La emoción de Ignacio Russo: lloró durante el minuto de silencio por su padre y después hizo el primer gol de Tigre

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Horas después del velatorio de Miguel Ángel Russo en la Bombonera, su hijo Ignacio partió de forma inmediata hacia Rosario. El futbolista de Tigre no quiso estar ausente en el partido que Tigre está empatando 1-1 con Newell’s, pese a que el club le había ofrecido que se tomara el tiempo de descanso que considerara. Pero el goleador de 24 años decidió estar junto a sus compañeros, a pesar del momento de dolor, sintió que su padre hubiese querido que se presentara a jugar: “Voy a jugar, él hubiese querido eso. Si no, se levanta y me caga a puteadas”, había dicho el jueves. Lo esperaban emociones fuertes…

En la previa del enfrentamiento contra el clásico rival de Rosario Central (equipo en el que se formó, del que su padre era ídolo), los jugadores brindaron un minuto de silencio para el reconocido e histórico entrenador del fútbol argentino, que dirigió a Boca. Fue entonces que Ignacio Russo se quebró frente a sus compañeros, sus rivales, y la hinchada de Newell’s. Más tarde, tras el 1-0 que convirtió, se puso de rodillas, mientras intentaba aguantar las lágrimas y sus compañeros intentaban contenerlo, como había sucedido durante el homenaje a Miguelo.

Russo murió el pasado miércoles tras una serie de complicaciones de salud que sufrió luego de batallar durante más de ocho años contra el cáncer. Un velorio abierto al público se llevó adelante el jueves y continuó este viernes por la mañana, aunque cerrado para sus seres queridos.

Todas esas emociones quedaron al descubierto con el llanto de Ignacio, que antes había sido abrazado por sus compañeros y rivales, antes del comienzo del partido. Y cuando la pelota echó a rodar, fue protagonista. Tanto que a los 21 minutos anotó el primer gol del partido, luego de capturar un pase de David Romero y definir con el arco vacío, lejos de la salida de Williams Barlasina. Enseguida, todos sus compañeros fueron a abrazarlo, mientras Russo ni siquiera intentaba disimular un llanto incontenible. Amagó con sacarse la camiseta, pero enseguida desistió, se dejó caer arrodillado y estalló. Era su gol número cuatro en el Clausura: ninguno tan emotivo como el de hoy.

En el festejo, Ignacio se levantó la camiseta blanca y señaló el tatuaje que lleva debajo del pecho: “Todo se cura con amor”, se lee. Un mensaje emotivo: esa frase la había pronunciado su papá en Colombia, cuando se consagró campeón con Millonarios, en 2017, refiriéndose a su lucha contra el cáncer de próstata que atravesaba. Esas palabras, pronunciadas en una conferencia de prensa, rebotaron una y otra vez en estos días, en los homenajes que Miguel recibió. Viven para siempre en el cuerpo de su hijo.

Abrazado por el grupo de jugadores, cuando se lo pudo observar nuevamente al momento de ponerse de pie ya estaba sonriente. En la caminata, iba lanzando besos al cielo, seguramente feliz e incrédulo ante un capítulo que el fútbol argentino venía viendo posible al momento de enterarse de la decisión de jugar igual ante la Lepra, con la historia que Miguel tiene en Rosario Central. Lo buscó él, con las convicciones que le transmitió su papá, y Miguel se lo dio.

Ignacio había viajado en auto hasta Rosario no bien finalizada la cremación que su padre. Lo acompañaron su novia y la madre de la chica. Tras esas horas, se sumó al hotel donde estaba concentrado el conjunto de Victoria y, con ellos, partió hacia el Coloso. Al llegar al estadio se lo había observado con el semblante sereno y serio que lo caracteriza, llevando en la mano el matero, como un día más, aunque no lo terminaría siendo.

Saltó al campo de juego y, tras las formalidades de ambos equipos, fue a buscar a Cristian Fabbiani, entrenador de la Lepra. El miércoles, día en el que el DT que lo hizo debutar falleció, el Ogro hizo un posteo en Instagram con el debido agradecimiento a las cosas que le aportó para su carrera. Entonces, el atacante de Tigre sintió la necesidad de ir a abrazarlo y agradecerle su cariño: Fabbiani lo recibió, abrazó y le dedicó unas palabras mientras le palmeó la cara. Luego, continuó abrazando al resto del cuerpo técnico de Newell’s.

Miguel Russo fue marcándole el camino a cada protagonista. Y ni que hablar a su hijo. Por eso es que el 5 de agosto pasado expuso un enojo como, quizá, nunca antes había ocurrido en un ámbito junto a la prensa. No levantó la voz, pero puso los puntos. Antes de que su Boca se cruzara con Racing, al DT le preguntaron por su continuidad en el banco xeneize a raíz de su estado de salud, mencionándole que a Ignacio lo habían interrogado por esa cuestión: “Mirá, yo te lo voy a decir: déjenlo tranquilo a mi hijo. Tiene diez propuestas. Mi hijo va a hablar de él y de Tigre. Ha madurado mucho, está bien y, en definitiva, no busquen cosas en donde no las hay. Y donde no va a haber. Porque él tiene una mentalidad distinta, habla de Tigre y de él. Y me parece muy bien”, fue concreto.

Esa mentalidad, heredada de su padre, lo llevó a pasar horas duras, pero sin dejar de lado la profesión.

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