejan pasar su alma arqueológica. Mejor así. Porque quienes se toman el tiempo de subir se encuentran con un sitio que no necesita reconstrucción para emocionar.

El templo de Atenea de estilo dórico en Assos. Puede verse enfrente la isla de Lesbos (Grecia).

Los más afortunados son quienes se hospedan en el Nar Konak, una casona de piedra con cinco habitaciones. Desde el jardín trasero se accede al sendero que conduce al templo. “Nar” significa granada, y esa fruta —jugosa, vital— parece darle nombre también a la energía que respira el lugar.

El azul intenso del Egeo, siempre presente, hace que los fragmentos del templo cobren otra dimensión. En días despejados, se ve la isla de Lesbos, y al este, el monte Ida. Si uno se deja estar, descubre ruinas dispersas entre el yuyal, casi como si alguien las hubiese dejado caer ahí a propósito.

Jugo de granada en la terraza del hotel Nar Konak en Assos.

Una vez arriba, con el azul del Egeo como determinante, las migajas del templo de Atenea (construido entre 540 y 530 a.C.) cobran otro sentido. De las 38 columnas que delimitaban ese recinto sagrado (30 x 14 metros), quedan cinco. Nada sostienen ya esas columnas, salvo su propia verticalidad y, sin embargo, cuánta paz emanan, cuánto silencio encantado inspira ese lugar.

En tiempos de Bizancio, hubo una expansión y fortificación de la acrópolis, y se presume que los bloques de piedra provenían del templo de Atenea, desmantelado con ese fin. El edificio, que había sido construido con andesita (piedra volcánica del lugar), tenía el friso del arquitrabe decorado con escenas mitológicas, algo inusual en los templos dóricos griegos e itálicos.

Barcos amarrados en el puerto de Assos.

Más abajo, el teatro antiguo se curva sobre la ladera, y todavía se adivinan sus gradas. Dicen que en tiempos romanos reformaron la primera fila con una balaustrada, quizás para proteger al público en las luchas de gladiadores. Quizás.

La acrópolis conserva restos de murallas, termas, gimnasio, ágoras, puerto. Dicen que Assos regala los mejores amaneceres de Turquía, y es fácil creerlo: desde lo alto, el cielo y el mar se confunden, y todo parece empezar de nuevo.

Un vendedor en las calles de Assos.

Y si bien la historia está en cada piedra, no hace falta sabérsela toda. Basta con saber que por aquí anduvo Aristóteles, que fue el lugar elegido para vivir, enseñar y amar, y que desde aquí, algún día, volvió a Macedonia para formar al hijo de un rey: Alejandro el Grande.

Hoy, Assos es un pueblo pequeño con alma antigua. Sus casas de piedra se transformaron en restaurantes, hostales, tiendas de artesanos. En una calle empinada, una joyería guarda piezas de exquisita orfebrería; en una terraza con vista al mar, se sirve pescado recién grillado, queso de cabra y aceitunas negras, sabores simples y perfectos.

Calle de Assos.

Hay una playita pedregosa, una barca que espera salir, y ese tipo de tiempo que no se apura. Oficialmente se llama Behramkale, está en el distrito de Ayvacik, provincia de Çanakkale. Pero todos la llaman Assos, y nadie se equivoca.Al frente, flotando sobre el Egeo, la isla de Lesbos, cuna de Safo. Otra historia en otro país. Pero también parte del mismo mar.

Atardecer desde un restaurante del puerto de Assos.

Sevan Nişanyan

Escritor, lingüista y periodista de origen armenio nacido en Estambul (1956), a quien se le debe el resurgir de las casas de Şirince. Colaboró en el desarrollo del Nesin Mathematics Village, basado en los principios arquitectónicos tradicionales del Egeo; aquí se dieron cursos de verano de matemáticas de nivel terciario y posgrado, y además funcionó una escuela de filosofía. El Tiyatro Medresesi, instituto de teatro y retiro de actores, también es obra suya.

En 1994 Nişanyan escribió La República equivocada, una crítica a los mitos fundacionales de la República de Turquía.

En 2010 publicó Index Anatolicus: un megaíndice con los nombres geográficos de Anatolia, en su mayoría derivados del griego, del armenio, del kurdo, del siríaco, del árabe y de otros de raíz más antigua, sustituidos por vocablos turcos de nuevo cuño. Hoy, este proyecto documenta todos los topónimos históricos de Turquía, con más de 56.000 nombres de lugares mapeados. Pueden verse en internet.

Condenado a 16 años y siete meses de cárcel, en 2017 Nişanyan logró escapar y huyó a Atenas, donde solicitó asilo político. En la actualidad vive en Samos.

Los 7 durmientes de Éfeso

Esta leyenda, una de las más antiguas –y cándidas– del cristianismo, inspiró al escritor Manuel Mujica Láinez a escribir El escarabajo (1982), su última novela. La misma temática aparece en el libro Me llamo Rojo (1988) del premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk.

Resulta que, durante una visita a Éfeso, el emperador Decio (249-251 d.C.) exigió a la población un sacrificio a los dioses; todos acataron, salvo siete jóvenes nobles. Decio les pidió que reflexionaran, de lo contrario serían ejecutados. De regreso a Éfeso, Desio se encontró con que los jóvenes, tras ceder sus bienes a los pobres, habían huido. Descubiertos en una gruta mientras dormían, Decio mandó cerrarla para que murieran. Pero los jóvenes, ajenos al castigo, siguieron entregados al sueño sin sufrir hambre, ni sed ni frío. Alguien escribió, en la entrada a la cueva, los nombres de los mártires y su historia. Pasó el tiempo, Roma abrazó el cristianismo y, durante el reinado de Teodosio II (408-450), el hacendado Adolio hizo abrir la cueva para usarla de establo. Entonces los jóvenes despertaron, relataron a Teodosio II lo acaecido y luego, entre alabanzas a Dios, partieron al otro mundo.

