La empresa que cerró un acuerdo billonario con OpenAI: detalles del proyecto y de la inversión

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A menos de una semana del anuncio conjunto entre OpenAI y Sur Energy, el proyecto para construir un centro de datos en la Patagonia despertó atención mundial. No solo por su escala -será uno de los centros de datos más grandes de América Latina-, sino también por su ubicación en el sur argentino y por el volumen de inversión comprometido: unos US$25.000 millones.

Fundada hace poco más de un año por Emiliano Kargieman, Matías Travizano y Stan Chudnovsky, Sur Energy fue la encargada de articular el proyecto con la compañía dirigida por Sam Altman. El plan contempla la construcción de un data center de 500 megawatts de capacidad, alimentado con energías limpias provistas por diferentes socios energéticos, entre los que ya figuran Central Puerto y Genneia.

Sam Altman, CEO de OpenAI, anticipó la construcción de un centro de datos en la Argentina

En diálogo con LA NACION, Kargieman detalla cómo surgió la alianza con OpenAI, qué estructura de financiamiento respalda el proyecto y de qué manera se busca garantizar la sustentabilidad ambiental de la obra, que promete convertir a la Patagonia en un nuevo nodo tecnológico global.

-¿Qué es Sur Energy y cuándo nació?

-Es un proyecto que empezamos a desarrollar hace unos 18 meses junto con Matías Travizano y Stan Chudnovsky. Surgió como una especie de spin-out de Sur Ventures, un fondo de inversión en el que Matt venía trabajando desde hacía años. Yo colaboraba en algunas de las inversiones, pero en ese contexto empezamos a pensar en un proyecto de infraestructura digital. La idea original fue crear un fondo de infraestructura digital, o “infraestructura del siglo XXI”, para América Latina. Veíamos una oportunidad importante para construir la infraestructura que la región necesita para las próximas revoluciones tecnológicas y, con eso, acelerar su crecimiento. Esa era la tesis.

-¿Cómo nació el proyecto del data center?

-Comenzamos analizando proyectos concretos en áreas como energía, comunicaciones y cadenas de producción vinculadas con la robótica, tanto industrial como doméstica. En paralelo, analizamos distintas oportunidades. En ese marco, y a partir de la visión de posicionar a la Argentina como un actor relevante en energías limpias y renovables, surgió la posibilidad de atraer a los grandes hyperscalers [empresas que ofrecen servicios de computación en la nube a gran escala] para que el primer data center que instalaran en América Latina estuviera en el país. Así nació el proyecto.

Stan Chudnovsky, fundador del fondo NFX y socio de Sur Energy

-¿Qué background tienen para materializarlo?

-Los tres socios fundadores somos Chudnovsky, Matías y yo. Los tres venimos del mundo tecnológico, con trayectorias en inteligencia artificial, fintech y ciberseguridad. Mi trayectoria viene de la seguridad informática y de la industria satelital. Chudnovsky fue parte del equipo original de PayPal, y luego trabajó en Meta durante muchos años, liderando el área de Mensajería, reportando directamente a Mark Zuckerberg. Después se retiró y armó su propio fondo de inversión, NFX, que hoy administra más de US$2000 millones. Entre los tres teníamos el acceso a los hyperscalers y teníamos la posibilidad de estructurar un proyecto de esta envergadura -que requiere una financiación muy importante-, los contactos y el conocimiento del ecosistema argentino necesario para instalar una iniciativa de este tipo en el país. Sur Energy nació específicamente para desarrollar este tipo de proyectos.

-¿Este es el primer proyecto de Sur Energy?

-Estamos trabajando en varios proyectos en paralelo, aunque la mayoría son confidenciales. Hicimos un pequeño anuncio sobre una iniciativa en Ecuador, pero este es, sin duda, el primer proyecto de gran escala que vamos a ejecutar. Todos se enmarcan en la misma tesis: construir la infraestructura que necesita el siglo XXI. Esto incluye data centers, plantas de generación de energía y nuevos modelos energéticos, incluso proyectos espaciales, porque la infraestructura del futuro también contempla desarrollos fuera de la Tierra. Lamentablemente, Matt -que lideraba esta iniciativa- falleció hace un mes. Por eso decidí tomar el liderazgo del proyecto para concretarlo, no solo por el enorme potencial que tiene para la Argentina, sino también para honrar su legado y el trabajo que dedicó.

-Por el monto de la inversión, el anuncio generó muchas dudas e interés a la vez. ¿Quiénes están detrás del financiamiento?

El capital que se va a invertir no proviene de mi bolsillo ni del de Matt o Chudnovsky; no contamos con esa magnitud de recursos. Este tipo de proyectos funcionan de la misma manera en todo el mundo: a través de fondos. No hay escasez de fondos dispuestos a invertir en infraestructura, pero para hacerlo se necesita visibilidad a largo plazo y un modelo de negocios claro que asegure el retorno. El inversor que pone US$25.000 millones busca garantías de que su inversión será rentable. En este caso, lo que permite levantar ese capital es tener del otro lado un compromiso de compra de poder de cómputo. Si una compañía como OpenAI se compromete a adquirir una determinada capacidad de cómputo durante 15 o 20 años, eso brinda la confianza necesaria para que los fondos inviertan. Además, es clave que el modelo de negocio cierre desde el punto de vista de la exportación de cómputo frente al costo de la energía y de construcción. Y, por supuesto, se necesita cierta estabilidad a largo plazo, algo que históricamente fue un problema en la Argentina. En ese sentido, el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) ayuda a generar previsibilidad. Cuando sumás todos esos elementos -energía limpia a precio competitivo y un marco de inversión claro- se vuelve posible estructurar un proyecto de esta dimensión. También firmamos un acuerdo con la empresa que construirá el data center, que aporta el know-how en este tipo de desarrollos. Por ahora mantenemos su nombre en reserva, pero esperamos anunciarlo en el próximo mes. Además, cerramos dos memorandos de entendimiento con Central Puerto y Genneia, que serán nuestros socios energéticos.

