En el año 2021, dos alumnos del profesor Kasper Rønnow encontraron un pequeño cuervo abandonado entre un colchón de hojas secas al pie de un árbol. El ave no se movía y parecía no tener quien lo cuidara. Aunque al principio se creyó que sus padres podrían regresar por él, el tiempo pasó y nadie apareció. Entonces, Rønnow tomó una decisión que cambiaría su vida: llevar al polluelo a su casa para cuidarlo.
El cuervo fue bautizado como Klaus y pasó sus primeras noches en la casa del docente. Durante los días siguientes, el hombre intentó que el ave volviera a su entorno natural, pero el animal se mostraba perdido y cada vez que terminaban las clases de los niños intentaba ingresar al aula nuevamente.
Consciente de que criar un animal salvaje no es lo ideal, el docente fue claro con sus alumnos: “No es algo que recomendaría. Pero adopté a Klaus porque estaba bastante seguro de que no tenía padres que lo cuidaran”. Luego de llevarlo a un veterinario especializado, se comprobó que el cuervo tiene un defecto congénito que impidió el desarrollo de sus plumas de la cola, un detalle que en la naturaleza suele derivar en el rechazo por parte de los progenitores. Es por esto que el animal habría sido abandonado por su bandada.
Desde entonces, Klaus no solo comenzó a vivir con el docente, sino a ser casi un alumno más de la clase. Pero para que no perdiera su libertad, Kasper siempre lo dejó volar por los alrededores de la escuela, que poco a poco comenzó a traspasar e incluso algunos días desaparecía por horas. Esto le hizo creer al profesor que el ave se encontraba muy cerca de hallar una familia que lo adopte. “La primera vez que no vino cuando lo llamé, me puse muy nervioso”, confesó.
Pero una noche lluviosa el miedo se apoderó de Kasper, ya que Klaus no volvía y desacostumbrado a vivir en la intemperie podía sufrir las consecuencias. Es así que el hombre decidió salir a buscar en medio de la tormenta al pequeño animal que se encontraba solo en el jardín de una casa. “La gente debió pensar que estaba loco, pero uno se encariña con ellos”, recordó y agregó: “Siempre quise que fuera un pájaro libre, pero también le permitimos cosas que no le pasarían a un cuervo salvaje”.
Con el tiempo lo que parecía un vínculo temporal se transformó en un lazo profundo. En la actualidad, Klaus no solo sabe volver a la casa de Kasper y a su lugar de trabajo, sino que incluso ya reconoce a su hijo, con quien comparte tardes de juegos. “Mi hijo le da algo y luego tiene que intentar quitárselo. Es claramente un juego, porque Klaus no vuela, salta, hace ruidos simpáticos y cuando lo atrapan, se pone de lado e intenta mordisquearlo suavemente con el pico, como si fuera un cachorro”, relató el profesor.
A pesar del afecto mutuo, el profesor es consciente de que Klaus pertenece a una especie gregaria, que suele vivir en bandada. “Imagino que eso es lo que busca cuando se va”, reflexionó. Pero la gran incógnita persiste: “¿Regresa a casa porque no puede sobrevivir solo o porque nos extraña? No lo sé”.