Catalina Torres, de 32 años y de nacionalidad chilena, fue deportada tras ser detenida por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos. La joven, que había vivido por más de una década en el país norteamericano, fue denunciada de forma anónima debido a su situación migratoria irregular.
Chilena detenida en EE.UU.: perdió su estatus migratorio y fue arrestada camino al trabajo
La joven residía en Virginia, donde contaba con un empleo legal, pagaba impuestos, tenía licencia de conducir y mantenía cuentas bancarias. No obstante, en los últimos meses perdió su estatus migratorio, lo que llevó a que se emitiera una orden de detención en su contra y fuera trasladada al Centro Correccional Richwood, en Louisiana, según indicó Bio Bio Chile.
La detención ocurrió el 20 de marzo a las 8.30 hs, cuando se encontraba camino a su trabajo. “Salí de mi casa, iba caminando al auto y escuché mi nombre. Salieron tres oficiales de tres vehículos y me preguntaron por mi identificación. Les di mi licencia de conducir, mi identificación, mi pasaporte, pero ellos ya sabían todo. Yo no mentí en nada, simplemente lo dejé en manos de Dios. Ya sabía lo que se venía”, declaró en una entrevista para Mega Noticias Chile.
Los agentes le informaron que, debido a una denuncia en su contra, el procedimiento sería diferente y requería su detención. Torres indicó que las autoridades se disculparon por el operativo: “Nosotros sinceramente pedimos perdón, en ningún momento te hubiéramos detenido si no te hubiésemos visto en la calle, pero ya recibiendo una llamada de cualquier persona tenemos que tomar acción”.
A finales de mayo de este año, Estados Unidos deportó a 44 ciudadanos chilenos por infringir la normativa migratoria de ese país, según informó el Ministerio del Interior.
En el Centro Correccional Richwood, la joven compartió una habitación con diez mujeres latinas de diferentes países, muchas de las cuales llevaban entre seis meses y un año a la espera de una respuesta a su solicitud de asilo.
A su vez, indicó que la mayoría de sus compañeras eran madres de bebés de dos a tres meses, de quienes habían sido separados: “Vivían con el dolor de no poder verlos, no poder comunicarse“. Y señaló que la mayoría de las personas detenidas carecían de recursos, por lo que sus hijos quedaron bajo el cuidado de terceros o de iglesias.
Detalló que una llamada de cinco minutos costaba 25 dólares, un monto que resultaba inaccesible para muchas de las mujeres detenidas: “Por suerte, mi mejor amigo en Estados Unidos me depositaba entre US$50 y US$100 semanales para poder llamar a mi familia, para poder tener algo de comer. Las cosas costaban entre tres y cinco veces más que el precio regular“, afirmó.
La comida del centro penitenciario, según la joven, era insuficiente y “horrible”. “Prácticamente, daban frijoles de lata todos los días y pan de molde blanco. Las chicas se enfermaban del estómago y la mayoría ya no comía“, aseguró Torres.