Matías Travizano, impulsor del acuerdo con OpenAI

-¿Prevén abastecerse del 100% de la energía con esas dos compañías?

-No son acuerdos de exclusividad. Es posible que incorporemos otros socios energéticos. Estamos analizando cómo escalar la demanda energética en relación con la disponibilidad actual. Puede que sea necesario construir nuevas fuentes de generación, porque 500 megavatios es una cifra importante. Parte del trabajo actual consiste en determinar si será necesario desarrollar nuevas plantas y cómo se ejecutarán esos proyectos.

-¿Quién afrontaría el financiamiento para esas posibles obras?

-Podría ser en conjunto. La demanda es la que ordena el financiamiento. En la Argentina el costo de capital no es particularmente bajo, pero contar con off takers [empresa o individuo que compra la electricidad] de primer nivel -empresas con solvencia internacional- facilita mucho la estructuración. Hay abundante capital en el mundo para proyectos de data centers y generación de energía. Lo difícil en la Argentina siempre fue garantizar estabilidad a largo plazo y continuidad en la demanda. Pero si del otro lado tenés una empresa que te compra, te paga en dólares y tiene credibilidad global, eso facilita enormemente el financiamiento.

-Muchos se sorprendieron también por el monto de la inversión. ¿Por qué es tan alto?

-Los data centers tradicionales -los que usamos, por ejemplo, para mantener una videollamada- funcionan con CPUs, que son más baratos y consumen menos energía. Los data centers para entrenar y servir modelos de inteligencia artificial utilizan tecnología GPUs, que son mucho más costosas y energéticamente intensivas. Este proyecto está en el rango de lo que cuesta una iniciativa de este tipo. De los US$25.000 millones, unos US$7000 millones se destinan a la construcción física -la estructura, sistemas de enfriamiento, racks y transformadores- y los restantes US$18.000 millones corresponden a la compra de GPUs, principalmente a Nvidia. Esa es la principal razón por la que la acción de Nvidia está tan alta: la demanda de data centers de IA crece de manera exponencial.

-¿Cuáles son las etapas?

-El proyecto se ejecutará por etapas. Prevemos comenzar la construcción en 2026 y, tras un año de obras, empezar a operar en 2027. Inicialmente se trabajará con una capacidad menor, en torno a los 100 megavatios, que crecerá gradualmente hasta alcanzar los 500 megavatios en unos tres años, acompañando el incremento global de la demanda de cómputo para inteligencia artificial. Hoy la demanda de inferencia de inteligencia artificial en América Latina ronda los 150 megavatios. Si tuvieras un data center de 500 megas, gran parte quedaría ociosa, no tendría sentido económico. Pero esa demanda va a crecer rápido: en cinco años se espera que pase de 150 a 2500 megavatios, y ese es el crecimiento que vamos a acompañar con la expansión del data center.

-¿Cómo conocieron a Sam Altman?

-Lo conocimos durante la visita del presidente Javier Milei a Silicon Valley. Yo ya lo había tratado años atrás, cuando estaba en Y Combinator, pero esta fue la primera reunión con él como CEO de OpenAI. La reunión fue organizada por Matt, y sirvió para presentar la visión que Demian Reidel había trabajado con el presidente sobre el potencial de la Argentina en energías renovables.

-En el anuncio se habló de un “acuerdo de intención”, no de un contrato definitivo. ¿Por qué?

-Todos estos proyectos comienzan así. No se pasa de una conversación a un contrato final de un día para otro: hay muchas piezas que coordinar. La carta de intención -como la que firmamos y como las que OpenAI firmó en Alemania, Noruega o Emiratos Árabes- permite poner en marcha el resto de los procesos: cerrar acuerdos energéticos, definir la localización, entrar en la lista de espera para adquirir GPUs, y avanzar en las conversaciones con los inversores que financiarán los US$25.000 millones del proyecto. En los próximos meses, esas cartas de intención se transforman en contratos vinculantes. Esperamos cerrar nuestro acuerdo antes de fin de año.

-Hubo críticas por la elección de la Patagonia, en torno al cuidado ambiental. ¿Cómo está pensado el proyecto en términos de sustentabilidad?

-Históricamente, los data centers consumían mucha agua porque utilizaban sistemas de enfriamiento por evaporación. Los de nueva generación, como el que vamos a construir, funcionan con un circuito cerrado: el agua circula en serpentinas, se enfría con el aire exterior, pero no se evapora ni se consume. El centro usará energías limpias y tendrá un impacto ambiental mínimo. Por supuesto, se harán los estudios correspondientes y se presentarán los resultados en tiempo y forma. Soy un amante de la Patagonia -viví muchos años en Bariloche- y lo último que quiero es arruinar el mejor lugar del mundo. En definitiva, un data center verde.

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