La Tróade

Assos supo tener el único buen puerto en los 80 km de la costa norte del golfo de Edremit, circunstancia que hizo de esta base un punto clave de la Tróade, o Troas, una antigua región que ocupaba el noroeste de Asia Menor, en la península de Anatolia, actual Turquía.

La Tróade pertenece a la provincia de Çanakkale y una pequeña parte a la de Balikesir; limita al norte con el mar de Mármara, al sur con el golfo de Edremit (que la separa de la isla griega de Lesbos) y al este con el monte Ida, de 1.774 msnm. En septiembre de 1996, la región fue declarada parque nacional.

El yacimiento arqueológico de Assos, a 100 km al sur de la ciudad de Çanakkale, mereció, en 2017, ser incluida en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.

Datos útiles

Con la debida distancia, los hoteles reciben huéspedes. En general, las tarifas incluyen el desayuno.

ŞIRINCE

DÓNDE DORMIR

El almuerzo servido en el hotel Terrace House en Sirince.

Terrace Houses

T: (+90 532) 263-7942.

[email protected]

ephesushousessirince.com

@terracehousessirince

Tres casas dos veces centenarias recuperadas y reacondicionadas a todo confort. Grapevine House, con capacidad para 8; Fig House y Olive House, ambas para 4 y 6 personas, con ámbitos que invitan a ser vividos todas las horas del día. Mesas al aire libre en el Terrace Café, un balcón de lujo en lo alto del pueblo.

Nişanyan Evleri

T: (+90 232) 898-3208.

nisanyan.com

Complejo de casas, cabañas y habitaciones en un entorno ajardinado. Restaurante, spa y piscina.

DÓNDE COMER

La cultura gastronómica turca hace foco en los mezze, modalidad propia del Mediterráneo oriental que se compone de múltiples platitos. Aceitunas, queso de cabra, frutos secos, cordero, berenjenas, yogur, masa philo son algunos de sus argumentos ineludibles. No hay sabores picantes en esta cocina, pero sí especiados; el trío esencial: tomillo limón, zumaque y azafrán.

Üzüm Café

Sokak, 7.

T: (+90 532) 415-1751.

uzumcafe.com

Local de dos plantas: abajo funciona como boutique de objetos de decoración y accesorios, y arriba, el salón comedor.

Pervin Teyze Tepebaşi

Sokak.

T: (+90 232) 898-3083.

Gran comedor al aire libre en lo alto del pueblo.

Ayşe Hanimin Yeri

A pasos de la iglesia San Juan Bautista. Un infalible.

PASEOS Y EXCURSIONES

Iglesia de San Juan Bautista

Templo de 1832 que fue restaurado sólo en parte; el resto quedó inconcluso adrede. Es sede de conciertos en verano.

La iglesia de San Juan Bautita en el siglo XIX en Sirince. Se puede ver la inscripcion griega en la entrada.

ÉFESO

A 8 km de Şirince.

El sitio arqueológico tiene dos accesos con parking. En vehículo propio, lo mejor es llegar hasta el ingreso que indica Éfeso, seguir hacia el parking por el camino que se abre a la derecha, dejar el auto e ir en sulky hasta el extremo opuesto del recorrido, para iniciar el paseo que concluye donde quedó el auto. El transfer del sulky se paga aparte de la entrada al sitio arqueológico.

Antigua ciudad de Éfeso.

Tres son las arterias principales de la ciudad antigua: la Via de los Curetes, que va de la puerta de Heracles a la Biblioteca de Celso (cuya fachada fue reconstruida entre 1970 y 1978); el Camino de mármol (desde la biblioteca hasta el teatro, el mayor de su época) y la Via Arcadia, que parte del teatro y llega hasta los baños del puerto.

Del siglo II son el pequeño teatro Odeón, la fuente de Trajano, el templo dedicado al emperador Adriano, los gimnasios del este (con termas) y de Vedius, el templo de Serapis, que hicieron construir comerciantes egipcios, y la puerta de Heracles, con relieves que representan al héroe. Las puertas de Mazaeus y Mitrídates (obra en honor a Augusto realizada por los dos esclavos que él liberó), el estadio, el ágora, el octágono, el pritaneo (sede de los magistrados), las termas romanas y las letrinas públicas integran la larga lista de las ruinas.

Para visitar en los alrededores: la basílica de San Juan de Éfeso; la casa de la Virgen María, donde se presume que vivió la madre de Jesús; la mezquita de İsa Bey, y la única columna del templo de Artemisa que quedó.

ASSOS

DÓNDE DORMIR

Nar Konak Hotel en Assos.

Nar Konak Hotel

Behramkale Köyü, 62.

T: (+90 532) 422-8052.

assosnarkonak.com

@assosnarkonak

Antigua casa de piedra llena de recovecos y espacios verdes, devenida en hotelito de 5 habitaciones, hoy gestionado por Airbnb. Debido a la pandemia, la casa se alquila completa. El anfitrión es Serpil.

Deja un comentario

Next Post

Le dieron un diagnóstico a los 35 y entonces comprendió todo lo que había vivido: “Siempre me sentí rota”

“Siempre me sentí rota. El primer lugar dónde noté la mayor diferencia fue en la escuela. Sentía que ningún compañero era como yo. Siempre fui torpe para los deportes, me gustaban juegos que a otros los aburría, no solía tener energía y siempre buscaba la forma de estar recostada en […]
Le dieron un diagnóstico a los 35 y entonces comprendió todo lo que había vivido: “Siempre me sentí rota”

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!